Espejo
Aunque lo sujetaba firmemente en la mano derecha, a la niña se le escapó el tiempo. Estaría, quizá, entre las arrugas de su rostro.
Aunque lo sujetaba firmemente en la mano derecha, a la niña se le escapó el tiempo. Estaría, quizá, entre las arrugas de su rostro.
Fotografía: «Anagnórsis», de las esculturas de López-Arza, Marcos González González, 2014
Esta cultura, escribió Max en su libreta de apuntes, concibe la muerte como anagnórisis. Y subrayó el término griego considerando que pudo haber registrado aquello en una nota de voz del móvil.
Republicamos hoy la entrevista realizada al escritor coahuilense de microficciones Armando Alanís (no es su homónimo, el creador de Acción Poética) para el número 9 de Primera Página. Que la disfruten.
PP. ¿Está bien el término “microficción”? ¿Consideras que es correcto?
AA. No tengo problema con las etiquetas. A estos textos brevísimos, de pocas líneas, en los que se cuenta o sugiere toda una historia, se les puede llamar minificciones, microficciones, microrrelatos o ficciones súbitas. En México, se ha preferido el término “minificción” para designar a estos comprimidos narrativos. En España y Argentina prefieren el término “microrrelato”. Me gusta lo que dijo alguien por ahí, creo que fue la escritora argentina Ana María Shua: si un texto muy breve parece aforismo, es aforismo; si parece poema en prosa, es poema en prosa; si parece greguería, es greguería; si parece estampa literaria, es estampa literaria; si no sabemos qué es, seguro que se trata de una minificción.
Una vez más, del otro lado del mundo recibimos una colaboración que es sumamente especial; pues es la primera del género en esta nueva fase de la revista. Presentamos para ustedes seis microrrelatos (o microficciones) del Dr. en Filología Hispánica, Atilano Sevillano:
Su ambición literaria era muy grande. Había escogido el seudónimo de Miguel de Cervantes (cosa que sus amigos le echaban en cara por no estrujarse un poco la sesera), y se seguiría considerando un fracasado si al final de sus días no hubiera conseguido escribir aquel relato, que decía así: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero…” La verdad es que el comienzo resulta un tanto pretencioso para un microrrelato de sesenta y nueve palabras.