Ciencia ficción y la caída del sistema: “La Máquina se detiene”, de E. M. Forster

Una habitación hexagonal bajo tierra cuya decoración ha sido reducida a varios paneles de botones para accionar comodidades. Luz, cama, aire fresco, baño, ducha, música, comida, toda necesidad es satisfecha por la Máquina en el confortable entorno de seis paredes que en conjunto asemejan un panal construido para abejas reinas. El mecanismo es tan perfecto que termina por mecanizar a sus habitantes.

E. M. Forster (Londres, 1879-1970), novelista certero y crítico de la diferencia de clases, construyó en 1909 este entorno de ciencia ficción salvaje, directo y vigente. La Colección Relato Licenciado Vidriera, de la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), rescata La Máquina se detiene, novela corta originalmente publicada en 1909 que alberga este esotérico sistema.

Cinco décadas antes de The Twilight Zone, más de cien años antes de Black Mirror, antes incluso de la televisión, los aeroplanos y el cine como industria cultural, La Máquina se detiene bien podría ser un capítulo de una serie antológica o una distopía cinematográfica de cualquier plataforma de streaming. Estas comparaciones podrían parecer anacrónicas, pero son posibles en la medida en que la literatura de E. M. Forster, a pesar de que nunca se distinguió por explorar las posibilidades de la ciencia ficción, logra generar una trama más actual que las novelas de Asimov y más verosímil que las de H. G. Wells.

Como toda buena historia de sci-fi, presagia adelantos tecnológicos sumamente atrevidos para las posibilidades de su época, al mismo tiempo que lanza juicios aún vigentes. Proezas técnicas, como videollamadas, asistentes inteligentes, casas domóticas y vehículos autónomos aparecen en La Máquina se detiene, del mismo modo que entre líneas se logran distinguir críticas sociales certeras: el aislamiento, la individualización de la sociedad, la mecanización de la humanidad y las consecuencias del Antropoceno en el entorno.

En medio de un ruido maquinal perpetuo al que ya se han acostumbrado las personas y por lo tanto nadie nota, Vashti, una mujer dedicada a la investigación y las conferencias (siempre remotas), vive en un hexágono confortable que prácticamente ninguna vez ha abandonado. Sus necesidades se satisfacen al alcance de una pulsación. Si tiene sueño, por ejemplo, basta con presionar algún botón para que del suelo emerja una suave cama. La facilidad de acceso a todo lo que en cualquier momento necesite para vivir en realidad esconde que su propia vida ha quedado desprovista de todo contacto, no sólo humano, sino natural. Tiene amigos y amigas con quienes puede charlar a través de artefactos audiovisuales, se alimenta de comida que no es comida auténtica, escucha música y lee libros cuya sensibilidad domina, pero no identifica ni comprende. Esto recuerda, inevitablemente, al encierro pandémico, al teletrabajo y al aislamiento social de nuestros últimos años.

Detrás de las telecomunicaciones, los productos y los botones, está la Máquina, una obra faraónica de ingeniería construida por y para los seres humanos. Pronto descubrimos que los engranajes y su configuración han representado el horizonte único de lo real para las personas que la habitan, como una suerte de actualización ciencia ficcional de la caverna de Platón. La superficie, ahí donde se encuentran el pasto, las montañas y los paisajes, es sólo accesible con una solicitud al Comité Central de la Máquina, pero casi nadie quiere salir. Aunque se dice que el aire es tóxico, en realidad el mundo exterior no genera miedo, sino indiferencia.

¿Por qué salir si la Máquina lo tiene todo? Se puede interpretar que esa construcción mecánica es una alegoría de la estructura del statu quo más que una conspiranoica desconfianza en la tecnología. El instrumental futurista de esta novela corta funciona como medio para denunciar la configuración social que generan las máquinas y no esta ingeniería en sí. Hay críticas a la inmediatez, la (des)conexión y la desensibilización de lo natural, del arte y, finalmente, de lo humano. En los tiempos de Forster, las condiciones sociales dejaban entrever la gran guerra, la gran depresión y la gran industrialización del trabajo obrero, eso era la Máquina hasta entonces. En nuestros tiempos este mecanismo podría ser clarificado como el sistema capitalista y su tendencia a reinventarse en medios electrónicos para no morir a pesar de las grandes crisis que sigue provocando. Facebook, Zoom, Instagram y Skype tienen fuertes repercusiones en los mundos de vida de sus usuarixs, igual que la Máquina en sus habitantes.

Kuno, el rebelde hijo de Vashti cuyo contacto con él se limitó a la crianza producto de un estricto proceso de selección por parte del Comité Central, videollama a su madre para convencerla de que hay algo que tiene que contarle y no puede ser dicho a través de la Máquina. Ese algo termina por carcomer la curiosidad de Vashti, quien abandona su habitación para visitar la de su hijo. Este encuentro la llevará al otro lado del mundo en un trayecto sorprendentemente corto. El abandono del hexágono produce el conflicto central de la novela, pues el movimiento aleja progresivamente a los personajes de la Máquina y su paz artificial.

Esta crítica va mucho más allá del think outside the box (“pensar fuera de la caja”) y lleva a notar que la Máquina ha previsto casi cada detalle, excepto los efectos del pensamiento crítico y los afectos sensitivos de aquello que no es artificial. El título de la novela es un spoiler del final, pero lo interesante es que la Máquina cuenta con un Comité Reparador que se encargará de hacer los ajustes necesarios donde sean requeridos para evitar la descompostura de todos los mecanismos. Estos ajustes y desajustes en lo técnico, sumados a los interpersonales y sensitivos de Vashti y Kuno, son grandes metáforas que reflejan el cuestionamiento del statu quo y adquieren vigencia por las crisis preapocalípticas que experimenta el sistema capitalista y, por extensión, los grupos humanos que se rigen bajo sus reglas.

Quienes deseen indagar desde la ciencia ficción si es posible detener los engranes del sistema, pueden comprar La Máquina se detiene, de E. M. Forster, en la tienda en línea de Libros UNAM y en la red de librerías de la Universidad.