En la tierra seremos reinas, y de verídico reinar…
-Saudades, Gabriela Mistral
Mucho se ha dicho y pensado sobre el papel de la literatura –y de las figuras literarias– en la «vida real», como si aquellos que hemos decidido vivir con las letras pudiéramos separar nuestras aproximaciones a la escritura de preparar el café, pasear al perro o limpiar el jardín. Se ha hablado sobre si existe una relación intrínseca, inherente y directa entre la representación de la «realidad» en la literatura y la influencia de esta con la primera, o si simplemente la creación artística es pura ficción. Creo que es imposible mantenernos en términos binarios, su liga es problemática y esto es lo que la hace especialmente productiva. Personalmente, creo que la literatura no es un «escape» ni una manera de alejarse del mundo mediante el ensimismamiento del libro y la lectura, sino una manera de pensar nuestra vida y sociedad que nos aqueja y nos pide ya no solamente una llamada a la reflexión, sino a la acción, por lo que podemos utilizar la literatura como herramienta y modo de ver y actuar frente a lo que nos apremia.
Hoy, que lo inmediato nos solicita una urgente revisión de nuestras actividades, que se nos hace visible más fácilmente que lo cotidiano es político y la política es cotidiana, quiero hablar de algo que parece siempre decirse, pero como dice mi mamá, «de los dientes pa’ fuera». Hablamos de inclusión de género, de paridades representativas, de cuotas, pero ¿cuál es realmente el papel de las mujeres en la participación política de México, en específico? ¿Es que realmente existen los espacios adecuados para que las mujeres formen parte tanto de las elegibles como de las electoras? Quiero pensar esto mediante el discurso de ingreso a la Academia Argentina de las Letras de Victoria Ocampo, escritora rioplatense que vivió casi la mayor parte del siglo XX. Puede parecer que el análisis literario está lejos de la reflexión sobre los autores y su militancia o importancia política, sin embargo, yo creo que los paratextos y los extratextos importan, así como el contexto de producción.
Victoria Ocampo (Buenos Aires, 1890 – Beccar, 1979) fue una escritora feminista argentina a quien hay que reconocerle muchos logros, sin embargo, para los fines que hoy me convocan a escribir, resalto dos: su labor como fundadora y editora del gran proyecto que fue la revista Sur, cuya duración de cuarenta y seis años sigue siendo atípica para una revista dedicada exclusivamente a las letras, y su papel como la primera mujer admitida en la AAL en 1977.
La prolongación anormal de una revista puramente literaria atestigua una dosis masiva de terquedad. No sé si es virtud o vicio, pero de esa parte de la obra soy responsable. Señalemos también algo que yo sé mejor que nadie: la revista es tanto mía como de todos aquellos que, en mayor o menor grado, trabajaron en ella posibilitaron su supervivencia. Por consiguiente, la recompensa que hoy recibo es exagerada en lo que me concierne.
Sur, fue un proyecto editorial de avanzada, liderado por Ocampo y acompañado de muchas «estrellas» de la esfera cultural del medio siglo XX como José Ortega y Gasset, Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes. Tuvo una tendencia de izquierda, antinazi, feminista y, posterior a su apertura en 1931, antiperonista.
Su discurso se basó principalmente en su experiencia como mujer, como escritora, pero sobre todo, como lectora. Hace una revisión de las limitaciones que algunos editores le impusieron para escribir sobre sus lecturas y reflexiones literarias, pues debía escribir sobre algo más «personal». Sin embargo, un amigo cercano le dijo que no dejara de escribir sobre La divina comedia pues no había nada más personal que sus lecturas.
¿De cuándo acá te acobardás porque un señor que sabe mucho, pero que no te sabe a vos, dictamina que no has de escribir sobre un poeta que te atrae?
Ávida lectora de Virgina Woolf, Victoria Ocampo hace un comentario sobre la historia de los espacios de mujeres y cuenta cómo, no hace muchos años antes de su entrada académica, las estudiantes de las universidad no podían estar en el mismo espacio que sus compañeros varones. Con este ejemplo, la argentina hace un homenaje a la inglesa, para hablar de la imperiosa necesidad de un espacio en las letras para las mujeres, pues podían brindar un punto de vista que les estaba vedado a los hombres por su propia condición viril.
