Envoltorio de caramelo – Microrrelato de José Alejandro Silva

En el húmedo y helado concreto de la calle, al lado de un farol parpadeante de luz tenue, lo vi, sin nombre. Una vida llena de promesas que no tiene identidad. Abrumado en impotencia y vergüenza, no quise pensar en lo que se escapaba frente a mis ojos, en las neuronas apagadas e inexistentes. 

Traté de no pensar, pero la magnitud de la tragedia era tan grande que no me dejaba evitarlo. A medida que esperaba ayuda sentía que todo un universo moría y ahí seguía yo, parado sin poder hacer nada, observando un milagro olvidado por Dios.

Las sirenas se oían más cercanas. Las luces rojas, azules y blancas manchaban la oscuridad de esa calle. El farol se había apagado por completo mientras el frio de la noche me abrazaba fuerte sin soltarme. Pude ver claramente la desgracia: un poeta, un músico, un pintor, un ingeniero o un doctor muertos. Definitivamente, era la mayor masacre que había visto.

En mis quince años de investigador privado he visto toda clase de salvajadas: degollamientos, apuñaladas múltiples en cadáveres, violaciones, suicidios aparatosos, cuerpos irreconocibles por desfiguraciones. Sin embargo, nunca había quedado sin aliento y tan desesperanzado como en este caso.

Era un bebé, de no más de unos meses de edad, tirado en la acera como envoltorio de algún caramelo genérico. Pero eso que tiraron, esta vez, no tenía nada de genérico, nada de repetible. 


Autor: José Alejandro Silva (Caracas, Venezuela, 2003). Estudiante de comunicación social en Caracas.