De la plasticidad de la interpretación se ha hablado mucho, pues la validez de los argumentos posee características cambiantes y difíciles de reconocer. Dentro del cuento, se pueden confrontar toda clase de interpretaciones debido a su (im)precisión -si es un texto bien logrado- y las variantes de su significado. Pocas veces me he encontrado con autores como Juan José Arreola que codifican magistralmente ingenio, crítica, creatividad y libertad, como lo afirmó Borges.
En su Confabulario, Arreola concibe textos únicos en su manufactura y en su ambiente. «Autrui», «En verdad os digo», «La migala», «Interview», por ejemplo, son textos inclasificables de la literatura. Por medio de la varia invención [1], Arreola introduce al lector en un contexto tan verosímil que la empatía hacia el mismo está constantemente presente.
«El prodigioso miligramo», sátira, crítica, cuento, fábula y a su vez realidad, sintetiza -con sus matices, por supuesto- el maravilloso mundo arreoliano. Éste ha impresionado a más de uno por los elementos literarios y, en palabras de Borges, debido a que:
«Es capaz como toda buena fábula de interpretaciones distintas y tal vez antagónicas; lo indiscutible es su virtud.»
Arreola implementa una técnica de relación: el cambio de los referentes concretos por los abstractos y viceversa. Un «miligramo» no es más que una unidad de masa específica que en el cuento pierde su distinción. ¿Qué es, entonces, un «miligramo»? Sabemos, por su adjetivo, que resulta ser prodigioso, por lo que su relevancia no es tan simple como parece, noción que en el cuento se confirma de principio a fin. El prodigio, pues, no es algo concreto que pueda establecerse mediante una relación material; sino que, por su ambigüedad, puede representarlo todo y nada a la vez, aunque a mi parecer alude a todo aquello que los hombres valoran de tal modo que genera discordia o conflicto.
Una hormiga encuentra un prodigioso miligramo para llevarlo a la comunidad; al observarlo, las demás hormigas lo censuran y castigan a la descubridora por su aportación «inútil». La hormiga muere y el miligramo toma un brillo que le da un carácter especial, por lo que el colectivo se dedica a buscar otros iguales, pues otorga beneficios tales como pensiones vitalicias. Así, la ambición parece no tener un fin hasta el desenlace del texto.
El miligramo traslada su referente a cualquier cosa concreta: el arte, el capital, la literatura, la materialidad en sí. En su contraparte abstracta -como lo menciona Borges en la cita respecto a las interpretaciones antagónicas-, el miligramo también puede ser: la religión, la verdad o el conocimiento, por ejemplo.
El prodigioso miligramo puede ser arte por la similitud en cuanto al tráfico de ésta en el capitalismo y la noción de originalidad en comparación con otras obras. Puede ser riqueza debido a la codicia que produce por conseguir aún más; asimismo, puede simbolizar la literatura por su incomprensión inicial y la relevancia que puede alcanzar posteriormente -cabe destacar que la ruptura con las tradiciones literarias genera muchas veces un rechazo inicial-.
Por su parte, en el campo de lo abstracto, el miligramo se fanatiza hasta recibir un mausoleo; en este sentido, su importancia crece al grado de volverse una especie de culto. En cuanto a la analogía con la verdad, puede justificarse por la búsqueda constante y a penas risible por su poco parecido; en cuanto al conocimiento, puede analogarse por los beneficios que otorga, su inalcanzable perseguimiento y la fama que da en sí, ¿pero acaso el conocimiento, al igual que el miligramo, posee rentabilidad?
En el prodigioso miligramo recae la ambición de las hormigas. Por ella, se buscan más miligramos que aporten «pensiones vitalicias» para no trabajar más dentro de la sociedad; las réplicas crecen, por lo que el valor del miligramo original aumenta y el de las copias se devalúa: valor de uso y valor de cambio.
El final es magnífico porque retoma la finalidad de las fábulas: la moraleja. Lamento hacer spoiler sobre lo siguiente, pero las últimas palabras son verdaderamente críticas y vale mucho mencionarlas:
Actualmente las hormigas afrontan una crisis universal. Olvidando sus costumbres, tradicionalmente prácticas y utilitarias, se entregan en todas partes a una desenfrenada búsqueda de miligramos. Comen fuera del hormiguero, y sólo almacenan sutiles y deslumbrantes objetos. Tal vez muy pronto desaparezcan como especie zoológica y solamente nos quedará, encerrado en dos o tres fábulas ineficaces, el recuerdo de sus antiguas virtudes.
Me parece que, entonces, no cabe duda respecto a la relación de los personajes (verosimilitud-realidad). «El prodigioso miligramo» tiene la universalidad del hombre inmersa en su discurso, por lo que es un texto que será -al igual que ahora y en el pasado- un parámetro vigente de la naturaleza humana. Las interpretaciones, claro está, serán casi inagotables en la medida en la que las personas terminemos por ser totalmente hormigas.
[1] https://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero32/arreola.html