Imagen: Licaón transformado por Zeuz, grabado neerlandés atribuido a Hendrick Goltzius, 1589
Hermaia
Me gustaría que alguien
Otoniel Guevara
una tarde
—huyendo del mundo—
derribara la puerta de mi casa.
La puerta de mi casa
es un puerto
para todos los gritos.
Desde ella
la espera es un templo
construido por Licaón
profanado por el silencio.
Indagué la profundidad de la espera.
Cortejé a las aves que cantaban mensajes encriptados.
Nunca fueron:
una llamada,
un correo,
un beso a la distancia.
No hubo un Hermes que me salvara de esta soledad.
*
Silencio
I
Afuera todo es gritos abrumadores de silencio.
Después del estruendo: nada.
Ni los ojos, ni los oídos
son capaces de descifrar la pesadez
de no escuchar y de no ver.
II
Desde mi boca se gesta el silencio,
ninguna palabra que describa la soledad.
Las calles se llenan de maleza y moho,
la noche arropa todos los miedos
que se quedan en casa.
salgo por necedad,
para ver si no han cambiado las estaciones,
para saber
si aún puedo encontrar el camino a casa
sin tener que dejar migas tras cada paso.
Para conocer los semáforos apagados,
las banquetas vacías:
lugar donde se juntan las soledades.
Todo es silencio en las calles,
los gritos se ahogan
tras las puertas del hogar.
*
Nunca volví a caminar veredas
Rutina insoportable de pensar el final
Zambayonny
en solo alguien que saluda y que camina.
Tengo un nombre que se desmorona de mis dedos
y no sabe encontrar los pasos dados ayer,
cansado del camino se vuelve sedentario
sobre la lengua que lame huesos
para saborear la tierra.
Unos zapatos en el armario,
cansados de esperar a que mi nombre decida tener pies,
se vuelven la tierra que nunca pisaron.
mi nombre no se puede pronunciar en libertad,
es encierro las líneas que lo conforman.
Nunca volví a caminar veredas
por miedo de darles mi nombre.
*
Aguas
Mi abuela ve llover y calcula este aguacero
Kike Zepeda
Ahora que soy rehén
y la luz es una patria prometida,
veré fundarse nidos olvidados por el cariño,
sentiré caracoles recorriendo mis labios
con la terrosa humedad que disuelve senderos.
Mi abuela ve llover:
augura pájaros muertos sobre el tejado,
reconoce desde las líneas marciales
formadas por hormigas,
la llegada del invierno.
El techo suena a guerra,
el patio:
paredón de fusilamiento.
Es una fiesta de los muertos
cada vez que llueve en casa,
todos tenemos alguien por quien llorar.
*
Es mi cuerpo el que vaga y saluda
La ciudad: ¿la recuerdas? esa moneda de 25 ctvs.
José Roberto Leonardo
La ciudad deja mi rabia a flor de piel.
El tiempo dirá cuándo
y no es la paciencia virtud mía.
Afuera no soy yo:
es mi cuerpo el que vaga
y saluda;
no es mi mano la que estrechan,
no son mis ojos los que buscan,
no es mi palabra la que citan,
no soy yo si me ven desde afuera.
Y no hay rabia,
no hay espanto,
Solo flores donde hay tumba
y gusanos donde hubo cuerpo.
Es mi cuerpo el que vaga
y saluda
pero no soy yo.
La flor de mi piel, deja mi rabia en la ciudad.
***
Autor: Javier Fuentes Vargas (Santa Ana, El Salvador, 2000). Estudiante de Antropología Sociocultural en la Universidad de El Salvador. Su poesía ha sido publicada en diferentes revistas como “Primera Página” (México, 2019), “El Camaleón” (Guatemala, 2020) y revista “Collhibrí” (México, 2020). Mención de honor en el festival internacional “Premio a la palabra. Argentina 2019” por su poema “Duele Igual”. Ha publicado: La muerte llegará (El Salvador, Artesanos & Editores, 2019).