Mi última hora
Mi carne pesa como una piedra fragmentando el mar,
como una bacteria entrando en la quietud de un cuerpo sólido
perdiendo toda capacidad motriz.
Se cierran mis cajas de luz mitigando todo rastro de humanidad,
se abren los conductos de aire,
poro,
por poro,
los años se van de mí.
Veo pasar el horrendo hedor de la juventud
en instantes de repulsivos recuerdos.
El yo es sólo un pretexto
para ser un poco algo,
entonces no soy más que la deformada idea de un mal
sueño.
Me consumo como cirio hirviendo
en su propio sitio,
mi flama perece,
el peso de otros huesos anidan en mi camino
germinando imágenes de futuros triturados,
mi frágil templo sirve de guarida para los tábanos,
sus larvas entran por los túneles de mi sangre,
por los caminos secos de glóbulos negros.
En la crisálida dureza de mis costillas,
brota la oscuridad de mi persona.
La vida se parte
como acuarela vieja
desde las vísceras,
desde los calcios,
desde las arterias donde gritan mis infancias.
Desde adentro,
el agua de la creación abandonando mi fósil,
brotando desde mi quebrantada garganta la lengua de Dios
lamiendo la última sombra, la sombra de mi última hora.
*
Meow
Como si presintiera mi ausencia su maullido me busca en los tendederos de la oscuridad.
La espero arropado con una parvada de estrellas,
mientras los cardúmenes se evaporan de mi sopor.
Mi forma yace tendida en las pestañas de un edificio
cubierto por un cielo de antenas.
Estoy anclado a los pechos de esta ciudad añeja.
El sudor de su sombra acaricia el ronroneo de mi largo abandono.
Ella sube por las orillas del mundo,
tejiendo con su cola canarios de bruma.
En la Rubia soledad de su sangre y el fiordo de su lengua lleva tatuados los bigotes de Siameses, Angoras y Callejeros, amantes de los botes de basura y el tacto de los transeúntes.
Ella juguetea con el amarillento ropaje de mi panza,
mientras lame mi revuelto color gatunal.
Ella se perfuma las garras con aceite de atún y las afila con el maullar de los carros.
Destripa palomas desde los cabellos de la madrugada
con la agilidad de un homicida y cae de pie sobre los adoloridos cráneos de asfalto.
El viento arrastra los huesos, las hojas, las prístinas cadenas de la edad entumecida, mientras vemos desteñirse como la luz de una lámpara, víctima de un amanecer, una de nuestras siete vidas
***
Autor: Óscar Páez (Huatusco Veracruz, México, 1993). Estudió creación literaria en los estudios estatales de Literatura red de letras 2019, del H. Ayuntamiento de Acapulco Guerrero. Autor del libro Los Castigados y compilador de la antología Flores de vacío. Sus textos han aparecido en las antologías de poesía Cama, Versos y Café. Flores de Vacío, la antología de red de letras del H Ayuntamiento de Acapulco Guerrero y la antología de minificion de Rockcabilly de la editorial La Tinta Del Silencio. Colaborador de las revistas digitales Poetómanos, Golfa, Revista Tlacuache, ADN Cultura, Los Nahuales, Engarce, Polisemia, Literaturalmente, Himen, Campos de plumas, el periódico La jiribilla de Xalapa Veracruz. Locutor del programa Tu lado positivo por cinco temporadas. Maestro del taller de escritura terapéutica a través de la creación literaria.