Algo tienen en común
de la Cruz un tal San Juan,
George de apellido Herbert,
y el resucitando David Bowie.
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Algo tienen en común
de la Cruz un tal San Juan,
George de apellido Herbert,
y el resucitando David Bowie.
Por la vergüenza que sentí,
por la cara colorada que puse cuando me preguntaron por mi abuela,
por la amnesia que fingí cuando la humillaron,
porque las cosas un día se vuelven demasiado,
el silencio perfora las venas,
las incendia,
y arrastra el cuerpo a los abismos de no dejarse de mover.
Aprendí a cocinar caldo de res
como lo hacía mi madre,
grabé los ingredientes en el cajón
de un agosto con olor a epazote.
A la orilla del trino, cenzontle
recorre sinuosidad del epitelio, durazno
y miel en el lienzo, y curvas perentorias
sin que declinen, volcanes en sus manos,
rotundo placer de besar recovecos,
desliza como magnetismo y se une
se descubre un secreto en la cumbre,
y renueva en el desliz de la mano, marfil
y oro en proximidades, devuelve la caricia
fragante del aroma lascivo y yuxtapuesto.
Imagen: La creación de Adán, Miguel Ángel
Y Dios eligió para sí el último día
por eso el Hombre
carga con la nostalgia y melancolía del domingo
las confunde con pereza y aburrimiento;
se entrega al ritual pagano del fútbol
se anima con el bullicio
de las reuniones familiares
En nada encuentra lo que busca,
no sabe qué debe encontrar
la vida humana es ensayo y error
eternas corazonadas
como ciego va
tirando todo lo que toca
Dios eligió para sí el séptimo día
fastidiado de su propia Creación
y como es tan justo
comparte con el Hombre
el hastío que queda después del trabajo.
Escribo este verso
y te imagino amándome.
Lo que soy:
el conjunto de trozos armados
en una peculiar danza
de lo que fui y el deseo
que evoca a lo que jamás seré.
Al principio fuimos aire, ligeros y fluidos
sin esperar nada ni ofrecer más que un respiro. Un soplo.
Luego fuimos agua, intensos, profundos
juntos un caudal: destrozamos piedras, abrimos caminos.
Fuimos materia constante, sin forma. Vastos.
Ilustración de Aimeé Cervantes Flores
Alguien
dispersa la luna
llanura de batracios
que croan fuertemente en la charca
y aclaran el sendero a la noche
Los árboles mienten
la Oscura esparce juguetes
anuncia anclar sobre las ramas de los árboles
tirar la vertebral fronda
y el aire azul que verde insiste
Entran las barcas al corazón
la arena ciñe su espuma en un costado de la lluvia
a nave zarpa rumbo a mis gajos
nace del monte
furiosa avanza para estrellarse
con Dios al final de la tarde
La piedra de mi mano se vuelve pájaro
Ilustración de Aimeé Cervantes
A veces me peleo con la noche por tu culpa.
Minutos que caen cuan fortalezas
y se rinden las puertas como pétalos de abril.
Es tu recuerdo, entonces, la dulce muerte del presente.
La gran batalla entre mis sueños y tu nombre.