Roza mi rostro
el viento de febrero,
caminante de un tiempo
en la vereda de la vida,
he aprendido a oír
los murmullos del bosque,
y en secreto, a sus habitantes
al pájaro, corazón y alma
al ciervo, esquivo del traidor
y al zorro, tras otros secretos.
No es mío el jardín de la Tierra,
sólo nos ha sido prestado
para venerarlo, los custodios
de su inmensidad; así una flecha
dirige a la rosa de los vientos.
En un dialogo con su espejo,
dan los reflejos de paisajes
donde aire y agua convergen,
tempestades de grises efluvios
en las alturas, justo nace el Sol.
Flor de la campiña,
silvestre arcoíris en tapiz,
escucho su quietud
al mecer del viento,
espíritu atado a la tierra,
late con el pulso de la vida;
abejas y colibríes alrededor
tras su elixir llevan la semilla
del polen en un viaje indómito
al Sur, en el confín de su retrato.
Luces en el mar, cristalinas
aguas y Sol en transparencia,
retocan matices y huyen
los colores, en los fulgores
del espejo, el caleidoscopio
es vaivén de terciopelo
y fuego, juega con zafiros
y esmeraldas en cascada,
rielan y brillan sus horizontes;
así, la marea rueda en su oleaje.
Y en la montaña, el puma aquel,
colmillos de sable y gruñidos,
cuenta historia de guerra
en el dominio, cruel batalla
libra; y perenne hace suya
la libertad de su marcha
y su búsqueda, el asombro
de su herencia, y trascender
hacia el futuro para colmar
de su presencia, el vergel.
En el cielo, un bumerang
de aves, rápido juego de alas,
pintan oscuros paisajes
en una danza de tiempo
y espacio su negro arrullo
y mientras, los nidos
nunca estarán vacíos,
allí están ellos, los polluelos
que vestirán de colores
la bóveda celeste del mundo.
Y el jardín de la Tierra
siempre en movimiento
así, tiembla y estremece
la corteza, los volcanes
lenguas de fuego y ceniza
y mareas de nubes con prisa,
tormentas voraces dibujan
el cielo de grises brumas
y mientras, un lobo aúlla
a su maestra la Luna.
En un periplo espacial
nuestro mundo con su sistema
hacia la constelación Virgo
punto azul ha dicho Sagan
cuando Viajero detuvo,
en una fotografía, al galopante
planeta cual azul corcel
alzó de manos, nave espacial
única y venturosa es hogar
del hombre y las especies.
Autora: María Isabel Galván Rocha (México, 1958). Comencé a escribir en 2010 y a participar en concursos de poesía desde 2012. Primer y segundo lugar en el concurso del Ojo de Uk, revista de ciencia ficción mexicana, en los años 2016 y 2017, respectivamente. Diploma de honor en el concurso Ermelinda Diaz de Chile en 2015. Tercer lugar en categoría de novela en Mis Escritos Argentina. Mención de Honor en Construyendo Castillos en el Aire, en Guadalajara, además la publicación en numerosas revista electrónicas e impresas.