Si tenemos que fiarnos del testimonio cinematográfico, el ser humano es una chica que baila el charlestón bien y un chico que tampoco se queda corto, dijo el crítico Siegfried Kracauer. Según él, las fantasías de las películas, aunque estúpidas e irreales, reflejan los sueños de la sociedad moderna. En pocos casos es esto más claro que en el cine adolescente. Lo que nos encontramos en la pantalla no es más que un sustituto idealizado y azucarado de una época que poco tiene de fácil. Y, aun así, volvemos a él una y otra vez. ¿A qué se debe tanta distancia entre realidad y ficción? ¿Dice esto algo de nuestra sociedad?
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Metacine: cuando Hollywood habla sobre sí mismo
Del mismo modo que el que quiera aprender sobre literatura deberá leer libros, la tarea del cinéfilo no puede entenderse sin el visionado de películas. En definitiva, por más manuales que se hayan escrito, normalmente las mejores lecciones de cine no requieren siquiera apartar la vista de la pantalla. En los cincuenta, musicales emblemáticos como Cantando bajo la lluvia (1952, Gene Kelly y Stanley Donen) expusieron el problema del paso del cine mudo al sonoro. En la última década, biopics como Hitchcock (2012, Sacha Gervasi) o Trumbo (2015, Jay Roach), o la comedia ¡Salve, César! (2016, Ethan y Joel Coen), han acercado al público actual al sistema de estudios del viejo Hollywood. Y es que, ya desde su nacimiento, el cine ha necesitado hablar sobre cine.
Terror: ellas sobreviven
El terror es el género cinematográfico en el que las mujeres están más tiempo en pantalla (53%) por encima del romántico y la comedia. No es de extrañar, pues son ellas las protagonistas de muchas películas de miedo, especialmente de los slasher, donde la final girl sobrevive al asesino. ¿Las convierte esto en historias feministas? No necesariamente. La posición “privilegiada” de la mujer en el cine de terror se debe a los roles de género tradicionales, donde ellas son objeto de interés sexual, y ellos, de violencia. Algunos autores hablan de prescindibilidad masculina, según la cual la muerte de una mujer siempre impactará más al público que la de un hombre. Así, quien consigue sobrevivir es siempre la chica de carácter dulce y cándido (que paradójicamente, también es el objeto de interés sexual del antagonista). Esta idea, por supuesto, es anterior a la cinematografía y se remonta al siglo XIX, con la novela gótica. En este artículo propongo un viaje desde los primeros cortometrajes hasta la actualidad para descubrir la evolución del terror y de sus protagonistas.
Construyendo a la flapper
En esta columna ya se ha hablado del nacimiento de las flappers, uno de los arquetipos más conocidos del cine mudo, a mediados de los años 20. Ahora bien, ¿ocurrió esto de la noche a la mañana? En absoluto. Si no hubiera sido por los cambios culturales y sociales que tuvieron lugar durante la década anterior, habría sido imposible que apareciera una figura así.
El test de Bechdel: 4 películas que replantean el papel de la mujer
En 1985, Alison Bechdel publicó una tira de su cómic Dykes to watch out for (Unas lesbianas de cuidado) llamada La norma. En esta, uno de los personajes afirma lo siguiente: solo ve una película si muestra al menos dos mujeres capaces de hablar entre ellas sobre algún tema que no sean los hombres.
Esta “norma” ha sido recuperada tras los años, hasta el punto de ganarse un nombre propio: el test de Bechdel. A día de hoy, es usado para determinar la importancia de los personajes femeninos en cualquier historia. Quizá su mérito radica en su aparente simplicidad. Son tantas las historias que no pasan la prueba que ha conseguido poner en cuestión el papel reservado a la mujer en la ficción.
Flapper: la nueva mujer de los veinte
Cuando nos hablan del cine de los años veinte, a todos nos viene una imagen prefabricada a la cabeza: el estilo de vida ostentoso y desenfrenado de la nueva juventud norteamericana. Fue, por tanto, una época de cambios y mayor libertad, también para la mujer. Por supuesto, también las flappers, esas chicas de pelo corto que se negaron a llevar corsé y adoptaron comportamientos hasta el momento considerados masculinos: fumaban, bebían, conducían y tenían una visión mucho más liberal del sexo. A pesar del fenómeno social generado por las flappers que sólo tuvo lugar entre algunas partes de la población, gozaron de una popularidad envidiable, al grado de convertirse en uno de los prototipos de personaje más conocidos del cine de la época. Tal fue el caso que desbancó a las ingénues y a las vamps que tanto éxito habían tenido en la primera década del siglo. Más adelante, el concepto se vio culminado en la imagen de la it girl, con Clara Bow, y en las garçonne, las flappers europeas.