El rey se volvió loco. Sí, eso dijeron sus más cercanos. Dijeron que pasó toda la noche gritando. Entre sus palabras disparatadas contaba que horribles fantasmas lo acosaban, recordándole sus crímenes atroces, crímenes cometidos desde su temprana niñez, cuando se entretenía lanzando a inofensivos perros desde lo alto de las torres del palacio para gozar viendo cómo se destrozaban en el suelo; entonces reía y cantaba saltando y agitando los brazos. Mientras más sangre salía de los cuerpos reventados, más se alegraba.
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La otra esquina de El infinito – Cuento de Carlos Quintanilla
Hace unos momentos aquel hombre desvió su mirada a la pared donde estoy recostada. Ahí se encuentra uno de los posters que tenemos colgados en el bar, en él se observan a los integrantes de ABBA vestidos elegantemente y con una pirámide de fondo. Son interesantes los gustos de las personas cuando se les condiciona con sólo verlos una vez en la vida. En el traje que lleva puesto se empezaron a forjar arrugas cuando acomodó sus nalgas en el pequeño asiento de la barra. Esta noche soy sabedora de que está, junto con otros hombres, en representación de Manuel Serrano; disque tienen que cerrar un acuerdo para el viejo, con el fin de no perder un porcentaje de ganancias de este lugar. Sin embargo, ninguno de ellos se observa concentrado para darle de lleno a sus responsabilidades. El tipo está recibiendo una llamada.
La alborada del horror – Cuento de Camilo A. Rincón V
Durante la alborada observé algunos animales heridos, al igual que muchos soldados muertos por la dinamita. Me tapé el rostro, con el ánimo de olvidar los horrores de esa absurda guerra. Entonces apreté el fusil con mis piernas, sin darme cuenta de que aparecía en mi cabeza el infierno, en donde pecaminosas almas descorazonadas y afligidas, escuchaban a Satanás, quien, al verme solitario, se me acercó y me dijo:
Erosión – Poema de Emmanuel Santana
Como una flor que se marchita
por el tiempo que la desgasta;
como un arpón que debilita
a una criatura con piel vasta;
como un árbol que la edad seca
con la vejez y su calor;
como arma con la que se peca
y no se usa más por pudor.
Alejado más cada día
de la amarga miel de la vida,
que antes tanto yo quería
y que ahora de mí se olvida
al arrugar mis firmes manos,
al decolorar mis cabellos,
al oxidar mis dientes sanos
que antes blancos lucían tan bellos.
Cada vez más cerca estoy
de hacer de mi cuerpo un baldío,
ése es mi futuro, allá voy,
mi destino nunca fue mío.
El reloj no da tregua, corro
por alcanzar un solo segundo
que me robó el astuto zorro
gordo y redondo como el mundo;
nada obtengo, ni una migaja
queda de la persecución
a la más valiosa alhaja
y me hundo en la consternación.
Por cualquier cosa envejezco:
si como, si duermo, si vivo,
si río más viejo parezco
y con ninguna acción revivo.
Por más que del inevitable
tiempo huya, él viene a recordarme
con su muda voz nada afable
que está más cerca de abrasarme.