Edmond o Cyrano mon amour (2019), bajo la dirección de Alexis Michalik, es en definitiva una de las películas imperdibles del Tour de cine francés de este año. Su guión, su dinamismo, su historia y sus enredos forman parte de una genial comedia que recrea la génesis de una de las obras más representativas de Francia: Cyrano de Bergerac.
Edmond Rostant (Thomas de Solivéres) es un dramaturgo joven, cuyas obras se basan en el uso del verso, técnica no muy apreciada a finales del siglo XIX francés, cuando comenzaban a lucir las proyecciones de los Lumière. Sin inspiración, sin fama, sin obras consolidadas, además de problemas económicos y con una familia a cargo, casi azarosamente, Edmond deberá escribir una obra que esté a la altura del mejor actor del momento, Constant Coquelin (Olvier Gourmet), en un entorno donde nadie confía en su capacidad y con una presión de tiempo considerable para el estreno.
La inspiración puede concebirse de distintas formas, al considerar la variabilidad y el dinamismo de la semántica, a partir de diferentes contextos. Para Platón, por ejemplo, nacía de una intervención divina, de un deslumbramiento que generaba un don singular. Para Edmond Rostand nace desde lo más recóndito de su espíritu romántico.
En Cyrano mon amour, el dramaturgo francés descubre poéticamente la lucidez de la inspiración mediante un juego que, a la larga, termina por volverse el motivante de su comedia en sí, de tal suerte que provoca toda clase de enredos. Es decir, su obra nace de lo inesperado y es esa revelación misma la que se conjunta con dos motivos principales: el embelesamiento amoroso que inspira al artista, y una relación ficticia entre su amigo Léo Volny (Tom Leeb) y la diseñadora de vestuario Jeanne (Lucie Boujenah).
Cyrano es una cinta con gran dinamismo, el cual se refleja en la amplitud de sus historias, todas hilvanadas al sencillo y carismático personaje de Thomas Solivéres: Edmond Rostand. La película se gesta desde una comedia de enredos, hasta un drama que crece conforme pasan los minutos. Su ritmo nunca decae, por lo que la cinta lleva al público de principio al fin a soltar carcajadas y a estar expectante a lo que surge.
Deslumbra desde el primer momento, pues crea una narrativa que envuelve por los embrollos que surgen en consecuencia de los demás. Es decir, la película pareciera ser una especie de espiral que se desarrolla desde adentro hacia afuera y los espectadores pueden hipnotizarse a través de él. Esto, en gran medida, se debe al gran guión que se muestra directo, claro, divertido y muy bien planificado. Las prácticamente dos horas de duración se vuelven efímeras.
La película, al retomar todo el nacimiento de una obra teatral, cuenta con una amplísima cantidad de actores, todos bien desarrollados y con un carácter bien delimitado por los rasgos psicológicos de cada uno. En este sentido, todos poseen una buena interiorización que genera mayor verosimilitud de los personajes, desde la representación de Edmond Rostand hasta Georges Feydeau, interpretado por el mismo director de la obra, Alexis Michalik.
Cyrano mon amour se yergue como uno de los grandes símbolos del Tour de cine francés de este año, con sus buenas actuaciones, su guión fluido, escenas dinámicas, buena ambientación y una historia divertidísima que se sitúa en un interesante ambiente de la Francia de la década de 1890. No cabe duda que el Tour puede ser realmente bondadoso y exportar películas de gran calidad.