Sabré expresarme cuando no tenga sangre.
*
Acaso abraces mi cadáver, pues ya no será mío.
*
Con aire en los huesos he llamado.
Silente nombré las hornacinas
apagadas, el corro
de mangos, las sombras
envueltas en el susurro del ocaso,
al claro de sopeñas en llamas
a las voces no escuchadas.
*
Nunca quise saber de himnos nacionales,
ni siquiera de un Walden propio.
Y cuando supe que era una falacia el suicidio
me sorprendí porque nada se movió del lecho.
*
Los encomios que no he dicho,
los que jamás aceptaré frente adoratorios.
En el aguacero de la madrugada
ya no escuchaba a las gotas repicando
contra el vidrio de las ventanas.
Nada reflejaban los cristales.
*
Estoy hastiado con los ojos cerrados.
*
¿Cuántos cadáveres no podemos morar?
*
No hay que conocer la historia de todos los muertos.
*
Olvidar es una forma de hacer memoria.
*
Tras la brisa se escuchaban,
sudor sobre sombra derramada.
*
Acaso llamarada de plasma.
Mirar desde altozanos
luces de fierro,
mejor en esta larga madrugada,
con el báculo clavado en la tierra
cayendo en el cuerpo.
*
Sobre el cerro no hubo humareda.
Cuesta arriba fueron cayendo luceros;
las bestias se mantuvieron bien lejos.
*
Dónde sus nombres
en todas las voces.
*
Estoy a la sombra de todos los muertos.
*
Escupí en la piedra para alzar el mismo templo.
*
Despuntan piedras enhiestas
adonde alumbren tus ojos;
los mismos vientres abiertos,
la promesa de yacer adentro.
*
Si los misántropos se suicidan,
¿quiénes se reirían de los suicidas?
*
Si hablo, me tildan, y si callo, también.
Aunque hoy hay pocos partidarios de la epojé.
*
La fe ciega en el olvido es la falacia de los anarquistas.
*
Inane la damnatio memoriae,
inane desligar de un hombre
los nombres de su siglo.
*
En otra centuria un hombre proferirá estas consabidas palabras; no las que dije, sino las que puede reunir en toda su vida.
*
Hoy muchos ponen sus ojos en las copas vacías de los opíparos y hasta empinan las rotas, antes que llamar a todo el mundo a los camposantos de las villas.
*
Con las manos en el cuello,
a puerta de templos abiertos,
no soy menos gregario que ellos.
*
Alto el humo del tabaco con forme
pueblan la noche las luces pesadas,
viene claro cuando no me llaman.
*
Aunque los visos de la madrugada
muestren ciudades como rodales,
solo las piedras pudieran levantarse.
*
Cada mañana no he repetido más que nombres.
***
Gleiber Alvarez (1994, San Carlos de Austria, Cojedes, Venezuela). Licenciado en Educación Mención Castellano y Literatura por la Universidad Nacional Experimental de Los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora (UNELLEZ). Se ha desempeñado como profesor de inglés en colegios de su ciudad natal, misma en la que ha participado en diversos recitales de poesía. Regularmente escribe en su blog personal Aburileo. Ha colaborado con diferentes diarios y publicado cuentos y poemas en Almiar, Espora, El Grito Literario, El Callejón de las Once Esquinas, Cincuenta palabras, Letras de Cojedes, Letralia, Monolito, Philos, Panfletonegro, entre otros.
Autor: Revista Primera Página Primera Página es una plataforma digital dedicada a la publicación de material literario creativo y crítica cultural en sus distintas manifestaciones. Las opiniones aquí vertidas son responsabilidad directa de los autores que las emiten, y no del sitio como tal. |