Y mi cuerpo no ha muerto es mucho más que el título con el que ha sido nombrada esta primera intención por reivindicar íntegramente el trabajo poético de Adriana Cupul Itzá. Ese verso contenido en “Adriana me diría o dolería a muerte”, uno de los poemas más memorables de la poeta bacalarense, nos habla más allá del tiempo y de las circunstancias que hicieron que la vida de la joven promesa de la lírica quintanarroense se esfumara a los veintiséis años en consecuencia de un trágico accidente automovilístico en el 2005.
Hoy, a quince años de la partida de Adriana Cupul Itzá, aquel verso publicado por primera vez en Poseída por la luna (1994) resuena de forma diferente con la publicación de Y mi cuerpo no ha muerto, primera recopilación íntegra de la obra poética de la joven yucateca.
Este trabajo recopilatorio realizado por David Anuar González reúne los tres libros publicados en vida de la autora, así como la compilación de sus publicaciones en algunas revistas y antologías, e incluso la primera edición de algunos de sus poemas inéditos. En este libro podemos ver reflejada la trayectoria que tuvo la corta pero intensa labor poética de Cupul Itzá, no sólo desde de su obra misma sino también desde algunos de los trabajos críticos que se han realizado en torno a su producción y que se encuentran recabados dentro de la presente edición.
Al observar el inventario completo de la lírica que nos dejó la joven poeta es posible revalorar no sólo el trabajo arduo que implicó su corta pero intensa trayectoria literaria, sino también los procesos y búsquedas por encontrar un estilo propio que la autora se esforzó por desarrollar desde las primeras hasta sus últimas creaciones.
Si tuviéramos que elegir un sólo tópico predominante a lo largo de toda su producción poética, indudablemente sería el de la identidad. La exploración realizada por Adriana en torno a las nociones de lo definitorio, tanto en el ámbito de lo cultural como de lo ontológico, se vuelve el gran motivo recurrente de su obra:
Para sacar las flores
«Alojarme de todo»
que sangran del alma
tuve que alojarme de todo
retroceder lo andado
ser un pedazo de piel sin sexo
mirar a los ojos
desde otros ojos
y probar de lo no probado
el dulce olor de la vida
En Poseída por la luna (1994) podemos observar que la búsqueda de lo identitario se escurre hacia el cuestionamiento cosmológico de un yo lírico que se materializa en los fenómenos naturales y en las experiencias sensoriales, eróticas y amorosas que pueden tener lugar a través de una voz poética casi adolescente.
La búsqueda de raíces culturales capaces de enriquecer el sentido de identidad se vuelve el motivo de su segundo libro, Máscara indígena (1997), obra en donde inicia su recorrido en torno a tópicos propios de la poesía maya. Si bien en cuanto al manejo temático estos poemas no resultan peculiarmente innovadores, sí lo son a partir de la configuración de un yo lírico que retoma imágenes de la cosmogonía originaria para enunciarlas desde una voz posicionada en el presente que pone a dialogar tiempos y espacios.
Esa búsqueda por definir lo indentitario que inició desde ángulos diferentes en sus dos primeros libros se culmina con la creación de Tsunamis inconclusos (2002), obra en donde dialogan y debaten las ideas de dualidad cosmogónica natural entremezcladas con las de la visión arraigada de lo originario, para finalmente dar lugar a las últimas obras experimentales de Cupul Itzá.
En estos últimos poemas, el yo lírico entretejido entre las páginas finales del libro parece llegar a una visión recrudecedora de sí mismo. El abatimiento, la desesperación y el ansia por una constante redefinición propia se materializa en los últimos versos publicados en vida de la poeta, sitio en donde se logra apreciar de mejor forma la madurez estilística, fruto del trabajo de casi diez años de producción.
Escribo
«Como una hoja de papel»
no para decir cómo morir
sino para morir antes
La poesía de Cupul Itzá es todo un inventario de formas que van desde los poemas de largo aliento hasta el desarrollo de invenciones brevísimas que rosan con el matiz y profunidad de los aforismos, pasando también por formas tradicionales como el haikú. Sus recursos recorren desde el planteamiento de lo metapoético, las búsquedas y juegos fónicos hasta la experimentación discursiva lingüística con recursos como el uso de palabras en maya.
Aunque es un hecho de que la producción de Adriana quedó sesgada justo en el momento más interesante de su desarrollo, y aun a pesar de una corta trayectoria que pudiera relegar su obra a la idea de algo «irrelevante», la calidad e inventiva propia de las letras de Cupul Itzá bastan para revalorar el trabajo de una poeta que ha quedado perdida entre la inmensa lista de nombres de escritores jóvenes que han sido ignorados en el panorama editorial nacional.
Por ello, la recopilación y el rescate de estas figuras latentes que no ocupan lugar en los escaparates de las librerías cobran una dimensión vital para mantener fresco el ámbito de la producción literaria, situando la mirada más allá de las figuras de gran renombre y de las obras que solamente parecen reafirmarse a sí mismas.
Así como su yo lírico, la obra misma de la poeta parece mantenerse en un constante autocuestionamiento acerca de una identidad que parece querer reconstruirse indefinidamente. Aunque, amargamente, dicha búsqueda quedará perpetuamente inconclusa por la ausencia física de Adriana Cupul Itzá, sus poemas invitan a apropiarse de ese mismo cuestionamiento y de abrir una pregunta en donde cabemos todos y que en esta ocasión se nos asoma por entre las páginas en las que ella sigue habitando.
Mi pasado
«Los dioses aman la lluvia»
busqué entre relámpagos y cenizas
y armé este libro que abre la puerta para que yo exista
Descarga gratuita: Y mi cuerpo no ha muerto – Adriana Cupul Itzá