Fotografía principal de Cartelera de Teatro
En un mundo dominado por la farsa, extrañamos la farsa del teatro. Aquel lugar en donde alguien más porta la máscara de nuestras preocupaciones, y que nos hipnotiza con una interminable danza de luces, escenarios, gritos y susurros, para exponer el infinito espectro de las pasiones humanas. Ahí donde la imperfecta realidad se cruza con la fantasía, es donde nace la magia del arte escénico.
La obra de teatro Novecento fue uno de los muchos espectáculos afectados por el cese de actividades derivado de la pandemia. Dirigida por Mauricio García Lozano y protagonizada por Benny Ibarra (ex-Timbiriche y actor de teatro musical), Novecento es una adaptación del monólogo escrito por Alessandro Baricco, publicado en 1994. Éste narra los agridulces pensamientos de Danny Boodman TD Lemon, mejor conocido como Novecento, un célebre pianista que ha pasado toda su vida a bordo del transatlántico Virginia. Con la cadencia de las melodías que interpreta día con día, Novecento reflexiona con fervor sobre los altibajos emocionales de su existencia.
Después de lograr una buena recepción por los medios de comunicación durante su temporada del año pasado, Novecento ha tenido que adaptar el lenguaje del teatro a una experiencia audiovisual apta para disfrutarse a la distancia. “Cuando hicimos nuestra temporada en el gran Teatro Milán […] logramos crear un personaje adicional, que era el diseño sonoro. Metimos diecisiete bocinas y creamos un sonido inmersivo: te subías al barco conmigo, oías las olas del mar, las tormentas, la banda tocando por todas partes, la magia del piano de Novecento… ahora nuestro querido ingeniero […] está trabajando para recrear en audífonos el sonido del teatro”, explicó Benny Ibarra durante la conferencia de prensa referente a la próxima función de Novecento.
En dicho evento, el actor y cantante no sólo comentó sobre el esfuerzo creativo y técnico del equipo que prepara a Novecento para que sea exitosa en los foros virtuales como lo fue en los escenarios; también expresó la importancia del arte durante tiempos de incertidumbre. “‘Pan y circo’ dicen por ahí. Todos sabemos que el pan es lo primario para estar con esa salud que tanto deseamos, pero después viene el circo y esa es nuestra chamba. Van de la mano. No es nada más un ejercicio de distracción: es volver a retomar el amor como una herramienta de vida”, comentó.
Imposible no darle la razón. El arte nos ha mantenido en calma a muchos de nosotros. Cientos de películas, canciones o ilustraciones reflejan cómo nos sentimos ahora que el mundo exterior nos ha sido despojado, o bien se ha transformado en una mina de pánico. Yo, particularmente, he sentido bastante miedo durante los últimos meses. No sólo me aterra contraer la enfermedad, ni ver las alarmantes cifras de la pandemia en México. Temo a la posibilidad de que, una vez finalizada la cuarentena, el acceso al arte y al entretenimiento hayan empeorado.
Cada día somos testigos de cómo las opciones para encontrarnos con ellos se limitan más. Ahora nos tocará ver el cierre de algunas salas de cine, pertenecientes a Cinemex y Cinépolis. Anterior a la pandemia, también presenciamos la clausura de dos prestigiosos recintos de la Zona Metropolitana: SALA Puebla y Fotomuseo Cuatro Caminos. Si bien el cierre de estos dos últimos espacios responde a motivos ajenos a la pandemia, refieren a una situación inestable para los negocios medianos, especialmente aquellos dedicados al arte.
Preocupa también el posible impacto de algunas reformas gubernamentales que han dado mucho de qué hablar en los últimos días. Por ejemplo, inquieta la huella que el recorte al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), anunciado por el actual gobierno, dejaría en los museos e instituciones dedicadas a la conservación del patrimonio cultural. También resultan intimidantes los impuestos a los servicios digitales de transporte y distribución de contenido (desde Uber hasta Netflix, pasando por Mercado Libre y Amazon), que potencialmente llevarían a un desmesurado aumento de precios en estas plataformas y, en consecuencia, un acceso más limitado al entretenimiento.
A ello se suman las reformas a la Ley de Derecho de Autor y su estrategia de «notificación y retirada», a través de la cual se buscará suprimir ipso facto cualquier contenido de Internet cuyo uso no haya sido autorizado por el propietario de los derechos. ¿Protección o censura? Para algunos, estos cambios a la ley contribuirían a finalizar el sempiterno problema de la piratería en México; para otros, cierran la puerta a la libre expresión y a aquellos medios de difusión cultural que utilizan fragmentos de obras sin fines de lucro. Sólo el tiempo dirá cómo evolucionan estas leyes en México pero, indudablemente, el fin de la cuarentena vendrá acompañado de cambios sociales y políticos de gran peso.
Tal vez exagero con este panorama sobre el arte y el entretenimiento del futuro próximo. De verdad, espero que así sea. Además, los tiempos de crisis son potenciales semilleros de grandes innovaciones; como expresó Benny Ibarra: “Yo espero que estas nuevas herramientas de conexión humana le abran las puertas y la curiosidad a muchos compañeros, no solamente de renombre. A lo mejor esta nueva manera de trabajar le va a sentar bien a muchas personas creativas que no se atrevían a hacer esto, sobre todo teatro”. Mucho se agradece que, en estos tiempos donde el futuro es tan lejano y el presente nunca termina, los artistas trabajen para crear experiencias que emulen o superen lo que vivimos en los recintos que hoy permanecen cerrados. Novecento, por su parte, promete ser una obra única, con calidad HD y sonido envolvente que conectará la vastedad del océano con nuestros más profundos sentimientos. ¿Será? La Teatrería está abierta, por si le quieren dar una oportunidad.