La idea de escribir acerca de los placeres surgió a partir de dos sucesos. El primero de ellos responde a una necesidad personal de reiniciar luego de un periodo dedicado a la lucha contra la desesperación y la tristeza. Digo necesidad porque partió de un ejercicio de contemplación que derivó en un hilo de pensamientos dedicados a momentos bellos de la vida. Y la contemplación es una necesidad. El segundo es un ejercicio de tipo literario. Con un profesor hablamos acerca del autorretrato de Hugo Hiriart, en el que traza una imagen de sí mismo a partir de las cosas que le gustan. Algo parecido intento hacer aquí. Aunque más que gustos, placeres. Más que placeres, recuerdos. Más que recuerdos, recordatorios.
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El placer del texto: reflexiones en torno a Roland Barthes
El lenguaje es una piel:
Fragmentos de un discurso amoroso, Roland Barthes
yo froto mi lengua contra el otro.
Es como si tuviera palabras a guisa de dedos,
o dedos en la punta de mis palabras.
Mi lenguaje tiembla de deseo. […]
(el lenguaje goza tocándose a sí mismo).
Corría el año de 1973 cuando Roland Barthes publicó El placer del texto, dentro de lo que se ha considerado su “segunda etapa de pensamiento crítico”, en la cual dialogó con teóricos como Freud y Lacan. En el caso de este libro, por ejemplo, fácilmente puede percibirse la influencia de la escuela psicoanalítica, al reconocer conceptos centrados en la experiencia del sujeto, como el goce y el placer. Barthes plantea aquí una reivindicación de este último a través de una reflexión en torno al lenguaje. Para este autor, es el lenguaje el principal sujeto y objeto del placer, mientras el texto, que a su vez resulta una suerte de contenedor de ese lenguaje, presenta rasgos de cuerpo humano capaces de generar, con quien guste interactuar con él, una relación erótica.