A la autora de Orlando, Ocampo dedicó estudios, obras y homenajes, teniéndola siempre como modelo a seguir vital y literariamente. Sobre ella, dice lo siguiente:
Ella me animó a escribir, aunque sin saber a ciencia cierta a quién le aconsejaba tan delicada tarea. No leía en español. Pero deseaba que las mujeres se expresaran en cualquier idioma, en cualquier país, sobre cualquier tema, por trivial o por vasto que pareciese.
Creo que Ocampo era consciente que aunque era importante relacionarse con autoras como Gabriela Mistral, y Woolf, existía una urgente situación que la obligaba a hacer que las mujeres pudieran opinar y participar públicamente sin la necesidad de relegarse a espacios únicos y definidos, como lo diría después Rosario Castellanos:
No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.
Debe haber otro modo que no se llame
Safo ni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.
Otro modo de ser humano y libre.
Otro modo de ser.
Debe haber otro modo que no implique el sufrimiento constante, la martirización forzosa. Este modo es el que quiero lograr Ocampo mediante la diplomacia de aceptar su puesto en la AAL. La escritora afirma que la única razón por la que acepta la silla en la Academia, a pesar de haberla rechazado años atrás, es porque le ha sido informado que en caso de volver a negarse, se le negará el acceso a otras mujeres a la institución. ¿Su respuesta? Aceptar únicamente para establecer la posibilidad de la presencia femenina en los espacios de gran peso en la discusión sobre la lengua y las letras.
Y mi deseo más ferviente es que jamás acepte una mujer un cargo para el que no esté preparada y que no coincida con sus aptitudes personales auténticas. Por eso insisto en dejar sentado que mi presencia aquí nace de una ansia de quitar cerrojos, nada más.
Uno de los puntos sobre los que hace hincapié (y lo hago también) y que siguen siendo polémicos es la necesidad de la instrucción y preparación de las mujeres para formar parte de todo, sobre todo de un trabajo calificado. Y no es que sea una cualidad que pueda ser prescindible para cualquier sexo, sin embargo ¿cuándo esto ha sido un impedimento para un hombre? Es posible hacer listas alephianas de cuántos varones han sido preferidos para un puesto aun con menor carrera que una mujer.
Así que, ¿cómo es que realmente es la participación de las mujeres en el ámbito público y en específico, en el político? El Observatorio de Participación Política de las Mujeres comenta que «de forma general, las mujeres han pasado de ser el 3.5 por ciento de presidentas municipales y jefas delegacionales en 2005, a 14 por ciento en 2017, lo que quiere decir que en doce años la cifra aumentó un 400 por ciento». Si nuestro gobierno es representativo, ¿por qué más de la mitad de la población no está siendo representada? no es un problema que ataña únicamente a las mujeres, le sucede también a las poblaciones indígenas, a la comunidad LGBT+ y, en general, a cualquier otro grupo que no sea el estereotipo de político que nos hemos creado.
En la coyuntura en la que nos encontramos, me parece impostergable cuestionarnos dos cosas: una, la falta de representación política, ya no sea de una minoría, sino de la mitad de la población y dos, ¿cuáles son las actividades que hay que realizar para seguir abriendo espacios en las Academias, en los altos mandos empresariales, en las escuelas, en las universidades. ¿Podemos desde la literatura hacer algo? Creo que sí. Muchos movimientos sociales han comenzado con o han tenido su paralelo movimiento artístico. ¿Existe la posibilidad de crear un nuevo arte, una nueva forma de escribir, que nos involucre a todos y todas y nos haga copartícipes del proceso escriturario y literario?
«Esto no tiene que ver con la literatura, me dirán», me cobijo bajo la cita benevolente de Victoria Ocampo, «No. Tiene que ver quizá con la justicia inmanente y quizá con la poesía».
Autora: Giselle González Camacho Chiapaneca que a veces escribe. Me interesan las literaturas populares, el origen de las palabras, el trabajo comunitario y la escritura femenina. |