Etiqueta: Alma González

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Poéticas del desengaño: crónica de un encabezado ondulante.

“Hay una profunda diferencia entre luchar para evitar la muerte y luchar para vivir”.

Curzio Malaparte.


A propósito de Malaparte y un paradigmático viaje en la línea 9, con el vagón llenísimo, dentro del paraíso terrenal que llaman Sistema de Transporte Colectivo: Metro; me ocupé de observar detenidamente dos universos adyacentes. Por un lado, la mujer de cabellos largos, ondulantes bajo el ineficiente soplo del ventilador deformado, quien cabecea estación tras estación y despide un aroma suave que le emana de detrás de los lóbulos perforados. Por el otro, Romina (dice su gafete), sentada, con las rodillas rígidas frente a la estorbosa masa de un abrigo apretujado en la maleta verde que me acompaña, por lo regular, más del ochenta por ciento de la vida. Trae bajo el pulgar izquierdo un periódico doblado, arrugado en las orillas. Las hojas sueltas ondulan con la misma fuerza que la cabellera suelta. Se inscribe a la escena otro paraíso terrenal, lo llaman Metro, a secas. Éste exhibe sus despampanantes imágenes en escalas de color opacas, luego del continuo quebranto de una jornada larga, o la terrible fortuna de ser quien se queda estampada en la puerta. Se lee, medio cortado, el titular en primera plana: “No nos dejemos engañar:…”.

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«El presidencialismo mexicano» en los tiempos de Enrique Peña Nieto

Casi por tradición ―y de forma inherente―, el día 1 de enero tiene la dicha de conocer, en voz de los más agudos arquitectos discursivos, una nueva manera de comprenderse y mirarse en el mundo. Comienza el año de 1891, un hombre de semblante serio y bigote poblado, nacido en tierra cubana, da a conocer en papel impreso una de las ideas paradigmáticas respecto a la construcción de la República. Nos dice:

“Se entiende que las formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus elementos naturales; que las ideas absolutas, para no caer por un yerro de forma, han de ponerse en formas relativas; que la libertad, para ser viable, tiene que ser sincera y plena; que, si la república no abre los brazos a todos y adelanta con todos, muere la república.”

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Diego Rivera: héroe colectivo.

Al calor de una tarde dominical, bochornosa y húmeda, frente al constante campo de batalla de un grupo de hombres viejos, con las boinas recargadas en la oreja, dando sus mejores jugadas, parloteando entre queda y sonoramente los nombres de las grandes estrellas del tan amado ejercicio mental que llaman ajedrez, se deja ver el pequeño ―y nunca menor― Museo Mural Diego Rivera, casa del famosísimo Sueño de una tarde dominical.