Categoría: Ensayo

Textos ensayísticos de temas libres.

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¡Prohibida la entrada! Mujeres en las pulcatas de la Ciudad de México

La Ciudad de México posee una gran variedad de establecimientos de comida. Actualmente, se encuentra con facilidad gastronomía de diferentes países del mundo, no importa la lejanía; sin embargo, una tradición que se transforma constantemente pero que no se abandona es la venta de pulque.

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Bajarle los humos a la poesía || Carlos Sánchez

Una reseña sobre Un instante en el paraíso de Juan Domingo Argüelles

“Hay que bajarles los humos a los poetas, y hay que bajarles los humos a la propia poesía. También a los críticos y a los falsos críticos de poesía. Hay que leer poesía para saber qué es la poesía”, dice Juan Domingo Argüelles (México, 1958) en el prólogo de Un instante en el paraíso. Antimanual para leer, comprender y apreciar poesía (Laberinto, 2016). Juan Domingo es conocido por su labor como difusor de la literatura y de la lectura. Hay que añadir que también es un buen poeta, cosa cada vez más extraña en nuestras letras. En este libro, el autor, conocedor de cómo se desarrolla la poesía en la actualidad y cuál es su recepción, nos ofrece una serie de ensayos divididos en siete capítulos (“¿Qué es poesía?”, “La iniciación”, “La crítica”, “Curiosidades poéticas”, “Instituciones y certezas”, “Realidades y mentiras en la poesía” y, por último, “Supervivencia y vanidad”).

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Fútbol: la escisión entre espectáculo y realidad || José Dehilario

A mí no me gusta jugar futbol. Soy malísimo. Cuando intento un disparo a portería, sale un centro. Cuando intento un centro, sale un despeje, y en la mayoría de ocasiones no me sale absolutamente nada. Mi poca habilidad para jugar fútbol pronto se convirtió en desagrado hacia practicarlo e incluso a verlo. Me aburría ver partidos de fútbol y, guiado por una ligera sensación de despecho, despreciaba a los que lo veían.

Esto cambió, hace cerca de un año, cuando tuve una cita con mi dentista. No fue el dentista el que me cambió de opinión. Fue una pequeña televisión que tenía en su sala de espera. Era una pequeña pantalla ubicada justo enfrente del sillón en el que estaba sentado y era la única fuente de entretenimiento en la habitación. Cuando vi que mi teléfono tenía 10% de batería, me di cuenta que iba a tener que “disfrutar” lo que sea que saliera de esa pantalla hasta que llegara mi turno. Imagínense mi cara de fastidio cuando anunciaron la transmisión de Islandia contra Inglaterra.

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La rosa alquímica (II) || Carlos Maximiliano Cid del Prado

Tal es la exigencia del camino del místico que implica una total entrega a Dios. Uno de los méritos de la consagración hacia la divinidad es la fe absoluta hacia el Creador, por el cual todas las cosas fueron hechas y por quien todo se sostiene. Así, Silesius sugiere -basándose en las Sagradas Escrituras-, que el camino del místico conlleva una plena confianza en Dios:

DEJA QUE DIOS SE OCUPE DE TODO:

¿Quién decora las azucenas? ¿Quién alimenta a los narcisos? Entonces, cristiano, ¿a qué tanto inquietarte por ti?

Lucas 12: 27 – 28:

Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan ni hilan; pero os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos. Y si Dios viste así la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¡cuánto más hará por vosotros, hombres de poca fe!

La rosa representa también el camino del místico. Como símbolo de la santidad, fue retomada por Dante en su Comedia. Al estar estructurada en tercetos (endecasílabos); dividida en tres partes: el infierno, el purgatorio y el paraíso; al ser tres los protagonistas: Dante, Virgilio y Beatriche; y tres las divinas personas: el Padre, el Hijo y Espíritu Santo; la Comedia apela a un carácter simbolista en fondo y forma. No es casualidad que la letra «Aleph» -ya mencionada anteriormente- se considere una figura triúnica, es decir tres en una. La grafía «א» está constituida por tres trazos; el primero es una yod «י», la segunda es una vav «ו» y la tercera es otra yod «י». Juntas forman la grafía «א». Recordemos que el » Aleph» divino es aquel por medio del cual todas las cosas fueron hechas.

