Autor: Primera Página

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Convocatoria – Vejez: Convivencia entre pasado, presente y futuro

El arte de envejecer es el arte de conservar alguna esperanza.

André Maurois

El paso del tiempo deja su huella en cada centímetro de la piel. El ser humano nace, madura y envejece irremediablemente. El andar de los años conlleva experiencia y sabiduría, pero también una constante pugna entre el pasado que conocimos y el futuro que nos depara. Enfrentar la vejez implica encarar el cambio y la ruptura. ¿De qué manera afrontamos cotidianamente el paso del tiempo? ¿Cómo convivimos con la vejez? ¿Cuál es la relación que guardamos con el deterioro de nuestros propios cuerpos? ¿Cómo nos situamos entre el pasado y el presente?

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Las narrativas de la lengua, el espacio y la sexualidad en «Exciting Times» de Naoise Dolan – Reseña de Mariana Riestra

Cuando entré a estudiar Literatura inglesa hace casi cuatro años, era una carátula de la persona que soy hoy: leía primordialmente literatura clásica escrita por varones blancos, creía que había una manera correcta de hablar y escribir en inglés, y que existía una forma aceptable de amar. A mis entonces diecinueve años, esperaba que la facultad fuera un lugar donde conociera a más gente como yo, pero cuando lo hice, no me gustó lo que encontré. El reflejo me hizo darme cuenta de que mi perspectiva estaba nublada y basada en estereotipos y que mucho de ello respondía a la clase de persona que creía debía ser. En ese sentido, la Universidad y las personas a quienes tuve el gusto o la tortura de conocer durante estos años me llevaron a formar lo que hoy me define e identifica.

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Emoción – Microrrelato de Egidio Esteban Passamonti

Sus negros ojos me recorrían, ávidos, emocionados. Por momentos, el latido de su corazón parecía ir en aumento. La sensación que se había apoderado de ella se reflejaba en cada gesto, a medida que sus delicadas manos avanzaban sobre mí. Le estaba enseñando cómo era el amor entre un hombre y una mujer que se amaban sin fronteras; cómo cada uno era el complemento perfecto del otro; cómo de cada frase surgían los besos apasionado, una entrega total donde sólo existe la pasión. Y el resultado de ello: el sentirse protagonista de un amor grande, donde sólo hay lugar para la felicidad plena. Alrededor, todo era silencio, salvo el canto de un grillo allá en el jardín, entre los arbustos en flor, iluminados por la tenue luz de un farol y de la luna. De todo eso no se percataba, porque estaba transportada a otro punto de la vida misma, en el que la emoción se apoderaba de sus sentidos. Estaba concentrada en esa loca fantasía que yo le estaba ofreciendo; se dejaba guiar a un mundo donde no existía nada a nuestro alrededor. En esta noche ideal, cautivadora, romántica, por un momento se apagó en su interior ese lugar de ensueño y la realidad golpeó sus sentidos. La magia se rompió al percibir algo fuera de lo común en el gran ventanal de la habitación; el cortinado se movía levemente, como si por un resquicio entrase un leve soplo de aire. Se sintió inquieta, atenta, ¿o era su imaginación? De un salto se deslizó del lecho, llegó al lugar y se aseguró de que los postigos estuviesen trabados; no deseaba que nada la apartase de lo que la sumergía en la magia que le estaba ofreciendo. Se sintió como una tonta. Nada había de malo en aquella habitación. Era yo el que la había sumido en un estado de incertidumbre al hacerla gozar de unos momentos románticos con cierto matiz de suspenso, quizás. Volvió a tomarme entre sus manos y me contempló en silencio. Me mantuvo apretado contra su pecho por un instante, pensativa. En su interior había un impulso de continuar descubriendo lo que yo podía ofrecerle. Entonces su vista volvió a quedar fija en mí; sus manos, a deslizarse; ávidas, con premura. Por un instante pareció querer devorarme de una vez. Quería llegar a descubrir todo en ese momento, pero sabía que no podría lograrlo esa noche.

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Pensamientos de un terreno baldío – Cuento de Melissa Tarabay

Siempre quise ser un riachuelo, de esos que cruzan senderos y anuncian su llegada a la distancia con el olor perfumado de la tierra mojada que lo abraza. Siempre he querido ser un simple movimiento que no conoce pausas, tan ligero que hasta las rotas hojas secas y piedras solitarias, cayendo en mí para perderse en el fondo, pudieran resurgir con el vaivén de mis ondas acuáticas.