Nunca rompas el silencio si no es para mejorarlo
L. V. Beethoven
Te propongo algo. Durante los próximos minutos, y mientras sigues leyendo lo que voy a pedirte, trata de mantener completo silencio.
Probablemente estés en tu recámara o en el salón de tu casa; quizás te encuentres viajando en el transporte público o esperando en la banca de algún parque. No importa dónde estés. Guarda silencio. Respira profundamente. Tan sólo escucha lo más atentamente que puedas.
¿Qué alcanzan a percibir tus oídos? Seguramente se escuchan las voces de las personas a tu alrededor, o la música que sale de la bocina del local de enfrente. ¿Ese es el ruido de la televisión? Escucha aún más atentamente. ¿Puedes escuchar el tic-tac del reloj que está colgado en la pared? ¿Qué tal el ruido del carro que acaba de cruzar por la avenida? Guarda total silencio, escucha cada detalle. ¿Eso que suena es un pájaro a lo lejos? ¿O es sólo el aire que está silbando a través de la rendija de la ventana entreabierta? Bien. Ahora concéntrate en los silencios. En tu propio silencio. Qué curioso suena el aire que exhalas en cada respiración, ¿no? Ahora parece que tu propia voz suena demasiado fuerte dentro de tu cabeza . ¿Y qué tal el sonido del latir de tu corazón?
¿Escuchas?