La creación musical es en particular vulnerable a caer en cierta conducta socialmente motivada que igual no carece en este punto de una trayectoria histórica que le llega a establecer no sólo como normal, sino como el único camino a tomar cuando de hacerse llamar artista musical se trata. Hablo aquí de la regresión adolescente disfrazada de rebeldía a la que se llegan a someter cuerpo y alma con variantes grados de conciencia al respecto: resulta en especial cómodo caer o dejarse llevar por ello, pues se trata de un molde al cual se puede someter al arte y al artista para que sus narrativas y trayectos se escriban solos, los resultados son garantizados. Se trata de una travesía heroica pre-empaquetada, automatizada, lista para ser tomada y actuada, el guion está ahí y sólo hace falta un cuerpo que le represente en el escenario del mundo.
El problema principal generado por esta situación, por esa formación espiritual pubertoide, es precisamente el de la producción de artistas que tarde o temprano se envuelven en todo tipo de compulsiones, cinismos y actitudes conservadoras en general. Se invita a una autodestrucción que sólo promete renacer en vicio y perdición. “Live fast, die young”; al final, ni se livea fast ni se dieea young. Lo que realmente se tendrá es a este personaje pútrido y conservador que es el adolescente de mediana edad. Llénales de excesos, acostúmbrales al placer instantáneo y ve cómo se destruyen. Del adolescente rebelde al burnout reaccionario, una imagen que lentamente ha cobrado presencia a medida que el rockstar envejece.
El artista musical debe crecer, no por nada, sino porque va a envejecer. No es negociable el paso del tiempo. Tarde o temprano, a todos nos llega el momento. La misión aquí emprendida requiere de un heroísmo silencioso, constante, disciplinado y lúcido. Pop Bildungsroman. Será el artista musical guerrero y sacerdote del espíritu.
No es ningún secreto ni pretendo que lo sea: busco y propongo el formar a la mejor versión de lo que una estrella musical puede llegar a ser, dentro de una vida “normal”, civil, cotidiana, capitalisto-tardía, tal y como nos ha tocado. Será el artista musical una estrella bajo sus propios términos. Se formará y eventualmente renacerá bajo tales.
La figura del creador musical y la estrella musical se encuentran siempre en un área de tensión cuyo potencial liberador permanece muchas veces sin ser explorado, ello en nombre de mantener ciertas ilusiones sobre sus límites, entre ellas y principalmente aquella de un inherente vicio a sí. Aquellos que destruyen a la estrella pop sólo expresan el temor de reconocer, siquiera en intuición, el poder de una idea, que, de ser más desarrollada, opacaría a esas mismas pretensiones misantrópicas y conformistas. Cuando el haz del nuevo mundo se asoma, infundiendo nueva luz sobre aquello que fue el viejo mundo, siempre habrá quienes le teman, aferrándose a las sombras de aquello que alguna vez fue el mundo.
Cualquier actividad o disciplina humana cuyas dinámicas hayan nacido dentro del sistema económico reinante merecen ser exploradas y profundizadas. Nos encontramos desde las posiciones más liberales, cuando de arte y política se trata, tropezando con ese extraño titubeo, con esos tapones del pensamiento que devienen en impotencia del actuar cuando de interactuar con un producto tan sospechoso como la música y estrellato pop se trata. Terminamos por preferir, como con la religión, dejarles en manos de quienes preferirían vernos muertos. Cedemos armas que bien podrían garantizar nuestra supervivencia y fortaleza.
Parte del vivir peligrosamente del arte tiene que ver con tomar el riesgo de interactuar con y a través de aquellas formas de un medio que suelen ser vistas con alta sospecha o meramente ilegítimas.
Es quizá la estrella pop la última de las grandes figuras artísticas hasta hoy. Es ella un monolito tal cual. Chamán y Barbie girl, cantando junto al fuego, todos estos mundos de amor y fantasía siendo producidos, naciendo entre la danza y las chispas. “Canta, oh diosa…” La estrella será su musa y su artista, terminará la disociación entre ambas figuras.
La creación de la estrella pop siempre se encuentra entre dos puntos de especial importancia y retroalimentación. El primero es ése de la presentación personal externa, esa especial exteriorización de información estética y erótica. El segundo es lo que ello despierta y anima de regreso hacia sí, toda la carga erótica e información histórica que contiene, ese delirio productivo. La estrella pop logra invocar fuerzas en el mundo a través de su conversación con éste y el púbico, quienes de igual forma mandan información y estímulo de regreso al punto de inicio. Se necesita de los tres para que funcione la cadena. Es la estrella pop la última y más atómica de las piezas de arte: una Venus con pulso, introducida en el ambiente, leyéndolo y absorbiéndolo, produciéndolo pero al mismo tiempo moldeada por éste mismo en relación simbiótica, como la vida de un árbol en convivencia con el aire, el trueno y la tormenta.
Si algo posee la estrella pop a forma de virtud es la ausencia de ironía y el relajar de la crítica sobre los aspectos sensibles del ser. No se llega a estrella irónicamente. El artista sabe que hay algo mal con el mundo que le entregaron. La herida ya estaba aquí: ante el mundo, sus conflictos y categorías, ¿qué queda además de vivir a través de ello, en sensible pensar, en inocente sentir? Desarrollar una conciencia sobre lo plástico de la realidad: Ultimate Pop Destiny. Plástico no es falso, plástico es maleable. Plástico implica posibilidad.