Cuando nos encontramos con un libro para niños solemos pensar que cumple con una sencilla y única función: entretener. Si bien es básico pensar que la literatura infantil ―entendida como un compendio de obras dirigidas a públicos de cierta edad― sea recreativa y hasta divertida, esto no implica que sea simple en cuanto a estilo. Sobre todo, no supone que el tratamiento de los temas sea superficial. A los niños no se les facilitan lecturas sobre política, sociedad o biología, por la aparente distancia que pueden tener con esos intereses. Sin embargo, los cuentos infantiles, por ejemplo, permiten desarrollar la imaginación, el intelecto y, poco a poco, fomentar la capacidad de reconocer las propias emociones a partir de sus personajes. Así, la literatura infantil permite que los niños logren entenderse como individuos, al analizar su ser interior, de modo tal que sean capaces de identificarse con el otro sin importar el tema.
Con la alteridad como eje rector, El libro oscuro (2022) ―antología de cuentos escrita por Yarezi Salazar (México), ilustrada por Nuria Mel (México) y publicada por la Editorial Universitaria de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL)― aborda diversos temas desde la visión de cinco protagonistas infantiles. A lo largo de cada una de sus historias, deberán enfrentarse a complicaciones que podría pensarse son ajenas a su edad, mientras transitan de la infancia a la pubertad.
Con protagonistas de entre diez y doce años, en su mayoría femeninas, los cuentos retratan situaciones complejas: los procesos biológicos de una mujer adulta ―mismos que tarde o temprano las niñas también experimentarán―; la búsqueda de la identidad y sus retos, en “El libro oscuro”; el duelo y la tristeza que conlleva; y la desaparición de un miembro familiar en “Un arcoíris al revés”. Así, se muestran diferentes roles familiares y las reacciones de los integrantes ante la situación que vive el infante protagónico, mientras se priorizan las relaciones femeninas (madre-hija y hermana mayor-hermana menor).
Yarezi Salazar no sólo muestra una gama adversidades, sino que los inserta en un entorno emocional donde prevalece la represión de las emociones y sus consecuencias, tanto en la salud mental como física. Por un lado, el libro muestra que la maldad y la violencia también pueden estar dentro de la familia ―en el cuento “Diana” ―, y que, muchas veces, por miedo a decepcionar a nuestros seres queridos, la falta de acción pone en riesgo no sólo el desarrollo personal, sino la vida misma. Incluso, no ignora cómo el coartar la libertad de expresión ―por ejemplo, en un momento como la transición de la niñez a la pubertad― puede llevar a los infantes a la frustración y a la búsqueda de su propia personalidad, aun si es a escondidas de sus padres. Por su parte, en el único cuento con un protagonista masculino, “Un corazón roto”, nos permite ver cómo coartar las emociones puede ser iniciativa propia.
Por otro lado, en los cuentos están presentes factores como el desempleo o los roles de género. A través de los ojos de Vane, personaje de “Mamá androide”, podemos observar distintos factores de la realidad social que se viven dentro del contexto mexicano. Resulta evidente cierto machismo cuando su padre minimiza los malestares de la madre y los atribuye a los “achaques de la edad”, o cuando el hermano se aprovecha de la situación para no hacer las labores que le corresponden. La desigualdad se refleja incluso cuando la protagonista señala que mientras más eficiente sea su madre para hacer todos los trabajos de la casa, mayor felicidad experimentan los demás.
La antología presenta un sólo cuento de carácter fantástico, posible forma que encontró Salazar para abordar uno de los temas más complejos de explicar a un niño en el contexto político del país: la desaparición forzada. El personaje de Emilia en “Un arcoíris al revés” nos muestra la manera como se percibe este suceso desde la óptica infantil, mientras que observamos su incertidumbre y dolor ante la desaparición de su hermana. La autora lleva a sus personajes a lograr cierta liberación, en algunos casos con un quiebre emocional inevitable, en otros, a través del encuentro y reconocimiento de sus emociones, mediante el arte o la identificación con sus semejantes
Cuando se observa con atención por lo que está pasando alguien más, se desarrolla dentro de la ficción una sensibilidad hacia los sentimientos de otros personajes, como cuando Emilia observa el dolor de su familia ante la desaparición de su hermana:
Qué curioso es regresar a ser una misma, no tenía idea de que, después de tanto tiempo sin ser tú, regresas a tu humanidad volviéndote pequeño, frágil, desprotegido. Esa tarde yo fui la mamá de mi mamá.
