Hace unas semanas, Francia anunciaba una estrategia nacional para combatir la endometriosis, enfermedad silenciada durante años. Las mujeres que acudían a la consulta médica con dolor o sangrado más fuerte de lo habitual eran ignoradas, puesto que se da por sentado que menstruar y sufrir son sinónimos. En algunos casos las acusaban incluso de exageradas y mofadas. Quizás a alguien se le escapó un “cálmese, señora”, o un “no se ponga histérica”. A lo largo de la historia, la palabra histérica, aunque al principio un diagnóstico médico, también se ha usado para calificar cualquier comportamiento femenino no aceptado en sociedad. El término, que se remonta a la Grecia clásica, tuvo su auge durante el siglo XIX con el psicoanálisis, siguió presente en el XX, retratado a la perfección en el cine clásico de Hollywood, y hoy en día pervive como reproche.
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Cómo acabar con el cine de mujeres
“Las mujeres llevan haciendo cine desde hace más de cien años, pero cuando mueren sus esquelas son muy pequeñas.” Con estas acertadas palabras habla Tilda Swinton sobre la ya conocida ignorancia a las cineastas femeninas en la industria; a la vista están las estadísticas. Según el último informe de The Celluloid Ceiling, llevado a cabo por la Doctora Martha Lauzan, ocupan apenas un 20% de los cargos detrás de las cámaras de una película. Además, solo en 1% de las películas analizadas hay más de diez mujeres en el equipo técnico; en el caso contrario (más de diez hombres en el equipo) la cifra se eleva al 74%. En lo que a reconocimientos se refiere, Katheryn Bigelow es la única directora que ostenta un Oscar por su trabajo. Algunos argumentarán que esta evidente desigualdad se debe a la tardía incorporación de la mujer a esta industria, y que, tras unos años, su posición será equiparable a la de los hombres. Quizá no saben que las mujeres han participado activamente en el cine desde sus orígenes, no solo como actrices, sino como técnicas. Muchas de ellas han sido figuras clave en el desarrollo del séptimo arte, y, aun así, no son valoradas al mismo nivel que sus equivalentes masculinos. ¿A qué se debe esta falta de reconocimiento?
El test de Bechdel: 4 películas que replantean el papel de la mujer
En 1985, Alison Bechdel publicó una tira de su cómic Dykes to watch out for (Unas lesbianas de cuidado) llamada La norma. En esta, uno de los personajes afirma lo siguiente: solo ve una película si muestra al menos dos mujeres capaces de hablar entre ellas sobre algún tema que no sean los hombres.
Esta “norma” ha sido recuperada tras los años, hasta el punto de ganarse un nombre propio: el test de Bechdel. A día de hoy, es usado para determinar la importancia de los personajes femeninos en cualquier historia. Quizá su mérito radica en su aparente simplicidad. Son tantas las historias que no pasan la prueba que ha conseguido poner en cuestión el papel reservado a la mujer en la ficción.