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La rosa alquímica (I) || Carlos Maximiliano Cid del Prado

La rosa es la síntesis de lo eterno y lo perecedero. Decir rosa es un axioma de belleza, fragancia y color. Empero, el lenguaje no son las cosas: la palabra es una metáfora de la realidad. Bástenos recordar la segunda escena del segundo acto de Romeo y Julieta, cuando la heredera de los Capuleto recuerda la nimiedad de los objetos y sus apelativos: «That which we call a rose / By any other word would smell as sweet.» La rosa no dejará de ser rosa aunque se llamase de otro modo ya que su aroma no depende de su nombre. La belleza vive despreocupada en el mundo de lo incognoscible: no necesita ser nombrada para ser hermosa. Nunca habrá un de-por-sí-para-sí tan increíblemente bello: «La rosa no tiene por qué, florece porque florece, no se presta atención a sí misma, no pregunta si la ven.»

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«Avengers: Infinity war», como referente de nuestra sociedad y cine actual

Si habláramos de Fellini, Bertollucci, Rosselini y demás grandes autores del cine de años pasados, descubriríamos que su cine, aunque hoy es una referencia obligada para cualquier cinéfilo que se jacta de serlo, era una transgresión innovadora para esos años.

Fellini plasmaba la insoportable levedad del ser con su película «8 1/2». Bertolucci realizó obras impresionantes como «El último emperador» que ganó nueve premios de La Academia de Cine de los Estados Unidos. El director solía ser perfeccionista con el montaje y cargaba su fotografía con simbolismos que se volvieron trascendentes. Rosellini con «Roma, ciudad abierta» y «Alemania: año cero» estableció un diálogo neorrealista y logró dos de las más grandes películas de todos los tiempos. También se volvió una base referente para la revista francesa en auge en ese momento «Cahiers du cinema» y sirvió de inspiración estética y filosófica para comenzar la «Nouvelle vague» francesa.

No quiero en ningún momento comparar estas corrientes y autores cinematográficos con el Universo Cinematográfico de Marvel, los comparo con el afán de resaltar su poderoso reflejo de una sociedad. Los autores clásicos reflejaban un mundo pos-guerra, una sociedad devastada por las consecuencias de las divisiones y ambiciones de poder.

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Lima: ¿La horrible?

Texto por Francisco Martínez Hoyos, desde España

Para el escritor Julio Ramón Ribeyro, Lima no constituía un objeto de contemplación estética. La cuestión no era si le gustaba o no la ciudad, sino que la vivía como algo tan próximo e íntimo que se veía incapaz de juzgarla con un mínimo de distancia, la necesaria para pronunciarse a favor o en contra a partir de criterios como los monumentos, el clima o la gente. La capital peruana, para él, podía compararse a sus pulmones o su páncreas. Simplemente la llevaba dentro. Como una pertenencia insustituible que estaba, lo mismo que París, más allá del gusto.

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Pavese: angustia y muerte

Turín. Alguna habitación del hotel Roma. Agosto de 1950. Afuera quizá es de día, quizá de noche. A Pavese, poeta y novelista italiano, poco le importa. Ha tratado inútilmente de hablar con sus amigos, pocos seguramente, como conviene a personas como él. Sí, porque pocas son las personas que comprenden, que saben que un poeta es más bien un completo apasionado: de la vida, del amor, de las mujeres y la muerte. Y Pavese padecía profundamente cada una de esas cosas. Hasta entonces, la vida le había sonreído: se licenció en letras por medio de una tesis sobre Whitman, tradujo al italiano a autores esencialísimos para la literatura como Anderson, Hemingway, Dos Passos. Su actividad como crítico literario permitió que las letras de su tiempo se revitalizaran, tomaran una forma definida: el neorrealismo de la posguerra. Se convirtió en un clásico en vida. Sus novelas eran leídas y aclamadas, pero sobre todo, comentadas. Lo mismo su poesía, que era lo que más le importaba: “La poesía, si acaso, me ha enseñado a dominarme, a recogerme, a ver claro; la poesía me ha devuelto a mí mismo, en el más práctico de los sentidos.”, redacta en su diario íntimo. En la poesía cifró sus preocupaciones estéticas. Pero también fue en ella donde dejó plasmados distintos matices de su pasión amorosa, de la pasión carnal por las mujeres, de su constante contacto con la idea de la muerte.