Descentralización literaria: a propósito de la poesía indígena (actual) centroamericana

El pasado 3 de septiembre de 2021, la Biblioteca Nacional de Costa Rica y la Revista Literaria Ajkö ki organizaron el I Recital de Poesía Indígena Actual en Centroamérica: “Cantos a la naturaleza”, llevado a cabo en el marco del Bicentenario. 

En este evento se contó con la participación de los(as) escritores(as): Alfred Guill Hait y Franklin Ortiz (Nicaragua); Severiano Fernández y Mariana Bejarano (Costa Rica); Negma Janetth Coy y Miguel Ángel Oxlaj Cúmez (Guatemala); Aiban Velarde y Esteban Binns (Panamá) y Xiomara Mercedes Cacho Caballero (Honduras).

Cabe destacar que esta actividad es pionera en la región, ya que nunca se había organizado un espacio de este tipo, lo cual es un gran logro para el campo literario centroamericano, que a su vez incentiva este tipo de eventos en otras partes de Latinoamérica. 

Este espacio cultural tuvo como propósito visibilizar la producción literaria de carácter regional desde y por el istmo en sí, acción pertinente mencionada por Werner Mackenbach en Intersecciones y transgresiones: propuestas para una historiografía literaria en Centroamérica (2008); así como también reconocer y reivindicar la cultura de la población indígena de la región centroamericana, la cual ha sido ubicada en un espacio periférico, debido a las fuerzas de poder de los discursos oficiales.

Por este motivo, la población indígena ha sido segregada y, por ende, vista desde la otredad, de los “otros” dentro de los discursos oficiales. Conviene hacer las siguientes interrogantes: ¿Cómo se mueven las literaturas indígenas desde las regiones? ¿Existen estudios críticos o historiográficos que sistematizan el campo indígena? 

De acuerdo con lo anterior, debe acotarse que la literatura indígena se ha visto relegada y excluida. Evidencia de ello es la poca, por no decir nula, sistematización y teorización de la crítica y la historiografía literaria tradicional. En cuanto a ello, Magda Zavala («La literatura indígena centroamericana ayer y hoy», en Revista Andina de Letras, 1998) menciona que las literaturas indígenas “lo son, tanto por su pertenencia étnica de su productor (individual o colectivo, actual o pasado, identificable o anónimo), como por la naturaleza de sus textos que se construyen sobre la base de los discursos propios de los pueblos”.

Como se observa en la cita de Zavala, las literaturas indígenas versan sobre la riqueza cultural e identitaria que propician lo heterogéneo, aspectos vistos e interpretados por la hegemonía del poder como “raro”, “exótico”, “primitivo” ajeno a los parámetros homogeneizantes que silencian lo diverso. En consecuencia, las practicas discursivas que atañen a lo indígena, se encuentran en lo que Yuri Lotman (La semiosfera 1. Semiótica de la cultura y del texto, 1996) denominó como frontera, ya que siempre están en constante batalla por ser leídas y tomar espacios en la academia. Este tipo de prácticas discursivas pugnan por entrar y, por tanto, ser aceptados dentro de las semiosfera (canon y sistema literario central).

Ante este panorama desalentador, la descentralización literaria es esencial para visibilizar a los(as) escritores(as) que buscan hacerse un hueco dentro del canon y del sistema literario de sus respectivos países, debido al poder hegemónico de centralización literaria que, de alguna manera, tienden a excluir las producciones literarias que no se ubiquen dentro de la óptica epistemológica europea. Muy al respecto, cabe mencionar a Zavala quien comenta que se hace difícil pensar que “textos recogidos en las comunidades indígenas de hoy llegan a ser canonizados por la crítica literaria y cuando esto ocurre, se debe a que reciben el respaldo de la autoría de un escritor o científico que sirve de intermediario”. 

E incluso así, como también apunta Zavala, son tomados en consideración sólo si son respaldados por una persona que tenga formación en literatura, lo cual deja evidencia el grado de subalternidad a la que ha sido sometida la población indígena a partir de la violencia epistémica generada por la hegemonía europea. En este caso, porque según Walter Mignolo (2007) persiste “la creencia hegemónica —cada vez más extendida— de que era superior en el plano racial, el religioso, el filosófico y el científico. Una de las consecuencias […] de pensamiento (y posteriormente, las estadounidenses) permiten decir qué es”.

Por tal razón, este tipo de encuentros culturales buscan darle voz a las producciones literarias que desde los márgenes producen y dan cuenta de la existencia de la literatura regional, lo que implica descolonizar el imaginario de la cultura central (hegemonizante) que atenta con sepultar el saber textual, socio-discursivo y cultural de los pueblos indígenas.

Así pues, la labor de instituciones gestoras de cultura, donde se generan espacios contrahegemónicos por y para beneficio de la cultura, como el recital de poesía celebrado hace algunas semanas, evidencia las dinámicas de producción y recepción local en la literatura de la región centroamericana. Inclusive, cabe destacar la publicación de artículos académicos que, en algunas ocasiones, operan desde la arqueología y genealogía porque a veces se parte de construir el corpus, al haber pocas investigaciones que versan sobre las literaturas indígenas, en comparación con otras literaturas.

Todo este esfuerzo contribuye a llenar los vacíos que coexisten dentro del campo literario regional y sus respectivas dinámicas textuales que han carecido de una mayor visibilidad por causa de “las limitantes homogeneizadoras impuestas por la historiografía literaria del siglo XX” (Kimberly Huertas, «Literatura regional costarricense: un acercamiento contrahegemónico», 2021). 

