Soledad - Aimeé Cervantes

Voces al otro lado de la puerta || Cuento de Javier Garrido

Ilustración de Aimeé Cervantes Flores

Al otro lado de la puerta hay voces.

Termino de despertar de un sueño líquido, sofocante, oblicuo, prodigo en hecatombes y risas desmesuradas, en arrastrar de muchos pies, en muchedumbres sin cara que caminan incansables en círculos cada vez más estrechos. Apenas se borran estas imágenes me agrede la luz sesgada de la luna que penetra a través de un resquicio de la cortina. Esta luz fija acaba por aturdirme y no logro recordar donde estoy.

El ventilador eléctrico emite un gemido entrecortado, pero no alcanza a disipar en lo más mínimo la atmósfera abominablemente caldeada y sedente, ese calor húmedo que se pega a la piel y a las ropas resudadas.

Olor a otro cuerpo, a cuerpo de mujer, perentorio, incontestable. Por un instante cede la bruma y recuerdo. Tanteo las sábanas pero no doy con lo que busco. Al parecer, me he quedado solo.

¿Adónde puede haber ido?

Pero al otro lado de la puerta persisten las voces y ya no puedo seguir ignorándolas.

Comprendo que he sido traicionado.

Me incorporo procurando no hacer ningún ruido, como si esta tardía precaución pudiera valerme de algo, y miro el fino hilo de luminosidad cruda que se filtra por debajo de esa puerta. Allí están las sombras que esperan.

Un espejo carcomido por la herrumbre repite todos mis movimientos.

Escucho en perfecto silencio, conteniendo la respiración. Las voces, esas voces. No logro descifrar las palabras. Dos voces, luego tres, una de ellas atiplada o de mujer, la otra nasal y festiva, la otra grave, de barítono o bajo. No pretenden disimular, son fuertes y claras, como para contaminar mi derrota de irrisión, como para abofetearme con la negación de toda esperanza.

Con ansiedad espero los golpes definitivos en la puerta, pero ellos parecen complacerse en hacer que esta espera se dilate.

También hay pasos que van y vienen.

No me atrevo a encender la luz, no me atrevo a moverme. Pienso en esa ventana que da a la calle, en la huida posible a través de las callejas desoladas. Pienso en el rumor de los automóviles y en el aullido de un perro vagabundo, pienso en el descenso pendular y funambulesco desde la altura, siempre al borde de la catástrofe, pienso en la respiración agitada por la carrera, en el sudor que corre a raudales por la frente y el cuello y el pecho, en el sonido de pasos a mis espaldas, cada vez más próximos y de antemano triunfantes.

Sé que nada de esto me es dado, sé que ellos lo han previsto todo y que se gozan en espiar mi desazón. Sus voces son duras e implacables como el acero, precursoras de una venganza desorbitada.

Ahora alguien ríe, pero no he logrado descifrar la burla que motiva esa carcajada innoble. Si mi miedo no fuera tan abrumador no vacilaría en matar a ese alguien, hundirle el puño entre los dientes hasta llegar a la garganta, sentirlo ahogarse en su propia sangre mientras me mira con ojos caninamente vítreos.

Quiero vestirme en silencio, pero termino tropezando en la oscuridad y derribo un frasco de cristal lleno de un líquido ambarino, que estalla en el suelo con todos los matices del metal desgastado.

Otra vez la risa y entonces me quedo quieto. Siento que el golpeteo de la sangre pronto hará estallar mis venas.

¿Por qué no terminan de una vez?

Prefieren seguir su plática indiferente, como si mi destino poco les importara, como si no fueran más que una presencia bastarda al otro lado de la puerta.

Las voces rebullen como hormigas furiosas, anónimas y secretas. Se aproximan, se alejan, se arrastran. Me llega una pregunta y otra risa y luego ninguna respuesta porque de pronto han callado pero otra vez estallan y se acercan y el silbido neumático del ascensor al abrirse y nuevo silencio y ya son cuatro las voces que parlotean sin fin y el ruido de unas llaves y una duda. ¿Por qué? Autónomas, felices, desafiantes, la demora es ya insoportable, como si todo fuera a estallar y yo en la oscuridad, a medias agazapado, a medias listo para saltarle a un rostro, pero sé que no podré hacerlo, ansioso de que todo termine y de que el final no llegue nunca, un solo puño de nervios desmadejados, el sudor que me corre por la cara pues hace muchísimo calor y las voces que siguen al otro lado de la puerta, casi indiferentes o casuales.

¿Por qué?

No hay tal indiferencia, solo la certeza de un destino irrevocable y de hierro.

¿Qué quieren de mí?

No son voces humanas, pienso, solo un gangoseo de semihombres que no han superado la animalidad, un gorgoteo de agua pútrida que se precipita, un mugido de bestia lastimada. No es una risa sino un crujido de metal que se rompe, pienso. Pero este intento retórico poco me consuela.

Quiero concentrarme en el sonido, desgajar las palabras. No logro alcanzar esta meta tan ardua y me sigue llegando esa jerigonza elemental.

Ru ru ru ru ru ru ru…

De pronto, otro silencio, otra espera.

Por fin oigo los tres toques secos de los nudillos en la madera carcomida, y con alivio inmoderado me precipito a abrirles.

***

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Javier Garrido B. (Caracas, 1964). Médico graduado en la UCV. Pediatra e Intensivista Pediatra. 1989: Primer Premio del II Concurso de Narrativa “Miguel de Unamuno” del ICIV. Cuento: “Máscaras”. 1989: II Premio del VIII Concurso de Cuentos “Lola de Fuenmayor”. Cuento “Problema digestivo”. 1990: II Premio del IX Concurso de Cuentos “Lola de Fuenmayor”. Cuento “Lectura interrumpida”. 1990:  Primer Premio, mención Narrativa, en el Primer Concurso Literario “Simón Bolívar” (Juan Griego). Libro de cuentos “Viernes”. 1991: Primer Premio, mención Narrativa, en el Concurso Literario de FONDENE (Nueva Esparta). Libro de cuentos: “La muñeca descalza”. 1992: Ganador en Mención Narrativa del Concurso Municipal de Literatura de la Alcaldía de Porlamar. Libro de cuentos: “Invitación a la danza”. 2017- Mención en el II Concurso de Cuentos “Salvador Garmendia”. Publicaciones:  Viernes (cuentos). Porlamar, 1992.  La muñeca descalza (cuentos). Porlamar, 1993. Abbadón y otros cuentos siniestros. Amazon, 2018.

Aimeé Cervantes Flores (Oaxaca, 1995). Egresada de la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM. Profundizó sus estudios en la ilustración, la cual considera su pasión después del cine, la literatura y la música. Entre sus logros se encuentran: Exposición colectiva en el Museo Franz Mayer con motivo de “El mundo de Tim Burton”; participación en un mural colectivo de su facultad y como directora de fotografía en el cortometraje “Otro Muerto” del Rally universitario del GIFF.

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