No soy el único enfermo (espero) que se angustia cada vez que Francis Underwood, el despiadado protagonista de House of Cards, ve frustrados sus planes: cada que un periodista entrometido investiga sus asesinatos, cada que un político honrado se atreve a usar la ley en su contra o a frenar sus proyectos por alguna estúpida causa ética, cada que la impertinente de su esposa decide que ya se cansó de sacrificar su vida para que él pueda tener éxito.