Yarezi Salazar, El libro oscuro, UANL, p. 13
La ficción de los cuentos infantiles, como lo comprueba El libro oscuro, permite que los niños desarrollen una visión del otro, identifiquen esa alteridad y puedan incluso llegar a sensibilizarse e identificarse con el personaje. Por ejemplo, la empatía de una niña frente al proceso por el que atraviesa su madre en la menopausia demuestra la importancia del vínculo madre-hija. Ella comienza a observarla e identifica que algo no está bien, busca entenderla y apoyarla para que poco a poco consiga lidiar con ello de la mejor manera posible. De manera curiosa, este momento coincide con el de la primera menstruación de la hija. Para ambas será mucho más fácil, ya que ahora se acompañan mutuamente. Esta compañía se vuelve necesaria cuando la identidad se encuentra en formación:
Ahora, al tener casi doce, cada vez se sentía con menos ganas de complacerles. Sí, quería a sus padres, pero no estaba muy feliz con la idea de ser como ellos.
Yarezi Salazar, El libro oscuro, UANL, p. 28
El libro también nos recuerda aquellos días en que no éramos niños, ni tampoco adultos. Nos muestra cómo poco a poco se da más peso al entorno social, ya sea a la escuela o a los amigos, como en el caso del cuento de “El libro oscuro”, en el que la protagonista se siente mejor cuando consigue la aceptación de sus compañeros de clase, frente al rechazo cada vez mayor de los deseos de sus padres.
En el desarrollo de las historias observamos rasgos como la impulsividad en los personajes de las hermanas más grandes que no reflexionan mucho sobre sus acciones, e incluso vemos la llegada de la primera menstruación de una de las protagonistas, lo que marca definitivamente esa transición hacia otra etapa de la vida.
Los comportamientos infantiles también están proyectados en el personaje de la mamá de Julieta, protagonista del cuento “El libro oscuro”, que al verse presionada por sus amigas fuerza a su hija a cambiar su conducta, a modificar su personalidad para ser querida por todos y a ser más parecida a las otras niñas, ―lo que nos hace pensar que hay similitudes entre el comportamiento infantil y el adulto―. Sin embargo, también se da cuenta de que obligarla a cambiar no es lo mejor.
El lenguaje empleado en los cuentos de El libro oscuro no es simple. Sin embargo, de principio a fin hay metáforas del imaginario infantil, analogías visuales que lo representan. La distinción entre la mamá líquida y la mamá de metal, el uso simbólico de imágenes coloridas como el arcoíris o la representación de los corazones responden al pensamiento de los niños, lo que sin duda acercará a sus lectores a una representación familiar. Aunque los cuentos tienen algunas referencias que no son contemporáneas, como la mención de Robotina ―personaje de Los Supersónicos― o la referencia a una película popular mexicana de 1973, la inserción de otras alusiones puede despertar en ellos cierta curiosidad por saber más al respecto:
El rojo es el color del amor. Eso nos dice la maestra de dibujo cuando hacemos tarjetas de San Valentín y las decoramos con corazones. Rojo se siente recibir un abrazo o algo que te emociona mucho, porque da un calor bonito por dentro […]. Para mí es el color de la tristeza. Mamá lleva noches llorando con la cara y los ojos enrojecidos.
Yarezi Salazar, El libro oscuro, UANL, p. 52
Cabe mencionar también que este libro se acompaña de las ilustraciones de Nuria Mel, quien no presenta las clásicas imágenes coloridas de un libro infantil. Con una pequeña estampa en color negro debajo del título de cada relato, la ilustradora sugiere al lector algún elemento importante para la historia que está a punto de leer, para después ―en otra ilustración mucho más grande casi al final de cada texto― realizar de manera formidable una síntesis de toda la narración con elementos representativos. La elección del color tampoco es fortuita, ya que la escala de grises fortalece y hace resaltar los detalles, mismos que el público lector podría perder de vista si vislumbrara primero colores llamativos, como rojo o amarillo. Estas ilustraciones no sólo le dan una visión cíclica de la historia, sino que funcionan también como un respiro, una pausa necesaria antes de conocer el desenlace.
El libro oscuro no busca cambiar o modificar la personalidad de nadie; por el contrario, es una obra que invita a sus lectores a reflexionar sobre la creación de la personalidad o la necesidad de expresar los sentimientos. Sobre todo, el libro de Yarezi Salazar nos lleva a pensar en las situaciones difíciles por las que pasamos cuando somos ― o ya no tanto― niños, a descubrir que no las atravesamos solos, menos cuando reparamos en la presencia de alguien que vive algo similar, así sea el personaje de un cuento. El libro oscuro hace posible reconocernos en ese otro. ¿Quieres conocer las historias de este libro? Puedes adquirirlo en la tienda en línea de la UANL.
Autora: Fernanda Covarrubias (México). Egresada de la carrera de Lengua y Literaturas Hispánicas y amante del catalán