Música y la frontera desdibujada: de lo popular a lo académico (III)

Fotografías por Diana Márquez

Tal y como mencionábamos en entradas anteriores, los últimos cien años de creación musical —hablando ya desde una perspectiva generalizadora y dejando de lado las cuestiones de categorización moderna— han implicado una gran cantidad de cambios dentro de los paradigmas que habían sido establecidos a lo largo de los siglos. Mientras que en otras periodos históricos los géneros eran eminentemente cerrados dentro de sí mismos, con límites concretos y con una aparente estabilidad protéica, en nuestra época, la de la masificación, la industria cultural y la globalización, los términos de hibridez, heterogeneidad y sincretismo son los que ahora enmarcan muchos de los procesos creativos que han terminado por consolidar una nueva tendencia musical: la disolución de los géneros.

A pesar de que la fusión y demás procesos de simbiosis cultural han estado presentes desde el inicio de la historia, lo que en épocas pasadas era fruto de una evolución involuntaria debida al contacto natural entre sociedades y culturas, hoy en día se ha transformado en una postura que se adopta conscientemente y que ya no repercute únicamente en los procesos artísticos, sino que su misma carga ideológica ha provocado que la creación de estas nuevas formas de expresión abarquen implicaciones sociales, políticas y económicas.

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Si pensamos en un género híbrido como el jazz, gestado en los barrios negros de los Estados Unidos, podemos observar claramente cómo el carácter sociopolítico de la lucha por los derechos civiles y la aceptación racial que se desarrolló a mediados del siglo pasado funcionó como el caldo de cultivo ideal para legitimizar un estilo musical que durante muchos años fue visto como música burda y sin valor estético; un fenómeno creativo que partió de un estrato social muy bajo ha devenido como el género predilecto del sector que ostenta el capital económico dentro del campo cultural, a tal grado que hoy en día incluso en las ceremonias y galas de las élites más altas del mundo podemos ver, en casi todos los casos, agrupaciones jazzísticas que se encargan de amenizar las veladas.

Incluso en el campo de la música académica, vemos que durante el siglo XX la labor creativa empleó esta tendencia orientada hacia la disolución genérica para redefinir así los valores estéticos y, a su vez, posicionarse política y socialmente ante un sistema anticuado que comenzaba a desmoronarse.

Por mencionar algún ejemplo (y puede que sea una de las obras de más alto impacto en su época): la ópera Porgy and Bess, compuesta por el estadounidense George Gershwin. En dicha ópera, no conforme con haber incluido un argumento en el que se reflejaba el sufrimiento de la raza negra en Estados Unidos y de haber compuesto la parte musical enteramente sobre ritmos de blues y jazz, para su estreno en el año de 1935, Gershwin presentó a un elenco constituido enteramente por cantantes negros, situación que generó toda una controversia dentro del público americano.

Dentro de nuestro país, hay incontables compositores que han buscado retomar la música popular y llevarla a la sala de conciertos. Silvestre Revueltas con Sensemayá, un poema sinfónico escrito a partir del poema homónimo de Nicolás Guillén; Arturo Márquez con sus populares danzones que se tocan por todo el mundo; el Huapango de José Pablo Moncayo que es casi un himno nacional para los mexicanos, o incluso músicos experimentales de las últimas décadas como Héctor Infanzón, que busca amalgamar la música tropical, el jazz y la música típica mexicana, todo a partir de composiciones pianísticas que buscan reivindicar la latinidad.

Por el otro lado de la moneda, podemos encontrar que muchos de los géneros musicales más populares y masivos del mundo son también fruto de un largo y complejo proceso de hibridez en el que han entrado en juego muchas cuestiones sociopolíticas que promovieron el surgimiento de música que en su primer momento tuvieron un contexto de resistencia y de cambio.

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Desde el rock, el rap, hasta la salsa y el reguetón, muchos de los géneros populares que se han gestado durante el último siglo tuvieron un motor de creación muy similar al de los compositores en las academias que decidieron iniciar una exploración a través de expresiones nuevas que respondieran a ciertos eventos sociales que se vivieron a lo largo del siglo XX y que poco a poco han promovido que los límites trazados se hayan vuelto difusos.

A mi parecer, estamos en una época en la que todo fenómeno cultural está sometido a una constante mezcla, por lo que debemos tratar de mantener la mente abierta ante esta nueva multiplicidad de visiones. A pesar de que durante mucho tiempo se ha tratado de etiquetar y hacer una distinción entre posturas, perspectivas y formas de pensamiento que más de una vez nos han conducido a actuar prejuiciosamente ante algo que sencillamente no conocemos, ha sido el mismo mestizaje cultural el que nos ha llevado al punto en el que actualmente nos encontramos, un momento en el que los verdaderos muros solamente están dentro de nuestra cabeza y en el que es labor de cada uno de nosotros comenzar la ardua labor de derribarlos.

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