Las brujas de Miller, el marxismo de Gramsci

El marxismo produjo distintos enfoques teóricos para el análisis del contexto, ya sea económico, social, artístico o literario. Los elementos con los cuales se evalúa cualquier fenómeno del hombre, aún resultan interesantes para el estudio de las circunstancias humanas y del entorno. Dentro de esta doctrina, Las brujas de Salem, de Arthur Miller, sobresale por su explícita denuncia a los problemas del «macarthismo».

Arthur Asher Miller nació -de padres judíos polacos- en la ciudad de Nueva York el 17 de octubre de 1915. En aquella época surgieron interminables luchas internacionales; además de distintas crisis, como la Gran Depresión de 1929. Surgieron, además, ideas propositivas -el comunismo, el socialismo o la crítica al capitalismo- que intentaron gestar una postura disímil del orden que orilló a  los problemas sociales.

En E.U, surgió desconfianza absoluta contra los «antiamericanos» que apoyaban los criterios establecidos por Carlos Marx y Federico Engels. En consecuencia, el senador Joseph McCarthy hizo un «llamado de alerta» contra los traidores a la patria que podrían perjudicar a los E.U. en la Guerra Fría contra la Unión Soviética: así surgió la llamada «caza de brujas» o macarthismo.

Arthur Miller fue uno de los acusados por el político. Escribió en 1953 Las brujas de Salem, su obra más importante. Magistralmente, el texto plantea una relación con los dogmas religiosos de finales del siglo XVII, al mismo tiempo que alega la misma intolerancia del gobierno de McCarthy.

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Arthur Miller

Según Antonio Gramsci, el establecimiento del arte se rige a partir de los poderes gubernamentales. De tal modo, sólo se puede expresar algo que aparentemente es irreprochable para el sistema o que no apunta a la crítica. El simbolismo, entonces, radica en los artificios para que la crítica del arte sea por medio de un ambiente, en este caso, completamente distinto del de Miller: la segunda mitad del siglo XVII. De otra forma el arte -para Gramsci- no tendría validez, pues respondería a la conservación del discurso político represor:

¿O bien deberá considerarse representativo a quien expresa todas las fuerzas y todos los elementos en contraste y en lucha, es decir, a quien representa las contracciones del conjunto histórico-social?

Las brujas de Salem contiene tres elementos fundamentales: subversión, crítica e historicismo. Sin estas nociones, es imposible conservar el significado de la obra de Miller. La cacería de brujas verdaderamente existió, al igual que el periodo de Joseph McCarthy como «verdugo» de distintos artistas como Trumbo. Ahora bien, Miller ahonda sutilmente en su contexto por medio de las acotaciones en su obra-recurso bastante ingenioso, pues la obra incita de esta forma a ser leída y no sólo a ser observada en escena-. Miller menciona:

Vivimos tiempos de fuertes contrastes, tiempos que exigen precisión; no habitamos ya en una tarde oscura en la que el mal se mezcla con el bien y confunde al mundo.

Lo anterior da cuenta de la versatilidad en el medio de Arthur Miller, de la peligrosidad de declararse comunista o bien de ser acusado sin fundamentos por McCarthy. Otra cita de la obra:

Se ajustaron viejas cuentas pendientes elevándolas al plano del combate celestial entre Lucifer y el Sumo Hacedor; las sospechas y la envidia que el desgraciado sentía por el que era feliz pudieron estallar, y de hecho estallaron, dentro del marco de la venganza generalizada.

Esta última cita, refleja perfectamente el plano ideológico de Las brujas de Salem y del marxismo: la correspondencia entre estructura y superestructura. En la obra, para perjudicar a hombres y mujeres, se crea un tribunal en Salem en el que se acusa a diferentes personas de tener un pacto con el diablo. Así, la autoridad reafirma su poder sin tomar en cuenta al pueblo. Todo esto forma parte de la relación entre los hombres de una sociedad, o sus formas de vínculo en el trabajo -estructura- en la obra de Miller.

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Antonio Gramsci

Nuevamente, la represión surge como hecho relevante. En la superestructura, las acusaciones de vínculo con el diablo o la afinidad con el Dios cristiano son el soporte de una disputa que afecta a un sector de personas, o sea la tiranía de McCarthy contra los comunistas.

Por todo esto, la historia construida por Miller constituye una gran relación con su época; no sólo por el carácter de amonestación social, sino por la gran perspicacia con la que logra construir un escenario similar al que se vivía en el macarthismo debido a, lo que llamó Gramsci, expansividad. Esto es, el seguimiento de fuerzas latentes -los constantes problemas de las guerras y la cacería de brujas- relacionadas con el artista.

El escenario de Miller sirvió como un impulso para la creación artística. Tal es motivo de los artistas por reflejar las preocupaciones y revelar las soluciones de problemas difíciles de resolver. En este sentido, lo «personal» -que a veces puede contagiarse hasta el oportunismo político- se conjuga con lo «social» para criticar, reconstruir o reflejar un momento específico. En palabras de Gramsci:

Un determinado momento histórico-cultural no es nunca homogéneo, sino lleno de contradicciones. Adquiere “personalidad”, es un “momento” de la evolución, por el hecho de que en él una cierta actividad fundamental de la vida predomina sobre las demás, representa una “punta” histórica: por eso presupone una jerarquía, un contraste, una lucha.

Vivimos en un contexto en el cual la superestructura aún es más visible que la estructura misma. La superestructura consta de todas aquellas verdades «absolutas» que persisten en la televisión o en la religiosidad; en las ideas políticas o en los estereotipos de la sociedad. De tal modo que la estructura y el ambiente en el que nos desenvolvemos pareciera ser el adecuado para cada individuo: pobres, ricos, burgueses, proletarios.

Quizá existan simpatizantes del marxismo que concuerden o no con la vigencia de todas sus nociones; sin embargo, su valor de enfoque es necesario para obtener un estudio de cualquier representación o contexto histórico -con sus elementos económicos, sociológicos y hasta antropológicos- que plantee un espacio y un tiempo determinados. Probablemente no estemos tan alejados de la cacería de brujas del senador McCarthy el siglo pasado, o de los problemas en Salem en el siglo XVII. Las desapariciones forzadas, el ataque a grupos específicos de la sociedad o las acusaciones vacías también forman parte de una cacería de brujas que, en el sentido marxista, se crea a partir de la parte dominadora de la sociedad para censurar las oposiciones.

La caza de brujas no fue, sin embargo, una simple represión. Supuso también una oportunidad, largo tiempo aplazada y de similar importancia que la represión, para que todos los que lo deseasen confesaran públicamente, con el pretexto de acusar a las víctimas, su culpabilidad y sus pecados.

¿Acaso te suena conocido?

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