Memoria de un cuerpo
A ese cuerpo hecho de trazos
severos y perfectos
insensible al sonido
desierto de emoción
Yo
lo he quebrado con la voz
lo he tentado como al oro
la magia de la alquimia
y lo he visto rehacerse
fragante y luminoso
tejido con la piel
que solo cicatriza con mi tacto.
*
Gramática del placer
La diferencia entre tu gozo
y el mío
no es de género, sino
de gerundio y participio:
yo gozo poseyendo
tu gozas
poseída.
*
La piedra
Una vez, junto al mar, dijiste:
“coge una piedra y guárdala
las piedras no envejecen”.
Así lo hicimos, y pensé:
“así quiero lo nuestro
como la piedra que cogiste tú”.
*
Señora
Señora, el placer me fue otorgado
como una revelación
cifrada con su nombre.
¿Conoce la gracia
que confiere la lujuria?
Pregúntemelo a mí
que he resuelto en su cuerpo
la ecuación del universo.
Señora, concédame el fruto
espléndido que oculta
debajo de sus prendas.
¡Tóqueme! No. Déjese tocar por mí
que nos hallará el amanecer
como dos estatuas de sal.
*
Imanes
Un niño observa dos imanes.
Los acerca, piensa
es un juego
ambas piedras quieren divertirlo.
Entonces, los enfrenta en un duelo.
Retenidos en sus manos
los metales se observan, calculan
la prudente distancia: no caer
en la telaraña del otro.
El niño sonríe. Le divierte aquella voluntad
de la materia. Por experiencia conoce
la inercia del objeto y el vigor del cuerpo.
A sus ojos, las piedras comunes duplican
el quieto rostro de la muerte.
Estos, al contrario, van despiertos.
Enfrentados, se arrojan entre sí
como fríos amantes
de un reino sin placer.
*
Haiku
Página blanca:
mármol que esculpe
la palabra.
*
Tierra sin hombres
El último acto del último hombre
será una palabra. Después
se hará nada la historia universal.
Quedarán árboles, las criaturas de los árboles
agua, las criaturas del agua
abundante vida sin nombre ni lenguaje.
Largos años y pensamiento
nutren la evolución
para la garra volverse mano
la pata, pie
la vista, mirada
el gemido, voz.
La tierra sin hombres es un jardín voraz
un albedrío animal
efímero, vacuo y profuso
donde todo nace y muere a voluntad.
*
Nacimiento de Ariel
Sobre un manto
tu ser se agita
y en tu aliento
percibo el verbo
potente, sideral
También
la discreta semilla
de la muerte.
Tus ojos
vacíos de razón
hurgan mi rostro
buscando en él
una imagen
de tu propia especie.
Como tú
soy hombre
y tengo
el alma envuelta
en una materia
que respira.
Mas somos, una vez
diferentes:
yo conozco
este reino
nuevo para ti
tú conoces
—vibrante en tu memoria—
la tiniebla
donde el barro
despierta.
*
Génesis
El día séptimo descansó.
Después, juzgó incompleta la creación
y puso en ella
un hombre nuevo
un hombre ajeno
hecho de un barro fatal
y de fuego.
El octavo día
en manos de aquel
aconteció la poesía.
*
No soy mejor
No soy mejor que estos hombres
que remontan ríos
que descansan en las piedras
que ordeñan su alimento y cierran
la puerta sin candado.
No soy mejor que aquellos
que se hincan ante un dios
que desprecian el silencio
e ignoran la palabra.
Yo, que pienso el universo
que trazo símbolos y nombro
las cosas por su sombra
y el color de los espejos.
Yo, hacedor
de salmos y blasfemias.
*
Encuentro
El agua es
un animal
afable.
La recojo
la dejo aquietarse
en mi mano.
En su piel percibo
las cicatrices del océano
la noche de diluvio.
Bajo el sol
su rostro destella
y me invita.
Entonces, descalzos
jugamos
como niños pobres.
La tarde acoge este encuentro
de mar y pensamiento
de sangre y humedad.
Después llueve, y
sin despedirse
uno de ambos
partirá.
Autor: Dante Herrera (Lima, Perú, 1968). Educador y comunicador. Ha publicado poemas y relatos en revistas literarias en suplementos culturales. Cultiva los géneros de cuento y poesía.