A mi abuela
Temes no ser tú
con la luna en tu cabello
y el pequeño cuerpo
con cicatrices de tiempo;
le temes al otoño, al tuyo.
Veo cómo te mueves
entre las hojas
senescentes
y me angustio.
Cuando llegue el invierno,
¿qué haré sin ti?
A mi abuela
Temes no ser tú
con la luna en tu cabello
y el pequeño cuerpo
con cicatrices de tiempo;
le temes al otoño, al tuyo.
Veo cómo te mueves
entre las hojas
senescentes
y me angustio.
Cuando llegue el invierno,
¿qué haré sin ti?
Soy un pequeño cielo tras la ventana del cuarto.
Un cielo azul para mis huesos. Los árboles viven
días sin palmas. Sujeta el cabello
de mi casa, la muerte. Ese sentido me
nació enraizado como piel
al rostro.
Su himno de tierra, bajo la planta,
conduce el aire palabras
hacia el sol.
Tu rostro
seducido por demonios,
tu matriz abierta al viento,
tu voz tan lejana
entre tus dedos/el canto
del jilguero que no ha vuelto
nunca más al árbol
que si logras recordar
estaba en ese parque
que dicen te gustaba tanto