Por lo tanto, se promueve el conocimiento de poetas, literatos y académicos interesados en la crítica y la historiografía literaria. Un claro ejemplo ha sido este recital poético, el papel de las revistas culturales y literarias, la aparición de estudios que, desde la crítica y la historiografía, sistematizan las literaturas indígenas (artículos de opinión, ensayos, la publicación de antologías, entre otros.). Así como la creación de espacios de investigación y de intercambio académico, no solo a nivel centroamericano, sino también Latinoamericano, los cuales contribuyen a llenar algunos de los vacíos que existen en las Historias literarias como consecuencia de la influencia del positivismo decimonónico. 

Por tanto, con claro motivo, es imperativo subvertir la centralización literaria, con el propósito de dar cabida a esas voces que desde los márgenes producen y nos muestran, en este caso, la riqueza cultural e identitaria del campo indígena. Debemos luchar por dar a conocer voces segregadas por el canon y por la hegemonía literaria, y no sólo hablo en el ámbito indígena, sino en otros espacios que han sido sepultados por el sistema literario “nacional” (central) y el canon. Por ejemplo, se carece de estudios de literatura afrodescendiente, literaturas regionales, literatura queer, etc., en comparación con otras prácticas literarias y subjetividades. 

Para en el caso de los trabajos críticos desarrollados en Centroamérica, “han considerado a las literaturas indígenas fuera de los márgenes de lo literario o en sus bordes, y les han atribuido poco valor frente a la literatura ilustrada, salvo algunas excepciones” (Magda Zavala). Desde lo anteriormente dicho, se comprueba que el caso de istmo no difiere en lo absoluto de otras regiones latinoamericanas. La producción literaria de carácter indígena ha sido vista desde la otredad; es decir, como el “Otro” a partir de la óptica de los discursos hegemónicos.

Esto provoca que se niegue el aporte indígena y la existencia de literatura anterior de la Colonia así como de la actualidad; es decir, persiste el imaginario discursivo de orden colonial que reprodujo la idea de que lo indígena es irracional, y, por ende, la historiografía literaria tradicional presta atención a las producciones que calcen dentro de los parámetros homogeneizantes.

En definitiva, debe construirse el imaginario colonial de las Historias o proyectos de investigación sobre historiografía literaria que tienden a fundar un modelo de identidad homogeneizador. Es necesario romper con las categorías historiográficas de tradición positivista que buscan incluir y excluir (clasificar). Así, por ejemplo, el concepto de periodización y generación, entre otros términos basados en fechas de nacimiento, lenguaje, rango educativo, ideología dominante, y modelo económico, para lograr propuestas necesarias para el futuro diseño de nuevas Historias de la literatura donde se permita una dialéctica heterogénea en la historiografía literaria. 

Una propuesta por las que abogo y que algunos estudiosos de la literatura han recalcado es la de instaurar Historias de la literatura cultural, en detrimento de las Historias de la literatura nacional, con el fin de establecer diálogos que permitan la inclusión de la “multiplicidad” y “diversidad”, con acceso a formaciones discursivas a partir de las tensiones, choques y contradicciones otorgadas por los mismos textos. En otras palabras, se propone fundar una corriente historiográfica basada en la multidisciplinariedad que se rija dentro de lo que el teórico Even-Zohar denominó como polisistema, donde se tenga acceso al diálogo.

Por lo tanto, a modo de conclusión de este escrito, me permito retomar las preguntas retóricas planteadas en las primeras páginas de este artículo como estocada final, puesto que tal y como nos hemos dado cuenta sí se produce literatura indígena, aunque muchos todavía no quieran reconocerlo. 

Sin embargo, se ha visto un auge de estudios críticos y de historiografía literaria que se han dado a la tarea de proponer nuevas categorías y métodos de investigación que no invisibilizan lo diverso, lo híbrido y heterogéneo que tanto caracteriza a este tipo de producciones. Es necesario todo un cuerpo investigativo multidisciplinar para visibilizar las literaturas indígenas en la historia literaria. 

Por ende, no sólo se trata de repensar el campo literario de corte colonial y hegemonizante, sino actuar a manera de reivindicación “para comprender mejor cómo se moldean los comportamientos e identidades colectivos e individuales” (Mackenbach, 2008), en el caso de la cultura indígena.


Autor: Kimberly Huertas Arredondo (Costa Rica, 1994). Bachiller en Enseñanza del Castellano y la Literatura. Actualmente, cursa estudios de posgrado en la maestría en Literatura Latinoamericana y en Archivística en la Universidad de Costa Rica, Sede Rodrigo Facio, Costa Rica. Entre sus líneas de investigación figuran la literatura latinoamericana, la historiografía literaria, tradición camusiana, literatura comparada y el patrimonio cultural de las regiones y las literaturas regionales. Dentro del campo cultural, lucha por dar a conocer voces segregadas por el canon y por la hegemonía literaria. Trabajos suyos aparecen publicados en Semanario Universidad, de la Universidad de Costa Rica, en la revista Primera Página, la Revista electrónica de Literatura Hiedra, Kametsa y en Santa Rabia Magazine. Además, será publicada en la Antología Los gritos de Medea: Magia, otredad y extranjería en la poesía feminista costarricense (1985-2021) (en prensa). En 2021 empieza a dar sus primeras ponencias en coloquios y congresos a nivel nacional e internacional.