Sobre escuchar con atención

Collage por I. A. Bosco

En lo que llamamos “atención” se sintetiza nuestra capacidad de invertir tiempo y energía, dos recursos invaluables y definitivos al ser humano. “Atención” viene del latín attendere, “tender el espíritu hacia”; la aplicación voluntaria de la actividad mental o de los sentidos a un determinado estímulo u objeto mental o sensible. También puede decirse que se trata de “ofrecer consideración, cuidado observante”; en general, el poder de la concentración mental. Aquello a lo que prestamos atención es lo que terminamos por evaluar como valioso. 

Nuestras memorias sonoras más apreciadas son, típicamente, aquellas de la infancia. Algo típico de esta etapa que lamentablemente se pierde a través del tiempo es la apertura a las nuevas experiencias. Quizá ello es inevitable, es un proceso constante e inconsciente, uno crece, las relaciones políticas y sociales que existen desde el día uno, desde el vientre materno incluso, se desarrollan y vuelven más complejas, uno entra en cultura, en lenguaje. Alentar cualquier tipo de sensibilidad artística, en este caso, aquella por el sonido y su organización a través de la confección de piezas musicales, no se trata sobre regresar a un supuesto punto de ideal inocencia, sino de pulir y perfeccionar un sentido humano que, como los demás, disfruta y sufre de “siempre estar ahí”, involuntaria y automáticamente así como rara vez estimulada. 

El consumo habitual, masivo y constante de música tiene sus ventajas y desventajas. Quizá una de las desventajas más fuertes es el olvidar que nuestra forma de organizar el  sonido, la canción como tal; es un acontecer artístico bastante misterioso, bastante sensual, bastante extraño realmente. Lo que buscamos es alimentar nuestra capacidad para la contemplación auditiva. Estamos acostumbrados a que la música se manifieste de la nada, a que todo el tiempo esté sonando, podemos llegar a evadir el hecho de que lo que tenemos enfrente es un suceso bastante increíble, una complicada red de decisiones, de actuar físico, de pensamiento, del manifestar organizado del fenómeno del sonido, simplemente, una de las situaciones humanas más humanas que hay pero, al mismo tiempo, totalmente alienígena y misteriosa. 

Una cita de El medio es el masaje (2001) de Marshall McLuhan: “El oído no favorece ningún punto de vista particular. Estamos envueltos por sonido, forma una red invisible a nuestro alrededor. Decimos la música llenará el aire. Nunca decimos la música llenará un segmento particular del aire. Escuchamos sonidos desde todos lados, sin necesariamente concentrarnos. Sonidos vienen desde arriba, desde abajo, desde enfrente de nosotros, desde atrás, de nuestra derecha y de nuestra izquierda. No podemos apagar el sonido automáticamente. Simplemente no venimos equipados con cubre-oídos. Donde el espacio visual es un continuo organizado de un tipo uniforme y conectado, el mundo del oído es un mundo de relaciones simultáneas”.

Escuchar con atención es algo que llega a suceder despreocupadamente, libre de tanta racionalidad, es un ejercicio como meditar o nadar, es entrar en contacto, en este caso, con el fenómeno de la aparición del sonido y las diferentes manifestaciones y formas que una pieza musical puede llegar a adoptar. Así como otras actividades hipnóticamente liberadoras en las que se incluyen el darse un buen baño, hacer ejercicio, permanecer en silencio o manejar con tranquilidad, así también el escuchar y sólo escuchar es una situación que te lleva con ella y se encarga de que todo lo que tenga que suceder suceda. 

Escuchar con atención conduce a las más profundas realizaciones, aquellas que evaden a las palabras, es algo que no se puede forzar, nadie te puede enseñar a “escuchar bien”, ese compromiso e interacción es de lo más casual y sus resultados, de lo más espectaculares. Cada quien escuchará con atención en su tiempo y forma. 

Toda expresión musical se erige sobre cierto artificio, la predilección por algunas expresiones musicales por encima de otras refleja la sensibilidad específica de la o las personas detrás de su consciente o inconsciente específica inclinación musical; a través de cierta técnica se construye cierto género o expresión, y ello variará dependiendo del tiempo y el espacio en que se produzca. Nunca no hay artificio, toda actividad humana conlleva diseño y edición, son las dos constantes: textos, películas, arquitectura, música, la ropa que usamos, el transporte en el que andamos, etc. Diseño y edición. Los mejores artistas son excelentes editores y buenos diseñadores, buenos mise-en-scéne-eros.

Escuchar con atención no sólo debe hacerse en pro de rastrear la lógica teórica detrás de una pieza específica, sino de entender la lógica poética detrás de su producción, el de ese “mundo de relaciones simultáneas” que existe no sólo “allá afuera” sino dentro de toda canción, expresándose en diferentes tiempos y formas, compartiendo el ser la mezcla de la organización consciente e inconsciente del sonido.“¿Cómo es que esto llegó aquí?”, “¿cómo funciona el que esto esté aquí?”. Alguien decidió, consciente o inconscientemente que este o aquel elemento específico esté aquí y de esta forma. Por más rara, amateur, absurda, compleja, interesante, tonta o minimalista que parezca una pieza musical o una idea dentro de ella, los sonidos que la conforman, así como la canción en sí, no pueden evitar ser nada más que lo que están siendo mientras suceden. 

La gran experiencia psicodélica, aquella de rituales misteriosos y secretos cósmicos que tanto ha capturado la imaginación del humano después de la modernidad, con diferentes niveles de superstición y superficialidad a real rigor del pensamiento e investigación, está aquí enfrente de nosotros todo el tiempo; el misterio de la razón, el misterio de nuestros sentidos en conexión y desarrollo con el mundo y lo que hacemos con ellos son una ciencia así como “ese” gran misterio. Quizá el único requerimiento para volverse consciente del desenvolver de la experiencia es, lentamente y con especial cuidado, empezar a prestar atención, en recostarse a oler y escuchar las flores.

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