Esta tierra de panteones
De dolientes se ha llenado
Sobre las tumbas, hay flores
Que son ofrenda de los muertos
Y de los vivos, canciones
En el centro hay un ramo de flores recién cortadas. El aire que acaricia los pequeños pétalos amarillos trae consigo aroma de incienso, calabaza y pan caliente. Sal, agua, una cruz grande de madera, todo acomodado entre las pequeñas llamas de las veladoras de colores que alumbran el altar. Algunas gotas de cera caliente se funden entre las graciosas formas del papel picado. Los rostros nos observan fijamente a través del cristal de los retratos; miradas intercambiadas de uno y otro lado. Ya todos están sentados a la mesa. Entre vapores de nostalgia y chocolate caliente el ambiente se va llenando de historias y de risas y de canciones. Una lágrima, dulce como calaverita de azúcar, se resbala por los recuerdos. En esta noche de Día de Muertos, la vida y la muerte al fin han venido a cenar juntas.