Me acuerdo de cuando fui repostera, la primera vez que hice flan me quemé el brazo izquierdo con caramelo. Todavía tengo la cicatriz.
Me acuerdo de que el ombligo es una cicatriz.
Me acuerdo de mi mamá cuando me decía: “¿Y ahora, estás encuerdada?”, cuando yo no quería irme a dormir temprano.
Me acuerdo de mi mamá cuando decía: “Desaparécete”.
Me acuerdo de que “si rozo todo superficialmente a través de la frágil literatura voy a saber todo aunque no sepa nada”, escribe Cecilia Pavón en el poema “Vacaciones”.
Me acuerdo cuando no conocía el significado de la palabra masturbación. Pasaba un cubo de hielo entre mis labios hasta que se derretía.
Me acuerdo de las flores blancas del hueledenoche, se abren al atardecer.
Me acuerdo de que cuerda puede ser sinónimo de soga.
Me acuerdo cuando vi La soga de Alfred Hitchcock.
Me acuerdo de que hoy es día del Verbo Encarnado.
Me acuerdo del saludo que hacíamos todos los días en el colegio de monjas al que asistí durante nueve años: “Alabado sea el Verbo Encarnado”. Y la respuesta: “Para siempre, amén”.
Me acuerdo de que Mozart ya tocaba el piano y escribía notas en el pentagrama a los tres años, lo leí en Yo también me acuerdo de Margo Glantz.
Me acuerdo de que la cara de Mozart estaba picada de viruela, lo leí en Esto no es una novela de David Markson.
Me acuerdo de que Las genealogías, de Margo Glantz, es un intento para recuperar a sus padres y, al mismo tiempo, integrarse a sí misma.
Me acuerdo del día que pedaleé por Reforma, desde la palmera hasta el Ángel, también conocido como el Monumento a la Independencia.
Me acuerdo de que Margo Glantz nunca aprendió a andar en bicicleta, tampoco sus padres sabían hacerlo.
Me acuerdo de que esta colección de recuerdos tiene la intención de ser un homenaje a Yo también me acuerdo, de Margo Glantz.
Me acuerdo de que Margo Glantz hizo un homenaje, en ese libro, a Joe Brainard y Georges Perec.
Me acuerdo de un libro que saqué en préstamo de una biblioteca pública, tenía subrayada con lápiz la frase “bella metáfora”.
Me acuerdo de que encontré un boleto de tranvía de febrero de 1908 en la biblioteca del Seminario Conciliar.
Me acuerdo de que David Markson creó un personaje: el Escritor, quien está bastante tentado a dejar de escribir.
Me acuerdo de que aprender a escribir está siendo más difícil que cuando aprendí a andar en bicicleta.
Me acuerdo de que desde que soy jardinera la piel de mis manos está cambiando.
Me acuerdo de que uso pomada de gobernadora para no tener la piel reseca.
Me acuerdo del aroma intenso de la gobernadora, flor del desierto.
Me acuerdo de que el cempasúchil también es una flor de aroma intenso.
Me acuerdo de que el año pasado puse un altar de muertos encima del librero que está frente a mi cama.
Me acuerdo de que Nora Catelli explica en su ensayo “En la era de la intimidad”: “En la autobiografía el vacío es la suma de todos los ‘yos’ anteriores al momento de la escritura; sólo existirán sus máscaras y éstas no se le asemejan”.
Me acuerdo de cuando era niña, me gustaba verme en el espejo del clóset de mi mamá cuando era noche, hacer gestos, luego me asustaba del reflejo y me iba corriendo.
Me acuerdo del día en que murió la reina de Inglaterra, Isabel II: antier.
Me acuerdo de mi sorpresa cuando supe que chaparral, creosote y gobernadora son diferentes nombres para la misma planta.
Me acuerdo de las gotas de microbicida a base de plata ionizada que usamos en México para desinfectar la lechuga y las fresas.
Me acuerdo cuando el cólera era una epidemia viva, pasaban todo el día en la televisión anuncios recordando el lavado de manos antes de comer y después de ir al baño.
Me acuerdo de que cuando era niña buscaba la leyenda “Hecho en México” en cualquier cosa que compraran mis papás; casi siempre encontraba “Made in China”.
Me acuerdo de que Joe Brainard recuerda un sueño en el que pudo volar (sin avión).
Me acuerdo cuando soñé que Marisa Paredes me daba un aventón a Ciudad Juárez, volábamos las dos y veíamos una montaña pintada con un grafiti.
Me acuerdo de que en algún momento deberé acabar con este cortar y pegar de los recuerdos.
Me acuerdo de Ctrl+C y luego Ctrl+V.
Me acuerdo del proceso de montaje: ensamblar todos los planos, escenas y secuencias en la película definitiva.
Me acuerdo de que Walter Benjamin propuso el concepto de montaje literario: “No tengo nada que decir. Sólo que mostrar. No hurtaré nada valioso, ni me apropiaré de ninguna formulación profunda”.
Me acuerdo cuando tronaba la cuerda del tendedero y se caía la ropa recién lavada.
Autora: Ana Mayela De Velázquez Farfán (San Luis Potosí, 1986). Maestra en Creación Literaria por la Universidad de Texas en El Paso y licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Fue becaria del programa Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en el periodo 2017-2018. Algunos de sus textos han sido publicados en las revistas Nueva York Poetry Review, Campos de Plumas y Norte/Sur.