La neo-colonización en el arte o sobre la pertenencia histórica

Imagen extraída de Flickr

Los Mármoles de Elgin son una colección de esculturas que pertenecían originalmente al Partenón en Atenas. Fueron adquiridas por Lord Elgin, un nepo-baby inglés del siglo XIX, a través de negociaciones con los otomanos que habían tomado control de Grecia. El Museo Británico alega que ésta es suficiente razón para decir que las piezas se adquirieron legalmente, ignorando completamente que los otomanos ocuparon esa tierra a través de una conquista, o como quien dice, a chingadazos. Aunque no sorprende que Inglaterra no entienda el concepto de colonización, es impresionante que sigamos teniendo que explicarlo.  

Recientemente, la ministra de cultura de Inglaterra, Michelle Donelan, fue tan cínica acerca de por qué no piensan regresar los Mármoles de Elgin (447–438 a.C.) a Grecia que no pude creer que no se le cayera la cara de la vergüenza. 

El Museo Británico cuenta con ocho millones de piezas, por lo que sólo el 1% puede estar en exhibición a la vez. El caso de los Mármoles de Elgin lleva desarrollándose desde los años ochenta, cuando por primera vez Grecia pidió formalmente recuperar las piezas. Sólo queda preguntarse: ¿por qué se aferran a estas estatuas sabiendo que, si las devuelven, pueden sacar otras de su bodega? Para los que tienen la duda, Michelle Donelan nos hizo el favor de explicarlo. 

Resulta que el Museo Británico no tiene mucho de británico que digamos, ya que la mayoría de las piezas fueron adquiridas ilegalmente cuando Europa se estaba haciendo cargo de saquear el sur global a punta de pistola. Algunas de las obras más importantes que forman parte del museo son la Piedra de Roseta (196 a.C.), que le pertenece a Egipto, la Cabeza de Bronce de Ife (siglo XIV), que le pertenece a Nigeria, el Hoa Hakananai’a (1000-1600 d.C.), que le pertenece a Rapa Nui, y la Serpiente Bicéfala (siglo XV o XVI), que le pertenece a México. Donelan dijo, sin temor a Dios, que las obras pudieron haber sido robadas, pero si le regresan sus esculturas a Grecia, abre el caso para que cualquier país reclame sus piezas. Con tal nivel de descaro en su respuesta, hubiera preferido que mientan.

Cuando Grecia reclamó por primera vez el mármol, Inglaterra respondió que no tenían la infraestructura para cuidarlos, a pesar de que los “cuidados” que les habían dado en el Museo Británico (almacenamiento en lugares con exceso de humedad y limpias con ácido) le habían provocado daños irreversibles. La respuesta de Grecia fue construir el Museo del Acrópolis, un espacio impecable, en las mejores condiciones para recibir lo que es suyo. Inglaterra les agradeció amablemente por el esfuerzo y nos recordó una vez más que no les interesa la dignidad de los artefactos históricos, sino tener un eslabón de colonización que como rememoración de la sangre que han derramado. 

Hay muchos debates acerca de piezas que fueron robadas y actualmente se encuentran en museos en Europa. Un ejemplo es el Penacho de Moctezuma (siglo XVI), que se encuentra en el Museo de Etnología en Viena. La teoría más extendida acerca de cómo cruzó los mares es que fue un regalo de Moctezuma a Hernán Cortés, quien le regresó el favor matando a su gente y saqueando sus tierras. El caso es discutido porque no se puede decir que fuera un robo, ya que Moctezuma obsequió la pieza. Creo que, si Moctezuma se hubiera enterado de la colonización que iba a llegar después del obsequio, le hubiera dado algo más impersonal como una tarjeta de regalo del Sanborns. De igual forma, no se sabe realmente si el penacho era del gobernante mexica o si más bien fue utilizado por sacerdotes en ceremonias. A pesar de esto, desde los años noventa el Gobierno mexicano ha luchado por recuperar esta parte de nuestro patrimonio.

En 1991, el Gobierno mexicano reclamó a Austria su devolución. Después de negociaciones que involucraron el préstamo del penacho a cambio de la Carroza de Maximiliano (1864), se realizó un estudio entre 2010 y 2012 para conocer si siquiera era una posibilidad mover la pieza. Al ser un artefacto compuesto de plumas y otros materiales delicados, se concluyó que el penacho no resistiría el viaje.

El debate recae en si transportar el penacho realmente sería lo mejor para el mismo, ya que el manejo de éste desde Austria a México le podría provocar daños irreversibles. También queda la duda de qué tan importante es realmente este ornamento para la historia de México. A pesar del sensacionalismo que lo rodea, contamos con cientos de artefactos dentro de México de mayor valor histórico, y estos quedan arrumbados en el Museo de Antropología para que sólo los vean historiadorxs, gringxs y niñxs de primaria en viajes de la escuela. ¿Realmente vale la pena correr el riesgo de destruir la pieza con el afán de que regrese a nuestro país?

Existen cientos de matices en la plática acerca de objetos históricos. Vimos la conversación global que provocó que Kim Kardashian usara el vestido de Marilyn Monroe en el MET Gala o los debates acerca de lxs manifestantes que tiraron pintura sobre (el vidrio que está encima de) la pintura Girasoles (1888) en la National Gallery. Lo que antes era una transacción entre personas adineradas y acervos de productos culturales, pasa a ser una conversación global con el acceso a la información. Las personas que no pertenecemos al mundo de la compra y venta, pero interesadas en el arte tenemos opiniones que merecen ser escuchadas alrededor de qué se hace con piezas históricas que nos representan culturalmente. Se ha querido justificar que quien paga por la pieza es la dueña de la misma, pero estos objetos únicos, que cuentan con un valor social, no sólo son piezas de mercancía que se pueden intercambiar, ya que atraviesan a poblaciones enteras con su significado. El capitalismo ha querido encontrar el valor de todo aquello que se le cruza con un número arbitrario, ignorando el valor cualitativo que tiene para muchxs que no tienen el poder adquisitivo para recuperarlo.

Los Mármoles de Elgin revelaron la flagrante postura de una de las cabezas culturales más importantes del mundo, completamente nula de perspectiva de formación racial y decolonialismo. Nos dejó en claro que la teoría que ha evolucionado en el sur global y en las minorías raciales pertenecientes al norte global aún no llega a las contrapartes blancas y europeas. El comentario hecho por Michelle Donelan nos recuerda lo que aún falta por recorrer para que la historia del arte en Latinoamérica, África y Asia sea tratada con dignidad por parte de Europa y Estados Unidos y no sólo como una oportunidad de crecimiento económico y de poder. 

En estos artefactos se encuentra nuestra historia y valor cultural ante el mundo. Es importante recordar al Museo Británico no como un museo, sino como una bodega de los saqueos hechos por Inglaterra durante la colonización y el hecho de su no cooperación para que sean restituidas un acto de neo-colonización.