Ojalá que en alguna de las cosas que estoy por teclear encuentres consuelo, abrigo y abrazo, encuentres espacio, porque eso es lo único que necesitas para ser
y… ser es más que suficiente
Cicatrices de Oro, Poemario Azul
Como muchas personas, he pasado por momentos difíciles a lo largo de la vida: despedidas, desamores, sufrimiento, pérdida. Y aunque no sabía exactamente cómo lidiar con todo eso, siempre supe que podía contar con alguien. Cuando leo a María Borja pienso en aquella amiga cuyas palabras siempre estuvieron para mí en los momentos más difíciles. Lo peculiar de esas palabras no era su grado de verdad, ni su abundancia, sino su completa honestidad.
La autora, también conocida por su seudónimo y proyecto artístico Cicatrices de Oro, se acerca al público a través de lo personal. Sus versos resuenan como un consejo, como una palabra de aliento, pero sobre todo como un sentimiento compartido. El Poemario Azul (Aquelarre de Tinta, 2022) nos dice, entre muchas otras cosas, que ante la adversidad no estamos solxs, siempre tendremos a alguien; si no es a una persona en particular, ese alguien podemos ser nosotrxs mismxs.
He acariciado a la gran naturaleza, y he buscado al calor del ideal, el verso que está en el astro en el fondo del cielo, y el que está en la perla en lo profundo del océano.
Rubén Darío, “El rey burgués”, Azul, Biblioteca Edaf, p. 28
El título del poemario en un primer momento nos remite a Rubén Darío, que llamó a su libro por el nombre de este mismo color. En “El rey burgués”, uno de sus cuentos más representativos, hay un personaje en el que pueden observarse claramente dos valores de lo azul: el primero representa la belleza aérea, el ideal, todo lo esperanzador; el segundo es el desencanto marino o la envolvente pena que nos hunde. La vida del poeta protagonista se resume en eso. Entra a los dominios de un rey con la ilusión de crear su bello arte, pero es rechazado y encomendado a tocar una caja musical para ganarse el pan. Trabaja exhaustivamente sin poder gozar de las riquezas del reino hasta que encuentra su destino fatal.
La resolución de su historia apunta a que sólo hay dos vías: el gozo o el sufrimiento. Si padecemos una no podemos padecer la otra. Si el poeta llegó a ese azul envolvente y mortal, no puede escapar de él. Más allá de esta dualidad literaria que nos ofrece Darío, el azul tiende a pensarse típicamente como la tristeza. En inglés, para decir que alguien sufre de melancolía se utiliza la frase “feel blue”, traducido literalmente como “sentirse azul”. La imagen predominante en el imaginario todavía es la del azul como tristeza y, a su vez, como un sentimiento negativo.
Cicatrices de Oro retoma estas ideas y las invierte. También nos recuerda que existen muchas formas de pensar lo azul. Lo azul como la naturaleza (la vida, el cielo, los cuerpos de agua) también como aquello más allá de lo observable (la magia, el cosmos, lo sideral); y, por último, como lo humano en donde se puede encontrar todo eso y nada. A diferencia del destino del poeta, el azul de María no es algo definitivo. Es lo humano: un estado cambiante y múltiple. Es sentimiento, sensación, experiencia y lugar.
Sobre lo que conforma este universo poético
El poemario inicia con “Mujer/niña” una carta de María Meixueiro dirigida a María Borja, nuestra autora En ella recalca que se encuentra en una etapa definitoria en su vida, caracterizada por varios eventos importantes: la enfermedad, el término de su carrera, las veces en las que experimentó con sustancias, etc. Después menciona cómo el hecho de empezar a escribir marca el inicio de una nueva etapa en la que tiene “las alas abiertas” aunque con algunas “plumas perdidas”. Después, afirma que será la “novata del resto de su vida” y tendrá que ir aprendiendo en el camino.
Inevitablemente, esta carta remite al primer verso con el que Vicente Huidobro da inicio a su gran obra Altazor: “Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor”. En ambos casos existe la superposición de la adultez/infancia. Altazor nace a los treinta y tres años; María, en cuanto empieza a escribir sobre sus momentos difíciles y se reconoce como adulta. Aunque ya se encuentra en ese periodo de vida, sus experiencias y las que vienen representan algo a lo que nunca antes se había enfrentado; por ello, se aproximará con inocencia e ingenuidad infantiles.
También está presente el símbolo de las alas. Recordando un poco más el poema de Huidobro, el argumento indica que se podría tratar de un pájaro cayendo hacia la muerte o el nacimiento. En el Poemario Azul se describe también el vuelo y la caída, pero no una caída definitiva. La obra es un viaje por la infancia/adultez simultánea, en el que para volar tienes que caer y viceversa. Esto inevitablemente llevará a un aprendizaje. El viaje no tiene una ruta definida, es un proceso que ocurre en distintos momentos, del mismo modo que la vida. Y como bien dice María, implica libertad “para equivocarse, para enmendar, para escoger”, libertad que también conlleva obligaciones y derechos. Sólo de esa manera, María y quien lee pueden asumirse como dueñxs de su destino.
