Nostalgia
Poemas que eran para el alma
se desvanecieron en el viento de tu desinterés.
Se marchitaron como rosas en el tiempo,
quedando en el abandono y el olvido.
Poemas que eran para el alma
se desvanecieron en el viento de tu desinterés.
Se marchitaron como rosas en el tiempo,
quedando en el abandono y el olvido.
En el húmedo y helado concreto de la calle, al lado de un farol parpadeante de luz tenue, lo vi, sin nombre. Una vida llena de promesas que no tiene identidad. Abrumado en impotencia y vergüenza, no quise pensar en lo que se escapaba frente a mis ojos, en las neuronas apagadas e inexistentes.
La rueda del año comienza
ataviada de espectros visibles
de personas que salen al paso
develando al fin sus máscaras,
es la noche perfecta
la puerta entre los mundos se abre
y los que antes eran santos
sólo por una noche
asumen sus demonios.
Quiero saber qué es la piedra
«La ruina que nombro» – Andrea Cote Botero
que tanto me conmueve.
Qué es en verdad
la ruina que nombro.
También escribir es derrumbarse.
En su «Arte poética», Vicente Huidobro evoca toda la potencia del verso al destacar su capacidad de «inventar nuevos mundos». El poeta, por tanto, se vuelve un «pequeño dios». Sin afán de arrogancia o egolatría, Huidobro resalta que la poesía posee cualidades o propiedades inmanentes únicas de la lírica que, más que buscar la perfección, destacan en la fuerza de la palabra. En Desviada para siempre (2019), libro publicado bajo el sello de Senzala, Yanuva León explota el vigor de la poesía y de esa misma fuerza para brindarnos un poemario de amplio alcance: el tiempo, la mujer, la intimidad, lo personal y la naturaleza toman parte en el camino de su lírica.
Ilustración de Aimeé Cervantes
A mi abuela Ana Teresa Borges Paz
Miro el abrazo
del humo que danza por la casa
como llevando mis pensamientos a todo
lo que anudo con íntima mirada
mientras el sol
cae sobre mi espalda
gira el repaso
un silencio redondo entra por los huesos
pienso en los de afuera
los que están lejos y aún tocan la puerta
del frío café
sobre la mesa preñada de velas
roza mis labios
continúa su bailoteo hasta volverse
reflejo entre mis dedos
la niebla de tu montaña
ceniza que no abraza
el
cerrojo de dios