I wish you thorns.
Alicia Valladares
Personalmente, nunca dejo pasar la oportunidad de desplazarme por debajo de una escalera. No lo hago buscando desmentir la superstición, sino al contrario: me gusta hacerlo por el rush que trae la posibilidad de que algo suceda. Más allá de la buena o mala suerte, me gusta sentirme capaz de vivir experiencias cargadas de cierto augurio como momentos que pueden propiciar algún cambio en el transcurso de las cosas. Me refiero a una especie de aprovechamiento de energía mágica y de un posterior ejercicio de reinterpretación. Considero que prácticas de resignificación similares las llevamos a cabo todo el tiempo, muchas veces sin siquiera notarlas; como, por ejemplo, al usar un medallón de la Virgen de Guadalupe, regalo de una abuela, o incluso en algo tan cotidiano como juntarse a cocinar con amigas. Estos ejercicios aparecen también una y otra vez en el quehacer artístico de la actualidad.
El pasado sábado 21 de agosto, la galería de arte contemporáneo Látigx (@latig.x) inauguró su más reciente muestra titulada «Dulce espina». Látigx es una plataforma curatorial enfocada en promocionar, asesorar e impulsar proyectos de arte emergente buscando generar un vínculo entre artistxs, colectivos, públicos y coleccionistas interesadxs. En esta ocasión proponen una exposición colectiva en donde presentan la obra de una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece artistas jóvenes. El pequeño departamento en la colonia Narvarte, sede de Látigx, se encuentra plagado de múltiples energías de transformación de significados que continuarán actuando en la realidad hasta el 11 de septiembre.
Según Wikipedia, el número trece, desde la antigüedad, ha sido considerado como de mal augurio por varios motivos; entre los principales, el hecho de ser el siguiente número primo después del queridísimo por todxs número doce. Así, el trece se ganó su lugar como representante de espíritus malignos desde la Cábala hasta en las leyendas nórdicas. Por otro lado, en el tarot la carta XIII representa a La Muerte, lo cual indica el fin de un ciclo y el resurgimiento de otro, y no la muerte física literalmente. Sin embargo, la imagen de un esqueleto humano nunca deja de producir cierto espanto.
Ahora, las espinas también han sido asociadas con cargas negativas en la cultura occidental por razones quizá muy evidentes desde una óptica antropocéntrica. En el Génesis se narra la creación de estas particularidades vegetales como uno de los castigos impuestos a Adán y Eva tras haber pecado. Las espinas se han asociado una y otra vez al castigo y al dolor, como es el caso de la corona de espinas de Jesús, o el del hechizo de Maléfica en La bella durmiente, por mencionar mis dos referentes más próximos.
De manera que «Dulce espina» se vale, consciente o inconscientemente, de estos referentes para marcar el imaginario a través del cual se construye la exposición ¿Qué posibilidades reinterpretativas tienen el número 13 y las espinas en este espacio retacado de las manifestaciones creativas de mujeres artistas emergentes? Yo creo que muchas.
Pienso en la pieza de Hinarií (@escurrires), la cual da imagen a toda la muestra. La idea de los pelos caídos embarrados libremente en el cancel de la regadera viene a mí inmediatamente. Es una evocación un poco incómoda porque no me ha gustado ver de esa manera pelos ajenos y me ha dado vergüenza cuando han sido vistos los míos; sin embargo, también hay algo muy hermoso en pensarme jugando a hacer figuras con mis cabellos en las paredes de mi baño. El marco de espinas negras delimita la pieza y la presenta como algo a apreciar. De esta manera, las asociaciones vinculadas con lo pestilente —aquellas que nos hacen asociar el pelo desprendido con deshechos corporales, aptos para cualquier embrujo— se transforman en otra cosa no menos mágica, pero sí quizá de nuevas características: material para nuevos hechizos.
Así que las espinas pueden ser dulces y por lo tanto podemos re-existir desde lo espinoso; ocupar las cargas simbólicas vertidas en elementos naturales, signos, nombres, formas y demás, para así guiar la superstición hacia diferentes lugares. De tal forma que la exposición «Dulce espina» resulta innovadora no sólo en su formato, modo operativo y relacional, sino porque sienta un precedente de una nueva fortuna. Termino ahora este texto con las palabras de la curadora de la exposición Alicia Valladeres, palabras que sugieren este nuevo camino de potencial interpretativo: «te deseo espinas».