La lucha de las memorias: «Fandelli» de Guillermo Fadanelli

Cal y arena publicó hace unos meses el libro más reciente de Guillermo Fadanelli: Fandelli. En vez de venderlo como una autobiografía que reconstruya y logre mantener en pie las ruinas de los recuerdos, se aclara desde el principio que contar la propia historia, comunicar la esencia, la cosa en sí es una pretensión imposible. Aunque en esta obra hay fragmentos sueltos de la vida del autor, es cierto que nunca se podrá dar cuenta de lo que se es, e incluso suponiendo que fuese posible, no sería a través de un recuento de acontecimientos —uno más falso que otro— en forma de biografía.

Para sus lectores más asiduos no es extraño hallar en su columna de los lunes en El Universal un relato reflexivo de accidentes y vivencias; incluso en El billar de los suizos. Memorias atendidas se plasman crónicas que narran aspectos específicos de los viajes de Fadanelli. Pero, ¿qué son las memorias? Consuelo, invención y una suerte de talismán que nos dota de un pasado para convencernos de que somos seres con cierto valor y de que conservamos el aliento que nos llevó hasta donde estamos.

¿Qué se hace con los recuerdos, Fandelli? Son como los números, existen, lo son todo y a la vez son evanescentes, no los puedes palpar, están allí escondidos detrás de las cosas y los hechos que verdaderamente te suceden; y a ti los recuerdos te acosan, te transforman en un perro sediento de pasado y a la vez en un hombre medroso. ¿Qué sucedió en realidad a lo largo de tu vida que ahora se despide como un soplo de aire frío?

Lo que le da título al libro es el apodo con el que se le conocía al autor en su infancia; lo atípico de la fonología de su apellido llevó a sus compañeros de escuela a modificar la pronunciación y conocerle con el mismo nombre que a la marca de lijas. Quizá el nombre Willy Fandelli sea el más adecuado, pues las anécdotas y aventuras están claramente cargadas de ilusión. No podemos dejar de leer una escaleta novelada de las vivencias más trascendentales del escritor mexicano. Así distinguimos a Fandelli, el desdichado protagonista de la novela, entusiasta y rebelde; y a Guillermo Fadanelli, el desencantado autor, fatalista y experimentado. Ambos tratan de imponer su visión de sí mismos y entablan una conversación.

La obra está dividida en tres partes y cada una se dedica a tratar un tema delimitado de la discusión autobigráfica que construye con las dos voces —ambas ciertamente despersonalizadas—, aunque no se limitan las palabras para meditar las tramas que surgen al momento: se lee tanta filosofía y política como maldiciones y conflictos. En párrafos parece que la virtud ensayística de Guillermo Fadanelli inunda el libro, pero en vez de alejarnos de la lectura, nos invita a condenar sus decisiones y a abominarlo como escritor, y, al mismo tiempo, elogiar el desapego que logra de su propia vida. No es fácil disolver las raíces de uno mismo y mediar un altercado interno por el pasado.

Guillermo Fadanelli

Es cierto que entre las páginas algunos personajes relevantes en la vida de Willy Fandelli luchan por aparecer, pero más allá de participar en diálogos y suscitar anécdotas, su verdadero papel está en desatar profundas digresiones que terminan en la imposición de una voz desarraigada que reprueba todos los actos y pensamientos del recuerdo, una advertencia metafísica del fracaso y la descreencia. No falta pesimismo en las oraciones del libro y cada comentario es más crudo y desesperanzado. Se requiere mucho valor para no verse reflejado en el constante pendejeo del que es víctima el protagonista; un regaño y una advertencia de arrepentimiento en forma de novela se intuyen desde las primeras hasta las últimas sentencias. Nadie escarmienta en cabeza ajena.

Vuelve de una vez a tu casa y deja de hablar con el basurero que encontró un feto y ya no quiere trabajar; lárgate de ahí W. F. que en tu departamento de San Jerónimo 28 te esperan unas piernas tibias, aún son las seis de la mañana y te esperan, no desaproveches la oportunidad, vuelve, vuelve al único lugar que te queda, allí en medio de esas piernas y bajo un techo provisional, no hables con los basureros, no entienden tus desgracias y tú crees entender las suyas. Las desgracias lo son porque no se pueden transmitir.

¿Está en el pasado la confirmación de lo que se es? Fadanelli sostiene que no. Una vez que se escarba lo suficiente en las experiencias pasadas, se llega a la conclusión de que el fracaso es inminente y que ni siquiera desde el vacilante ahora se puede asegurar que lo vivido no es una mera invención. Que los seres busquen en su juventud una pista de lo que son no tiene otra consecuencia que la formación de una figura falsa que apela a las memorias para sentirse auténtica. Guillermo Fadanelli conduce a los recuerdos al ostracismo mientras que logra en W. F., el protagonista de la novela, un sujeto tambaleante que ha hecho de su vida una tumba.

En Fandelli no se encuentra una reconstrucción detallada de anécdotas de la vida del autor, en vez de eso, se alcanzan a percibir algunas vivencias difusas entre un vaivén de argumentos de dos voces que luchan por imponerse: la del protagonista y la del autor. No se es el mismo cuando se actúa que cuando se piensa. La crítica siempre predominará sobre nosotros mismos y las acciones que ejecutamos estarán sujetas a examen y este libro exhibe precisamente esa breve, pero profunda meditación sobre las memorias y el fracaso. Siempre desde las trincheras despersonalizadas de la propia vida, Fadanelli muestra su agilidad narrativa combinada con su pesimismo ensimismado. El resultado no podría ser otro: Fandelli es la provocación novelística hacia la imposibilidad que representa la autobiografía y la discusión de las memorias que mantienen un debate cerrado por hacerse de una historia verídica.

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Rodolfo Munguía (Ciudad de México, 1999). Estudia Antropología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Escribe, sobre todo, ensayo y narrativa. Ha colaborado con la Revista de la Universidad, Cultura Colectiva y Punto de Partida. Busca las palabras cuando no tienen nada que decir y lee cuando no tiene nada que pensar.

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