¿Qué les pasa a los cuerpos cuando coger está a un tap de distancia? ¿Qué les pasa a las relaciones cuando hay ketamina? ¿Qué les pasa a los signos zodiacales cuando Ofiuco, el decimotercer signo, descoloca las fechas del calendario astrológico? ¿Qué hay en el sexo con heterosexuales que tanto encanta a Rodrigo Ciantoro? Aquelarre de Tinta publicó recién Dicknidad (2021), de Dave Brennan, y sus páginas contienen un catálogo de experiencias de una comunidad gay interesada en la cultura pop, las relaciones de una noche, las aplicaciones y las drogas recreativas.
Con una foto en la portada que se asemeja a una constelación y un diseño que se parece a los libros de texto de educación básica de la SEP en los noventa y dosmiles, el libro propone trece historias, experiencias, cogidas, encarnadas por Rodrigo Ciantoro: sagitario, uncut, TDAH, amante de la ketamina, la música de Lana del Rey, Grindr y los heteros. Ro busca en Berlín, CDMX y Sudáfrica orgasmos profundos acompañados de música especialmente seleccionada para el momento o para el wey que tenga en frente. A los veinticinco, tiene bien desarrollada la habilidad de venirse cuando se lo proponga y de recordar bien los signos de las personas y las capitales de varios países.
Lleno de individualismo, Ro intenta habitarse a sí mismo y a los demás con su visión del mundo. Hay un halo hedonista en la mayoría de los textos, pero un lado reflexivo y otro moral se asoman entre líneas. Este debate de voces que no son necesariamente diferenciadas, pero sí esencialmente distintas, juega en el territorio de las categorías del caduco psicoanálisis —ello, yo y superyó— y coquetea con las particularidades de su carta astral —signo solar, signo lunar y signo ascendente—. Ro es su deseo, su ser y su deber ser al mismo tiempo. Asiste lleno de contradicciones al Imperial, al Plaza Condesa y a varios festivales. Sus experiencias, saberes y sentires son reflejo de su pertenencia a una clase media solvente capaz de hacer contactos, amigos y ligues alrededor del mundo. Un conecte y un dealer por ciudad, Ro avanza hacia conocerse a sí mismo tanto como a descubrir los límites de su erotismo.
El libro cuenta con una amplia bibliografía, hemerografía y videografía en forma de referencias a la cultura pop. Betrix Kiddo se enfrenta a Drogon, de Game of Thrones, mientras termina de sonar “Let it happen” de Tame Impala en Apple Music y empieza “Imaginary” de Evanescence al tiempo que Dave —perdón: Ro— inhala cocaína del pene de algún berlinés. La lista de reproducción de Spotify del libro es el acompañante perfecto para devorarlo —el libro 😉— como una línea de ketamina: hasta el final. Las series y películas que se mencionan tampoco tienen desperdicio.
Ro voltea a uno que otro heterosexual a lo largo del libro, pero cuestiona constantemente su atracción hacia ellos. El premio no es el orgasmo de tal evento, sino voltearlos cual todos los tazos: de un solo chingadazo. Pero las preferencias sexuales no pueden ser un objeto de deseo. Aun así, Ro enrarece la heterosexualidad con música pop y unos segundos allá abajo. Los relatos, uno más raro y efímero que el otro, se enmarcan en un contexto mayor que da cuenta de un estilo de vida posmoderno que luce novedoso en esta nueva corriente de literatura LGBT+. Ro es lo que hubiera sido de Adonis García si usara Grindr, fuera rico y creyera en los horóscopos.
Dave Brennan es ágil e intrépido en su escritura. No deja cabos sueltos, porque en primer lugar nunca buscó atarlos. El libro parece una versión hiperactualizada, tropicalizada y etarizada de Sudor, de Alberto Fuguet, obra que, comparada con la de Brennan, se antoja anacrónica. Dicknidad no tiene ningún dejo en declararse contemporáneo, atrapado en su contexto, en Grindr, en el mundo antes y después de la pandemia y sus contradicciones. No hay puertos a los cuales Dicknidad tenga un arribo programado, pero eso no limita su valor. Es apenas políticamente estimulante, pero muy útil para plasmar el viejo lema del feminismo: “lo personal es político”. En Dicknidad el sexo, el scat, la ketamina, la música, el ocio y la astrología son políticos. Esta obra vive, pues, a la manera de Owen: sin timón y en el delirio.
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