El título se presenta como una afirmación contundente, en la que me reconozco de manera inmediata. Tampoco tengo fuerza para ser civilizada, y es posible que Iveth Luna y yo no estemos solas en lo ancho de esa oración. Me sumerjo en las páginas y poco a poco comprendo que, en un mundo de normas y maneras prefabricadas de ser o comportarse, no ser civilizada significa hacer un ejercicio de franqueza y vulnerabilidad.