Bajo todas las cosas
Bajo todas las cosas
que entre las sombras
ocultamos,
nos asaltan
los pájaros soñados.
Juguetes perdidos,
pasos que no dimos,
el sí entre las sombras
las manos en los portales,
amaneceres que nunca
tuvimos.
Creación literaria. Narrativa, poesía, minificción y otros híbridos.
Bajo todas las cosas
que entre las sombras
ocultamos,
nos asaltan
los pájaros soñados.
Juguetes perdidos,
pasos que no dimos,
el sí entre las sombras
las manos en los portales,
amaneceres que nunca
tuvimos.
Estela, mi terapeuta, me dio sólo dos opciones para continuar con mi vida.
—Puedes volver con tu mujer y aprendan a vivir juntos o divórciense y visita a tus hijos cada quince días —dijo mientras se acomodaba los lentes—. Lo mejor para esos niños es un padre presente y estable que rehaga su vida.
Se filtran sonidos, la calle se torna palpable.
El mundo se percibe desde una burbuja.
Envuelto, protegido, se forma el ser.
Alguien teje unos zapatos, alguien
elige con ilusiones cuna, cobertor, juguetes.
Alguien canta dulcemente, cuenta historias.
Cómodamente sentado, me preparo para comenzar a vivir una singular experiencia, una vez más. Estoy dentro de un avión a minutos de comenzar el despegue. ¡Estoy a punto de iniciar un viaje a través del aire!
Ilustración: “A gig grass field”, de julykings
Son las tres de la madrugada y no consigo dormirme. Sobre mi regazo, las palabras de John Steinbeck; a mi izquierda, Lili duerme. Intento concentrarme en el libro, pero la escasa luz y el ruido constante que llevo escuchando desde hace horas me lo impiden. Este ruido es algo parecido al balanceo de una canica contra la pared mezclado con el agua de una gotera. Tras varios minutos, el ruido cesa. Cierro los ojos y el sueño me lleva.
La madrugada que maté a mi padre, tomé la decisión de mudarme a San Oriondo, un pequeño pueblo en la frontera donde él nació. Rechinaron en mi mente las constantes anécdotas sobre su infancia y lo feliz que fue cazando cangrejos y bajando mangos de los inmensos árboles que ahí crecen. Antes de irme envolví su cuerpo, bajé el agua de la pila y lo tiré adentro; guardé mi ropa, la suya y cinco pesetas que guardaba en una de sus botas.
Alcanzó la azotea aupándose a un papalote que un niño echó a volar. Desde la cornisa, observó a las multitides desplazándose a un ritmo trepidante por la calzada. Quienes hasta entonces Chela viera teratológicos se habían convertido en seres diminutos aglomerados en una marabunta que corría veloz entre las dos bandas de edificios, a la manera de un río al fondo de un cañón. La diversidad cromática de los atuendos en continuo flujo le recordó las aguas contaminadas de aceite, tornasoladas en la superficie, que con frecuencia bajaban por las cunetas de la ciudad, y que para ella representaban caudalosos e insalvables torrentes. Separada de la marabunta por vallas de metal, sobre la banqueta efervescía un caldo de pañuelos, banderines y palmas batientes, el cual, sin embargo, se mantenía fijo al mismo punto.
Llegué a la tierra titánica, vasta
en hileras de majestuosos fenómenos,
como cuando las zarpas de los riscos,
oníricos, se efervescen en la piedra muerta.
I Son las nueve y ya se ha acostadodetrás de la obra, como en una hamaca,maliciosa la creciente luna.Como mujer desnuda en un cuadro,seduce e inhibe, tiene en cuenta miradas descaradas, congelándolesen un encantamiento silencioso.Pero, por […]
Los Silabergs, ese grupo social al que el crecimiento explosivo de la comunidad relegó a los suburbios, seres inteligentes de barbas lacias y serenidad en los rostros, tribu de antaño golpeada y discriminada cuyos hábitats fueron devorados por espantosas y desordenadas colonias de interés social construidas por el gobierno, comenzaron a involucrarse, con los escasos recursos que les daban sus trabajos de asistencia en ingeniería, en la compraventa y construcción de drones. Al paso de los años construyeron algunos tan grandes que cabían casas dentro. Preocupados siempre, y cuidadosos con las leyes para que la velocidad o dimensiones de los drones no fueran afectados por ellas, no pasó mucho tiempo para que sus viviendas se desplazaran en grupos de tres o hasta cinco juntas.