Por Demian Ernesto
Los poemas aquí vertidos pertenecen al libro (en proceso) Proserpina.
LXII Tres poemas para un día fatal
Le poète assassiné
I
Haremos el amor
en esta cama
de vestigios
y gloria
encontraremos
nuestros cadáveres
resucitados.
A Guillermo Fernández, poeta asesinado
II
Asesinado a besos
por el alcohol
y el horror vacuo.
Avanzaste un día
silencioso
como un dios joven
hacia las llamas.
¡Pasa de largo el jinete
en la esperanza!
Yo sé que nunca caíste.
A Eusebio Ruvalcaba, resistiendo
III
Al atardecer tan maldito
como solitario
llegamos a entender
que la mente
encierra el silencio
más divino.
Y que la ceguera
no es una enfermedad
para los poetas.
Borges lo supo, decías.
Pienso en ti y tengo
fe en la literatura.
A Ricardo Piglia, Sub specie aeternitatis