Albert Camus, filósofo y hombre de letras, escribió en El mito de Sísifo que el suicidio plantea el único problema filosófico verdaderamente serio: ¿qué sentido tiene la vida? Y la filosofía del absurdo es la apuesta de Camus para encarar esta cuestión. Si nuestra vida no tiene un sentido intrínseco y la muerte constata la gratuidad de nuestro existir, ¿qué hacer? Obstinarnos en vivir a sabiendas de que es absurdo, rechazar el consuelo, la esperanza y el porvenir, vivir el presente en la acrobacia de mantenernos al filo del absurdo; esta obstinación es un acto de rebeldía, en él nos reconocemos libres, pero, ¿quién podría ser tal acróbata?
El héroe absurdo, ese hombre que carece de esperanza, que no pertenece al porvenir y que es consciente de que el único desenlace certero del drama humano es la muerte. Pese a esto, ama la vida y es feliz, pues comprende que el hecho de que la vida sea un sinsentido no implica que no la vivamos, disfrutemos y amemos. Ese Sísifo es Meursault, el protagonista de El extranjero, la novela-manifiesto de nuestro filósofo del absurdo.