¿Cómo me reconozco en una ceiba? Ramas, brazos, hojas, manos: raíces. Estos árboles tienen el tronco generalmente espinado, al menos cuando son jóvenes; su fruto es una cápsula elipsoide color verde, que por dentro guarda varias semillas envueltas en una fibra algodonosa. Se me ocurre más de una metáfora. Me reconozco en una ceiba cuando me permito jugar con las nociones de “individuo” y “colectivo”, cuando exploro la idea de que un proceso mental tiene que ver con la germinación de una semilla, y la construcción de la identidad con un ramo de flores coloridas. Las ilustraciones de Sofía Probert nos invitan a poner a prueba nuestra sensibilidad natural, mostrando ópticas que hacen zoom hacia lo más pequeño, para después devolvernos a una realidad expandida que explota dentro y fuera de nosotros. Aquí se pinta un superorganismo, como una colonia de hormigas, en donde la ceiba y yo nos encontramos frente a frente y, con suerte, nos buscamos una en la otra.
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Las imágenes importan: Lo que (vi)vimos el 8M
Imagen por Sofía Probert
La protesta del 16 de agosto de 2019 en la Ciudad de México tuvo como consecuencia una imagen poderosa. Polémica, incómoda y liberadora, la Victoria alada policromada e intervenida por las manos de decenas de mujeres apuntaba ya la alteración de la imagen urbana como eficaz demostración de un Estado fallido. Aquella imagen recorrió las pantallas del país y pienso, por las acaloradas discusiones generadas en torno a ella, que dislocaba ferozmente la noción de control gubernamental y los imaginarios de la mujer sumisa, callada y obediente.
Este año, de cara a las manifestaciones organizadas a propósito del Día Internacional de la Mujer, los edificios y monumentos de la capital mexicana fueron blindados con largas filas de vallas metálicas para impedir su intervención por colectivas feministas. El mensaje era claro, siempre lo ha sido: el orden establecido no se toca. Aquellos muros legitiman y representan a un poder intrínsecamente ligado al patriarcado que no puede permitirse nuevamente la vulneración de su imagen —sostenida y encarnada, en parte, por la impecabilidad de los monumentos y la fortaleza física y simbólica de sus instituciones—. En la muestra de “protección” de aquellos espacios se juega la imagen misma del Estado como agente de dominio.