Etiqueta: Millenials

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Travesía proustiana en vísperas de Navidad

El primer volumen de En Busca del Tiempo Perdido relata la historia de Swann, un tipo obsesionado con la historia del arte y con las mujeres; con las mujeres en el arte y con la historia de las mujeres de las que se enamora. Nada más placentero para semejante sujeto que enamorarse de una cocotte, una puta de alta categoría que se acuesta con hombres y mujeres, actividades éstas que lo mantienen muy ocupado: se dedica a la divertida investigación de los encuentros amorosos de Odette, la documentación de los lugares en los que ha estado, la recreación de sus relaciones en la imaginación, la evocación de todas las sonrisas, todos los gemidos, todas las palabras de las que se ha perdido…

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La belleza hoy y… simplemente,la Belleza

Sólo los superficiales no juzgan por las apariencias.

OSCAR WILDE

Mucho tiempo me quejé de la superficialidad de los millenials. Si no me hacían caso era, seguramente, porque no soy alto, atlético, guapo, ni rico. No me daba cuenta que el superficial era yo: la sociedad que así se comporta es tan profunda y se toma las cosas tan en serio como los fanáticos religiosos o los seguidores de la ética kantiana.

Su discurso es engañoso: alentados a la estupidez por el discurso de nuestro tiempo, se avergüenzan de su profundo compromiso con la ideología. Según ellos son libres, espontáneos: el amor tradicional es una forma de atarse, de limitar su placer, y a este mundo venimos, a fin de cuentas, a no quedarnos con las ganas de nada, a hacer  todo lo que queramos. Se vuelcan, pues, al placer inmediato y efímero: rinden culto a la imagen, a la riqueza. En este culto radica su profundidad: elevan los grandes senos, los cuadritos en el abdomen, la ropa de marca, a una dignidad metafísica. Ya lo dijo Marx en su análisis de la mercancía: no es el producto en sí lo que deseamos… la mercancía tiene un halo mágico, misterioso, como si se tratara de la famosa escalera de Platón al mundo de las ideas. A través de su consumo superficial de cuerpos y de marcas, buscan acercarse al mundo ideal de la felicidad, el comfort, la omnipotencia y, por supuesto, el placer, elevado a Dios. No son superficiales: no se fijan en la apariencia, sino en la concordancia de la apariencia con los imperativos de nuestra sociedad supuestamente «postideológica».