Muerte al filo de la boca sin palabras.
Una voz sin música
emana su presencia frágil y pendular.
Categoría: Distancias
Las distancias cambian, se modifican, se (nos) transforman: crecen o se aminoran dependiendo del transporte, del tiempo o de los sueños que la recorren. Puede ser necesaria, a veces ominosa, pero siempre enmarcada por la falta de cuerpo, de contacto, mas nunca de afectos. ¿Cómo encontrarnos a la distancia? ¿Cómo aprender a vivir con ella en nuestros tiempos? Cuando el espacio entre dos seres deja de ser producto del enfriamiento y se vuelve una demostración de cariño, respeto y necesidad, ¿cómo cambia el mundo? ¿Cómo nos construimos desde la inviolabilidad del aislamiento? ¿Cómo esta distancia que sirve para protegernos modifica nuestra forma de mantenernos cerca?
Programa: Sueño || Cuento de Tabata Ochoa
Veo un círculo 0 y una línea 1. Pronto se convierten en multitud. ¿Es mi imaginación o por qué me encuentro aquí? Letras infinitas sin aparente sentido comienzan a invadir mi vista. ¿Acaso no acaba nunca este lienzo de gran magnitud? IN, TEST, OUT, ADD: las únicas palabras que apenas puedo identificar. Ligeramente, mi atención se disipa e inmediatamente una expresión comienza a sobrescribir:
De cómo es pequeño el encierro || Poema de Daniel Vega Tavares
Me asomo a mirar el mundo
y comprendo que esta casa
me desborda,
devoro el cielo y me cundo
como la nube que pasa
y me aborda
con curiosidad preñada
revestida de tristeza
y me inquiere:
¿qué me pide tu mirada
tan llovida de tibieza?,
¿qué me quiere?
La soledad y sus arrugas || Cuento de Enrique Esparza Vázquez
Mi reloj de mano ya marcaba las diez de la mañana y Norma seguía sin tocar mi puerta. Llegué a creer que los comentarios de Clotilde la habían desanimado, pero Norma no es una mujer vulnerable y me es difícil creer que esa fuera la razón por la que no haya venido ni el jueves ni el sábado. Dejé pasar las horas hasta que todas mis amigas se fueran para salir a buscarla. Fue una mañana larga, pues mis ojos no dejaban de mirar la hora, me sentía desesperada, pues a cualquiera de nosotras, por nuestra edad, ya nos puede pasar de todo. Un día te duelen los pies, al otro día la cabeza, por la noche se te sube la presión, por el día se te baja… en fin, ya eran las dos de la tarde cuando pensé si primero recogía la terraza o me dirigía directo a casa de Norma, pero pensé que era ilógico quedarme a limpiar cuando toda la mañana esperé el momento para salir a buscarla. Tomé mi gabardina por si el viento era fuerte o por si en el transcurso del camino se soltaba la ventisca, salí de mi casa sin avisarle a mi marido y cerré con seguro la puerta.
Me preguntaré || Cuento de José Luis Díaz Marcos
Si el corazón pudiera pensar, se pararía.
Fernando Pessoa, El libro del desasosiego
El olvido, silenciosa e infatigable amenaza, ha estado siguiendo mis débiles pasos. Y ahora que advierto su agresión, como suele ocurrir con tantas cosas, ya es demasiado tarde: la maraña de mis recuerdos, arena contra la ventisca, se deshace con todos vosotros dentro. También conmigo. También, ¡ay!, contigo, querida Pilar.
A la orilla del trino || Poema de Isabel Galván Rocha
A la orilla del trino, cenzontle
recorre sinuosidad del epitelio, durazno
y miel en el lienzo, y curvas perentorias
sin que declinen, volcanes en sus manos,
rotundo placer de besar recovecos,
desliza como magnetismo y se une
se descubre un secreto en la cumbre,
y renueva en el desliz de la mano, marfil
y oro en proximidades, devuelve la caricia
fragante del aroma lascivo y yuxtapuesto.
Instantes || Crónica de Juan Francisco Hernández
Estamos en agosto. Un verano cálido y húmedo. Hace tres años llegué a Bélgica y no me acostumbro al clima. Inviernos largos y fríos; veranos cortos y ardientes. Por la mañana me senté en la terraza, me quité la camiseta y me quedé tranquilo e inmóvil, como lagartija sobre piedra al sol. He pasado la otra parte de la mañana en el jardín, con los hijos de M, buscando caracoles.
Don De || Cuento de J. L. Muciño
Ahí viene Don De. Sé que es él, porque camina por el pasillo siempre haciendo ruido con sus zapatos, siempre poniendo el énfasis en su pisada, en especial en la parte del tacón. Ahí viene Don De. Y no es que lo odie, no; es más, ni siquiera lo conozco, pero no sé. Su sola presencia me resulta aterradora.
Tuétanos || Microrrelato de Marcos Pico Rentería
Recuerdo la muerte. Sí. La recuerdo y me recuerda pues la cargo en los tuétanos.
El Templo || Cuento de Verónica Vidal
Dormidos flotamos en el éter,
Eugenio Montejo
nos arrastran las naves invisibles
Hacia mundos remotos
pero sólo en la tierra abren los párpados.
La basílica de San Roque era nuestro punto de encuentro con el ruido de Barranquilla. Vivíamos en un pueblito a treinta minutos del centro y a muchas lágrimas de humillación de distancia, con respecto a nuestro verdadero hogar. Éramos migrantes caminando entre musarañas nuevas y vacíos en el pecho.