Más adelante, en el prólogo, el foco vuelve hacia lx lectorx y se manifiesta su importancia para la adquisición del sentido de la obra. Si no hubiera “ojos que […] vieran” y “corazones” que se permitieran sentir las palabras, éstas no serían más que “materia muerta”. Cabe recalcar que la poeta reconoce la fuerza de su obra en lo colectivo, no sólo por el público lector, también por el trabajo de las otras artistas. A lo largo del poemario encontraremos imágenes hechas por diferentes ilustradoras que dan una nueva dimensión a lo escrito.
Las tres partes correspondientes al resto del poemario son “Sobre la identidad”, “Sobre el cambio, la pérdida y el duelo”, y “Sobre lo que no cabe en otras categorías”. Antes de profundizar en cada una es necesario hablar del seudónimo de la autora. Cicatrices de Oro es una referencia directa al Kintsugi, técnica japonesa para reparar las fracturas de cerámica con resina de oro.
Era lo que era. Y también eso que había dejado de ser. Un plato o un jarrón azul roto, cuyas piezas había aprendido a juntar y componer
Cicatrices de Oro, Poemario Azul, Aquelarre de tinta, p. 21
Se relaciona con una filosofía que plantea las fracturas como parte de la historia de un objeto, y análogamente, las cicatrices como parte de la historia de una persona. En lugar de ocultar esas marcas vale la pena mostrarlas porque representan nuestra trayectoria en la vida. Todos los poemas tienen un poco de esa filosofía en menor o mayor medida. En algunos, las referencias al Kintsugi son explícitas y se rescatan los motivos de la porcelana, las grietas, las heridas y la fragilidad; en otras sólo se esbozan.
Acéptalo, quiérelo, celébralo, exprésate a través de él. No pases un sólo día más avergonzada de haber nacido en esta piel.
Cicatrices de Oro, Poemario Azul, Aquelarre de tinta, p. 23
La primera parte, como podemos adivinar por su título, se centra en la identidad en sus dos planos: el mental y el corporal. La voz lírica cuestiona su ser frente al otro y lo otro. También aprovecha para hablar sobre el amor propio. Nos invita, sobre todo, a pensarnos de manera diferente, a reconocernos y querernos por nuestras diferencias.
Como había comentado en un principio, uno de los símbolos predominantes en el poemario es el mar. En “Sobre la identidad” este símbolo posee significados múltiples. En el poema del mismo nombre, las cualidades del mar se superponen con la naturaleza del ser humano. Algunas veces se mostrará tranquilo, pero en otras se regirá por el principio de la destrucción. Somos una fuerza de la naturaleza dual, “tormenta y calma”.
No podemos olvidar que los cuerpos de agua en general representan la transformación. Como diría el filósofo Heráclito, si es que así lo dijo, “nadie pasa por el mismo río dos veces”. Para la poeta, el ser humano es como un líquido que fluye libremente. Aunque aparentemente sea igual siempre, cambian sus ideales y forma de actuar.
No te desanimes. Es doloroso crecer, pero también liberador. Aguanta, pues tu piel se expandirá y cubrirá tu esqueleto, por más que este mute y crezca.
Cicatrices de Oro, Poemario Azul, Aquelarre de tinta, p. 27
La segunda parte se centra en situaciones más concretas. Sin dejar de poner sobre el papel sus experiencias personales, María toca el tema del crecimiento mientras visita los rincones de su infancia, el lugar donde “descansa su esencia”. Escribe sobre la muerte (en parte, por lo ocurrido por la pandemia), el desamor, la incertidumbre y, en general, plasma el proceso de lidiar con eventos dolorosos.
Nunca me ha gustado definir, delimitar. Categorizar deja poco espacio para lo que es y mucho lugar para todo lo que pudo haber sido.
Cicatrices de Oro, Poemario Azul, Aquelarre de tinta, p. 77
La última parte, como indica su nombre, no tiene un eje temático claro. Lo más destacable son las composiciones relacionadas con temas de interés social. Cicatrices de Oro escribe un poco sobre las dificultades de vivir en un país como México, donde predomina la violencia hacia la mujer. Hay incluso un poema que aborda la salud mental, desafortunadamente, las composiciones centradas en ese tema no son tan abundantes.
Para algunas personas este poemario podría caer en un discurso similar al de los libros de autoayuda. El contenido de los poemas intenta motivar a encontrar una solución sin decir la manera de hacerlo. Sin embargo, la diferencia radica en que María no habla desde una posición de autoridad, habla desde lo personal y lo extrapola en reflexiones sobre distintos aspectos de la vida. Pretende compartir desde lo individual y construir un vínculo entre artistas y lectorxs.
A momentos se me olvida, pero intento recordarme que mostrarme clara y cristalina, que ser frágil y vulnerable, es mi mayor fortaleza.
Cicatrices de Oro, Poemario Azul, Aquelarre de tinta, p. 28
El Poemario Azul ya está disponible en librerías y en la página de la editorial Aquelarre de Tinta en formato digital.