Más de dos mil artículos periodísticos, volcados en catorce años de labor como columnista, dan cuenta de uno de los pilares fundamentales del periodismo en Latinoamérica: Ada María Elflein (Argentina, 1880-1919). En esta ocasión, como parte de la Colección Relato Licenciado Vidriera, la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) presenta Por los pueblos serranos, un libro que nos permite adentrarnos en la literatura de viaje y acompañar a la autora argentina en uno de sus recorridos a través de la serranía de su región.
La presente edición, con introducción, selección y notas de Ana Negri, nos invita a profundizar en las implicaciones contextuales que enmarcan el trabajo y la figura de la periodista rioplatense. Ada María Elflein fue una maestra normalista, reportera y escritora nacida en 1880 en Buenos Aires, Argentina. Tras egresar como bachiller del actual Colegio Nacional de Buenos Aires, su ingreso como columnista en el renombrado periódico La Prensa marcó uno de los hitos más importantes para el periodismo en Argentina.
Sin embargo, su trascendencia rebasa las implicaciones simbólicas que tuvo el volverse la primera mujer en obtener un puesto fijo en la redacción de un periódico. Su simple presencia en La Prensa implicó todo un acontecimiento que obligó a los directivos a asignarle una oficina privada donde pudiera escribir con comodidad dentro de un ambiente dominado y habitado completamente por hombres.
Dicha oficina marcaría un precedente en la lucha por la igualdad de género dentro del ámbito de la escritura. El hecho de que una escritora fuera capaz de tener un espacio de trabajo, particular, físico y simbólico, materializaba un logro que incluso se anticipaba a la incisiva crítica formulada por Virginia Woolf en su ensayo Una habitación propia (1929).
La personalidad aventurera, disruptiva y cuestionadora de la periodista convergió con la función que adoptaría dentro del periódico como cronista de viaje, misma que la llevó a transitar las orografías y latitudes más contrastantes de Argentina. En sus viajes no sólo adquirió una enorme perspectiva de lo que constituye la nación que recorrió palmo a palmo, sino que encontró en el viaje mismo una posibilidad de liberación. La idea de libertad, configurada en una primera instancia desde el ámbito personal, incitó en Elflein un cuestionamiento político donde se planteaban las razones que impedían a una mujer apropiarse del espacio público.
Entre las letras de sus crónicas de viaje, se descubre un sitio de emancipación y empoderamiento para las mujeres y las niñas a las que la viajera incitaba abiertamente a cuestionar las preconcepciones que las mantenían relegadas al ámbito de lo doméstico:
me guiaba en este viaje —como en los anteriores— el interés de animar a nuestras mujeres a deponer sus temores y lanzarse a viajar, no diré solas, pero de a dos, o tres o cuatro, independientes y movedizas, olvidadas de prejuicios y falsos escrúpulos, valientes, briosas y alegres.
Ada María Elflein, Por los pueblos serranos, Colección Relato Licenciado Vidriera, UNAM, p. 4
Ella misma se embarcaba en sus viajes acompañada de otras mujeres que compartían la voluntad de conocer más allá de las restricciones marcadas por la sociedad de su época. Bajo esta premisa, afín a los actuales preceptos feministas, Elflein realizaba su función de periodista de campo desde la que cumplía una doble labor. Por un lado, en sus crónicas buscó retratar los paisajes que visitaba, así como a sus habitantes, con un sentido poético claramente heredado de los cuadros de costumbres del siglo XIX. Por otro lado, aprovechaba el escaparate que le brindaba la redacción de sus crónicas para formular cuestionamientos sociales y políticos tan complejos que siguen resonando y manteniéndose vigentes hasta el día de hoy.
Así, a través de las páginas de sus crónicas de viaje observamos una clara intención por cuestionar la centralización económica y social que ya desde principios del siglo XX focalizaba el desarrollo dentro de las grandes urbes, dejando de lado las periferias geográficas. Por ello, nuestra autora recorre los pueblos de la cordillera argentina para reconocer y visibilizar lugares poco conocidos, además de enaltecer las comunidades que parecen reflejarse en la vegetación del desierto, aferradas a existir pese a la crudeza de sus condiciones.
Sólo sobreviven el hombre, que todo lo vence; las cabras, frugales y sufridas como camellos, y la vegetación retorcida, ramosa y tenaz de las regiones áridas, que parece desmentir el principio de que no hay vida sin agua.
Ada María Elflein, Por los pueblos serranos, Colección Relato Licenciado Vidriera, UNAM, p. 33
En estas descripciones, llenas de color y de un fuerte sentido patriótico, notamos la importancia que tiene para la autora la idea de conformar un panorama más abarcador y diverso de lo que ella misma entiende bajo el concepto de nación. De este modo, en sus crónicas propone acabar con la dicotomía “civilización-barbarie”, configurada desde el discurso de Domingo Faustino Sarmiento, desde la cual los paisajes y entornos rurales eran vistos como un lastre que frenaba el ideal del crecimiento urbano de las ciudades.
De igual manera, problematiza y cuestiona las consecuencias de dicha visión en las comunidades desfavorecidas. Aridez, pobreza y marginalidad contrastan con la insaciable hambre de oportunidades que ya entonces obligaba a la población joven a abandonar su lugar de origen a causa de la idealización de la vida en la ciudad. Así se configura la ciudad de Buenos Aires como la tierra prometida. Elflein propone un cuestionamiento que roza con la ironía al describir paisajes abandonados de vida por el simple hecho de que su gente vive mirando a lo lejos en el horizonte.
Entre las anécdotas y aventuras de sus viajes, presenciamos el nacimiento del espíritu de la modernización. El impetuoso deseo por el progreso es impulsado en infinitas vías de tren con la potencia de enormes motores de combustión interna. Ella misma describe maravillada los ruidos de las fábricas y de las enormes maquinarias que poco a poco van apropiándose de la vida cotidiana.
Sin embargo, también cuestiona las consecuencias propias del inminente cambio. ¿Qué sucede con los obreros una vez terminada la jornada laboral? ¿Quién quiere adentrarse a trabajar en las oscuras minas para no morir de hambre?
Sus crónicas dan cuenta del rechazo hacia la máquina en los pueblos que desconfían de todo aquello que se presenta inerte, sin vida, incapaz de moverse por sí mismo. Por momentos, parece que el propio paisaje inhóspito se resiste a la entrada de la modernidad en sus tierras, en donde los automóviles se averían, los trenes chocan y las fábricas se detienen. Elflein nos invita a mirar desde los ojos de un muchacho montado en una mula que ríe al adelantar el auto del viajero estancado en una zanja.
Cada una de estas historias es enunciada en una primera persona que impresiona, no sólo por su amplio bagaje intelectual, de amplios conocimientos culturales e históricos, sino por la tremenda cercanía desde la que narra. La escritura de Ada María Elflein representa a la periodista que desciende del auto para hablar con la gente, se empapa de los aromas y los colores que la rodean, se acerca a todo con una capacidad de fascinación única. Estas crónicas invitan a mirar con ese mismo asombro lo que nos rodea y, en el proceso, deshacernos de cualquier miedo y prejuicio que pueda cargar de un peso innecesario la maleta.
reflexioné rápidamente que renunciar a visitar la mina hubiera sido cubrirme de eterno oprobio y crearme el arrepentimiento de haber dejado de ver, por un necio temor, una cosa nueva interesante.
Ada María Elflein, Por los pueblos serranos, Colección Relato Licenciado Vidriera, UNAM, p. 64
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