La única muerte legítima es aquella que se ha legalizado. Durante el claroscuro del Siglo XVI, entre la neblina del cristianismo hegemónico, los pueblos Alemanes se engrían de seguridad a la justicia. Epíteto máximo de fe. ¿Cuál es la naturaleza de su ufano? La actitud avasallante tomada frente a los demonios del mundo. La seguridad de la humanidad estaba en peligro frente a los aterradores espectros que invadían sus casas, hurtando el alma de los infantes, colapsando las cosechas, arruinando el devenir. ¿Qué clase de creatura era la responsable? El mundo ordenado, el mundo de Dios, no puede permitir la existencia de tan execrable sustancia. Y evidentemente, no sucede así. El origen del mal no es la naturaleza humana, sino la injerencia diabólica. Las brujas surgen gracias a la participación ritualista del diablo. Una mujer cualquiera, con características generales, mundana, cotidiana; decide, de un momento a otro, usurpar el justo medio de facultades otorgado por el creador, aliándose a la temible oscuridad para, sacrificando su alma y tributando su cuerpo, enaltecer su beatitud y obtener ganancias mágicas. El poder infernal de traspasar los límites planteados a la humanidad las aleja de Dios. El deber de todo buen cristiano es reconstruir la armonía del mundo, restaurar la bondad, enorgullecer el nombre de Dios. ¿Cómo? Hay que erradicar de la faz de la tierra a las brujas. Pero, el asesinato es castigado por mandato divino. Sin embargo, Dios sabe tanto de jurisprudencia como de arquitectura. El que está lejos de Dios puede ser reorientado a su gracia a través de abandonar su pecaminoso cuerpo, expiando su alma a través del sufrimiento.
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La moral, una fantasía para el olvido por Nullius Ectopos
El conducto por el que pasa la felicidad se atasca al olvidar la moral. Ahí radica nuestra maldad, en el olvido. Sobre todo olvidamos a nuestra mujer, a nuestra novia, a nuestras amigas o amantes. Y la mujer olvida al hombre fiel que alguna vez enamoró su corazón. Prefiere los labios de un hombre viril y guapo. ¡Con qué crueldad humillamos nuestro carácter! La virginidad desde este punto de vista feroz y ridículo, es la razón más importante para olvidar el dolor de la menstruación. El placer de la sangre. ¡Vaya qué gran placer!