Editorial (junio) – Anti-drag: a favor de las infancias o en contra de la disidencia sexo-genérica

Ilustración de Darío Cortizo

El drag ha pasado de ser un arte marginal a entretenimiento mainstream. Ahora es común ver en países como Estados Unidos tanto espectáculos para un público adulto como para familias e infancias: Drag Queens o Kings ya no sólo se presentan en bares y clubes nocturnos, también lo hacen en ambientes familiares, como restaurantes o parques e incluso bibliotecas para realizar actividades de lectura. Aunque parece tener cada vez mayor aceptación, el pasado primero de abril se aprobó una ley propuesta por el gobernador de Tennessee, en Estados Unidos, que prohíbe los actos protagonizados por estxs artistas en espacios públicos o privados donde haya menores de edad. Antes de ser promulgada, se cuestionó si estaba bien que las infancias y adolescencias estuvieran en contacto con una forma de esparcimiento supuestamente inapropiada. 

La protección de las infancias ha sido objeto de debate en muchos ámbitos del entretenimiento. Culturalmente, existen distinciones entre lo que puede ser consumido por menores o no. Hay instituciones, como la Motion Picture Association o la Entertainment Software Rating Board, encargadas de clasificar los audiovisuales de acuerdo a los contenidos adecuados para cada grupo de edad. Tiene cierta lógica pensar en una regulación de los shows drag, ya que se están tomando medidas en otros medios.

No tiene nada que ver con el drag. Tiene que ver con entretenimiento sexualmente explícito en frente de los niños.

Jack Johnson, senador del estado de Tennessee en entrevista con ABC

Un factor que se toma en cuenta para sustentar las decisiones del gobierno de Estados Unidos es que los ambientes donde se desarrollan estos espectáculos son “sólo para adultos”. Lxs defensores de la ley afirman que tanto el lenguaje utilizado como sus actuaciones son sexualmente explícitos. Esto último es lo que más les preocupa, pues consideran que su contenido podría generar un impacto negativo en lxs niñxs e incluso puede resultar sexualizante. Sin embargo, ¿lo que encontramos en este arte es tan inapropiado como para afirmarlo? Habitualmente, lo esperado en estas presentaciones está relacionado con la transformación y la disrupción de las convenciones de género con atuendos y maquillaje; también con el baile, el lipsync y la comedia. Como toda disciplina, el drag tiene diferentes estilos y enfoques, y clasificar todas sus formas como “sólo para adultos” o “sexualmente explícitas” puede llevar a reduccionismos.

De aquí la relevancia de la responsabilidad y la empatía parental en relación a las infancias. Además, pareciera existir una irresoluble distinción entre las prácticas artísticas y las preferencias o inclinaciones sexuales, cuando no son lo mismo. Partir de esa falsa dicotomía estigmatiza y cosifica al drag por limitarlo a una simple sexualización de la diversidad.

Cabe resaltar que la prohibición de ley no se refiere precisamente al drag en sí mismo, sino a “espectáculos de cabaret para adultos”, los cuales incluyen “bailarines semidesnudos, bailarines go-go, bailarines exóticos, strippers, imitadores de hombres o mujeres que ofrecen entretenimiento que apela a un interés lascivo”. Aunque hay drags que también practican burlesque, sus actos pocas veces se relacionan con la desnudez y, en el caso del lenguaje, puede ser regulado de acuerdo al público.

¿Por qué quieren evitar que lxs drags lleven a cabo sus espectáculos? Si en otros medios, como el cine o los videojuegos, no se apela a una prohibición aunque muchos tengan contenido para un público adulto, ¿por qué en este caso sí? Otro argumento de los defensores de la reforma tiene que ver con que, estas expresiones, alternativas en relación con la cis-heteronorma, podrían provocar que lxs infantes quieran tomar una decisión sobre su sexualidad o su género que no les corresponde hasta alcanzar la mayoría de edad. 

Los contrarios a la ley del estado de Tennessee temen que esta ambigüedad en su redacción pueda servir de excusa para acabar con actividades dirigidas a todo público, tales como la Drag Story Hour —evento en el que se leen cuentos—, cuyo objetivo es enseñar a lxs niñxs sobre la aceptación de la diversidad sexual y las distintas formas para expresarse; todo esto bajo la premisa de que se están evitando “prácticas adoctrinantes en ideologías de género”. 

Asimismo, existe el miedo de que se dé paso a la criminalización de las personas pertenecientes a la comunidad trans. Para el gobierno, ¿quiénes son consideradxs imitadores de hombres o mujeres? ¿Aquí también entrarían aquellxs que quieran vivir una identidad distinta a la asumida por su sexo de nacimiento? No olvidemos que en Estados Unidos se han impulsado leyes que niegan la existencia de las infancias y adolescencias trans, como la prohibición de los tratamientos de afirmación de género.[1]

Estos discursos podrían tener como consecuencia la estigmatización hacia esas comunidades que al día de hoy todavía no son totalmente aceptadas y, por el contrario, siguen siendo víctimas de crímenes de odio. En Latinoamérica, la violencia hacia las personas que forman parte de la diversidad sexual, sobre todo trans, sigue siendo una realidad. Particularmente, en México, además de las tentativas de la prohibición del drag, también ha habido propuestas de reformas anti terapias de afirmación de género, basadas en el mismo argumento de que lxs niñxs no tienen la capacidad de elegir una identidad sexual distinta a la de su identidad biológica.

La ley anti-drag de Tennessee muestra que existen otros intereses que van más allá de la preocupación por proteger a las infancias: está encaminada no sólo a evitar que lxs niñxs tengan formas alternativas de vivirse y sentirse, también les niegan los medios para expresar su propia identidad. Además, prohibe el derecho a vivir libremente a las personas de disidencias sexo-genéricas.

Queda claro que si lxs niñxs pueden tener acceso a los shows con drags o no, la responsabilidad recae en los padres. Como en el caso de otras formas de entretenimiento, no debería existir una prohibición para los shows que cuentan con advertencias de contenido o para aquellos que pueden ser vistos por todos los grupos de edad. Si ellxs entran en contacto con algunx artistx drag, no significa que se les obligará a elegir una sexualidad o un género específicos. El drag es un arte que desde su origen ha significado una lucha por la aceptación, el performance del género y una afirmación de la identidad. Ya es un medio por el cual las infancias no sólo pueden tener acceso a actividades culturales como la lectura, también es una experiencia que les lleva a comprender la diversidad y a explorar en sí mismxs otras formas de entenderse y mostrarse. Negarlo representaría un error, sería perpetuar los estigmas y los estereotipos dañinos que rodean a las diversidades.  

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[1] Contemplan la adopción de expresiones de género congruentes con la identidad, tratamientos hormonales y tratamientos quirúrgicos. En México, quienes cuentan con la mayoría de edad pueden acceder a intervenciones hormonales y quirúrgicas; lxs adolescentes a partir de los dieciséis años, también, con el consentimiento de los padres. En cuanto a las infancias, no hay intervenciones hormonales o quirúrgicas, pero se pueden recurrir a los bloqueadores de pubertad para evitar que se desarrollen los caracteres sexuales secundarios. 


Ilustrador: Darío Cortizo Morelia (Michoacán, México, 1999). Estudió la licenciatura en Arte y Diseño en la Universidad Nacional Autónoma de México. Desde 2020 ha trabajado como ilustrador y caricaturista en revistas literarias. Sus principales temas de interés son el absurdo y el subjetivismo. Puedes seguir su trabajo en Instagram y Twitter.