La carne debe servir a la carne
así por mandato natural
se cauteriza la piel al tacto;
se enmudecen los amantes en el clamor genital.
Y nuestras soledades, una con la
otra, se disuelven en deseos.
Duelen en la humedad
de nuestra desnudez, sexos
frenéticos,
orgasmos,
los dedos hurgan el gemido.
El éxtasis terminó de beber a los amantes.
